OTAN, 39 años después
Los tiempos y los riesgos de hoy son muy distintos de aquellos años 80 del siglo XX, cuya década finalizó con la caída del Muro de Berlín, el declive del bloque soviético y marcaron el final de la Guerra Fría
Termino de escribir estas líneas al concluir la conferencia de la ONU en Sevilla. Sucede todo tan deprisa que antes de ponerme a reflexionar sobre ... la importancia de esta reunión para el multilateralismo, no quiero demorar unas palabras sobre lo que acaeció en la cumbre de la OTAN para que no se sumerja en la argamasa del olvido. Fueron dos reuniones muy distintas, una trató sobre financiación para el desarrollo, la otra del rearme de Europa. En ambas seguí los avatares del presidente Sánchez, al que los acontecimientos no dan tregua. En primer lugar, destacar la actitud valiente que mantuvo Sánchez con el bravucón del jefe de la OTAN (no me refiero a Rutte sino a Trump, lo habrán intuido). Previamente escuché la comparecencia del presidente en TVE esgrimiendo las razones que, a juicio del Gobierno, hacían contraproducente aumentar hasta el 5% del PIB en defensa. Las argumentaciones aducidas por el Gobierno me parecieron muy potentes, con suficiente peso y coherentes para defenderlas sin tapujos.
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La postura defendida por el Gobierno trasladó mi mente asociativa al lejano 12 de marzo de 1986, fecha en que votamos el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. Referéndum que perdimos, los que como yo votamos no a la permanencia en ese instrumento militar. El lema idealista, soñador y también ingenuo que nos movilizaba en aquellos años jóvenes era: ¡OTAN no! ¡Bases fuera! Aquel tiempo se caracterizó por un aumento de las tensiones entre La URSS y Estados Unidos. Cada uno contaba con sus respectivos bloques militares, el Pacto de Varsovia y la Alianza Atlántica se encontraban en plena carrera de armamentos, desarrollo de armas nucleares y aumentando exponencialmente los gastos militares. El temor social era que podía estallar en cualquier momento el apocalipsis nuclear, en el caso que las dos superpotencias se implicaran en las guerras de Afganistán y Nicaragua. El peligro existente nos concienció que era necesaria la movilización de la ciudadanía a favor del desarme y la desconfianza en las instituciones militares como preservadoras de la paz.
Los tiempos y los riesgos de hoy son muy distintos de aquellos años 80 del siglo XX, cuya década finalizó con la caída del Muro de Berlín (1989), el declive del bloque soviético y marcaron el final de la Guerra Fría. Creíamos entonces que se avecinaba un periodo luminoso y pacífico que envolvería el planeta. Qué equivocados estábamos. Un año después, el 2 de agosto de 1990, Saddam Hussein, presidente de Irak, invadió el emirato de Kuwait y se desencadenó la Guerra del Golfo entre Irak y el imperio de aquella época (el mismo de hoy) que eran los Estados Unidos. Y aunque los tiempos son muy distintos (reitero), hay algunas cosas que permanecen: las guerras (solo cambian de lugar) y la prepotencia del imperio estadounidense, que sigue tratando a los estados europeos como vasallos a los que puede imponer lo que apetezca.
Las guerras que nos preocupan ahora (aunque hay otras que no aparecen en los medios de comunicación) son la de Ucrania y Gaza y que Israel en complicidad con Estados Unidos extendieron durante unos días a Irán. Con respecto a la guerra de Ucrania, al igual que ocurrió con la de Irak, comenzó con la invasión por parte de Rusia a un país soberano, cuyo principal motivo parece ser que Rusia no estaba dispuesta a permitir que Ucrania entrase a formar parte de la OTAN. Y aquí quería llegar. La OTAN está formada por 32 países miembros, en teoría aliados, que como podemos ver el imperio americano no considera tales, sino vulgares lacayunos que instrumentaliza para sus intereses económicos y geoestratégicos. Nos lo demuestra la actitud de esta mafia trumpista que obliga a aumentar en un 5% el gasto en defensa, amenazando con retirar el paraguas militar si no lo hacen. El incremento del 5% del PIB en ningún momento fue una propuesta para el debate y alcanzar algún tipo de consenso, sino que se impuso como una clara extorsión mafiosa. Parece ser que de los pocos países, si no el único, que discrepó en incrementar el gasto fue España con potentes razones expuestas por nuestro presidente y que el matón de Trump, sin ningún tipo de diplomacia, amenazó a España con «pagar el doble si nos negamos», exhibiendo el más puro estilo chantajista al que nos tiene acostumbrados.
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En definitiva, lo que pudimos observar en la cumbre de la OTAN fue a Trump comportándose como un bandolero que fija los precios y las cantidades que tenemos que pagar. Pero lo más curioso es que nos venden seguridad para los peligros y las guerras que crean los propios protectores. Por su parte, los estados miembros de la OTAN no estuvieron a la altura, asintieron sin rechistar, mostrando una actitud de servil sumisión al imperio e hincaron la rodilla. Por lo que infiero, que una organización militar de estados 'soberanos' que no rechistan ante este tipo de artimañas, está dirigida por una banda criminal que ha permitido cruzar la línea que separa al aliado del súbdito. Por eso, felicito y le doy las gracias al presidente Sánchez (en estos momentos difíciles en los que está siendo sometido a acoso y derribo) por mantenerse firme, no amilanarse, defender la democracia, nuestra independencia y nuestra soberanía nacional. La UE debería haber criticado y discutido esta peligrosa carrera armamentística hacia el desastre de la mano de una OTAN títere de un perdonavidas.
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