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CAROLINA SANTOS

Javier Fernández

Director del Museo del Ferrocarril de Asturias y ferroviario. Ha inventariado los bienes muebles y los materiales ferroviarios de Asturias, es autor de numerosas investigaciones sobre la historia del ferrocarril y patrimonio industrial, y es uno de los principales especialistas en la materia.

Domingo, 26 de diciembre 2021, 17:26

Aunque no existen estudios científicos que lo avalen, Javier Fernández tiene la sensación de que la pasión por los trenes tiene que venir escrita en ... alguna línea secreta del código que nos configura. De no ser así, no tendría explicación que los más remotos de sus recuerdos estén ligados a una locomotora, uno de los primeros juguetes que gracias a unas pilas recorría veloz el suelo de la cocina de su casa y tras estrellarse con las paredes profería un pitido que tenía la virtud de exasperar a adultos tanto como entusiasmarlo a él.

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Esas primeras imágenes son de Mieres, donde nació en 1961, de la casa de los abuelos (Gloria la Plisadora y Pepe el Murciano) en La Pasera, justo al lado del Cine Esperanza, de cómo cualquier rabieta o cualquier malestar se curaba mágicamente cuando lo llevaban al paso a nivel del Vasco a ver los trenes. Y todo ello, esos argumentos que perviven en el latido de la memoria, son anteriores a los tres años, porque entonces la dedicación a la docencia del padre llevó a la familia a vivir en el País Vasco, donde transcurriría la infancia y parte de la juventud sin que desapareciera aquella querencia por el ferrocarril que, por el contrario, los viajes frecuentes entre Asturias y Bilbao no hicieron otra cosa que incrementar.

Javier Fernández estudió Derecho, pero en ningún momento desatendió aquello que tiraba de él como solo hacen las pasiones que arrebatan: así, pronto empezó a implicarse en asociaciones relacionadas con el Patrimonio Industrial, en Amigos del Ferrocarril. Así también, colaboró en todas aquellas iniciativas encaminadas a preservar del olvido lo que es la historia de la gente.

Detrás de las gafas que constituyen una de sus señas de identidad, hay una claridad inesperada en los ojos que no se cansan de descubrir tesoros de la memoria donde y cuando menos se lo esperan. Ante el interlocutor, cuando habla del Museo del Ferrocarril que dirige, las palabras se enlazan unas con otras y la conversación es torrencial, como si ese mundo que lo habita, ese universo de raíles, locomotoras, trenes de madera, volutas de humo y vapor, buscara un hueco para hacerse presente en el discurso. Javier Fernández vive el mundo ferroviario con entrega y dedicación, que es algo que honra a quien hace bien su trabajo, pero en su caso va más allá: el compromiso con la memoria como aquello que nos define como comunidad, la historia que se escribe con las letras del trabajo, de la vida cotidiana cuyo paisaje son las vías y cuyo sonido es un traqueteo que trae y lleva vidas, que diseña biografías y futuros, que cambia destinos, que resiste al azar. Tal vez por eso, la sonrisa que esboza en la conversación tiene el inconfundible aleteo de lo que no termina de nombrarse, como si el secreto de la existencia habitara la distancia que los trenes son capaces de engullir. como si más que estar al frente de un museo tuviera en sus manos la llave que abre miles de historias que están por contar: las de los adioses escritos en el aire de los andenes, los temores ante cualquier cambio de vida subrayado por el pitido de un tren, la madera de los viejos asientos y la carbonilla, los viajes para acercar o alejar corazones, el trabajo, los sueños, la vida en definitiva que se intuye en cada uno de los papeles, de las fotografías que aparecen inesperadamente en cualquier archivo personal y que permiten rescatar del olvido lo que nos pertenece a todos.

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Javier Fernández tiene la certeza de que su trabajo es un privilegio tal vez porque puede seguir siendo el niño que se emocionaba con los trenes que silbaban y conocer cada uno de los misterios que vivían en sus mecanismos, pero no pierde de vista ni por un instante que no solo dirige el Museo del Ferrocarril al frente de un equipo que no se cansa de elogiar: también se sabe depositario de la memoria de mucha gente, guardián de tantas emociones, de tantas historias, de tanta vida.

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