Hablando en el café

Las palabras de nuestra conversación van quedando atrapadas en el cristal del café… esquina Ezcurdia/ Martínez Abades. Es miércoles de ceniza, y el último auto ... sacramental urbano de invierno, quiere decirse, la juerga del Carnaval, deja ya por delante trescientos días duros e inciertos que habrá que ir lidiando como si fueran miuras. Marchando dos con leche, un descafeinado y vaso de agua. Hablo con un jubilado confuso y contradictorio, poeta barroco y materialista lírico, con barba al uso. Y con una mujer política, parcialmente cancelada, de cuerpo ya casi glorioso, pero con tentación de ser primaveral. El poeta habla de las mimosas a las que llama sol de invierno. La señora comenta que esta es una época de adoptar perros y abandonar a padres y abuelos. ¿Y qué me dicen (pregunta con una cierta furia política) de la inflación, de esa manera de confiscar sueldos, bienes y ahorros que acabó con el Imperio Romano, con las minas del Potosí y trajo el comunismo y el nazismo?: La luz, la leche, el aceite, la fruta …Los clientes blasfeman en los supermercados. El poeta escucha, toma la palabra y dice: hombre, tampoco estaría nada mal que en esta primavera todos comiéramos ensalada de flores. Bueno, largo yo, quizá por la relajación del córtex frontal de muchos gobernantes creen que España es ya un cuerpo místico, y que debe subir hacia la patria celestial, o sea, hacia las nubes de la inflación. El poeta hace una maliciosa metáfora, se mesa un poco la barba, y susurra que todo esto huele a crema catalana, y que aquí, en la España del Quijote, en lo que aún llamamos España, no podrá tragarse esa crema sin vomitar. La mujer política se pone visiblemente agitada y gruñe que Sánchez parece que quiere durar en el Gobierno más que el Rey Sol. Y diz que este va a ser el año de la trifulca, del desorden y la camorra. Y ¡ojo!, del conflicto lingüístico en Asturias.