Joaquín Fuertes

Joaquín Fuertes pertenece a la escudería de los columnistas necesarios. Esos que parten de Carantoña y que se fueron untando de vida y experiencia. Su conciencia y su trotar por este dichoso y peligroso mundo le han ido dotando de una escritura sabia, buena, lírica, veraz y fuerte, como, por cierto, su mismo apellido indica. Y es que cuando un escritor, un periodista, un poeta (un ser cosido a las tres cosas) se compromete puede salir del obrador -como es el caso- un Joaquín Fuertes. Y el que lo lee aprende a descifrar mejor el mundo y cuanto le rodea. En las columnas de este siderúrgico montañero, experto crítico de cine y teatro, nacido en la raya occidental y profunda de las Asturias, hay asombro, indignación, duda, belleza literaria y también rebeldía. Y todo escrito en un precioso y sutil castellano, sin trasgredir la gramática. Castellano o español, digo, al que hoy tantas lenguas dispares quieren crucificar. Sí, lucha es la que parece existir contra la lengua madre, ese latín nuevo que floreció y dio su luz a toda Suramérica, y de la que se llenaron y amaron tantos escritores.

Si, como dice Sergio Ramírez (Premio Cervantes), «el poder y la literatura en sí son incompatibles, el estilo en que se ejercen no lo son». Este premio que ha recibido Joaquín Fuertes lo es al reportero de la actualidad gijonesa, asturiana, nacional e internacional, al hombre cívico, al idealista muchas veces quebrado. No está solo en ese molde, aunque es inmensa minoría. Enhorabuena, otra vez, por el premio tan justa y merecidamente dado a nuestro estimado y querido compañero.