Si es que estás es las nubes». Supongo que pocos se habrán librado de que les hagan este reproche en algún momento de su vida. ... Lo del 'este niño está en las nubes' es una frase recurrente para referirse al escolar atolondrado que anda como se suele decir 'a su bola', ese alumno inmerso en su mundo y pensamientos, que 'catea' de seis en seis en cada evaluación. Más tarde, y refiriéndose al varón adulto, algunas reputadas psicólogas como la mediática doctora Rojas Estapé, han aludido al 'cuarto blanco' para describir en tono irónico y humorístico la caraja en la que nos encerramos los hombres a menudo, de la que no hay quien nos saque. Ante la hilaridad generalizada de su audiencia, por supuesto mayormente femenina, la doctora Rojas argumenta que nuestra presunta empanada es debida a que no tenemos bien desarrollado el hipocampo. Estoy totalmente de acuerdo con ella; es más, creo que carezco por completo de ese asunto. Al menos, la doctora es considerada y no nos tilda de animales irracionales como otras brillantes mentes de nuestra tierra, lo cual es un consuelo y le agradezco profundamente.
Publicidad
A mí me llevó cierto tiempo darme cuenta de que el problema de estar en las nubes era que me despistaba con el vuelo de una mosca, y que debía esforzarme para encontrar la concentración. Como nadie me lo explicó, o quizás lo hicieron, pero no lo oí porque ese día estaba en mi cuarto blanco, pues me tuve que dar cuenta yo solo con el tiempo. Una vez comprendido, problema resuelto, vas como un tiro a por las cosas. Hay una magnífica conferencia en los TED Talks de Sir Ken Robinson, brillantísimo educador británico fallecido hace poco, que merece la pena escuchar, y en el que mucha gente se verá reflejada. Dos clics en Google, y ahí está. Para Mr. Robinson, los sistemas educativos modernos merman la creatividad de los jóvenes, porque les obligan salir de su mundo, su 'movida' particular donde puede haber toneladas de talento flotando. Me parece imposible explicarlo mejor.
El caso es que yo que creía que eso de estar en las nubes lo tenía ya superado, y ahí ando de nuevo, en la nube. Como todos, no vayamos a pensar que esto afecta tan solo a los despistados vocacionales. Hoy en día la respuesta al dónde almacenar nuestras cosas, el necesario dato, aquella entrañable fotografía, nuestra memoria y recorrido digital, está en 'la nube'. Si no la tienes ya, ojo, porque de un plumazo tus asuntos personales y profesionales, archivos, álbumes y demás preciados 'inputs' se pueden ir por el desagüe cibernético, y a ver cómo te las apañas. Al principio, esto de la nube es gratis aunque con capacidad limitada, según me han explicado los habitantes del 'ciberplanet' en el que a golpe de machete trato de abrirme camino. Eso, como todo lo bueno, dura poco y pronto pasa a ser de pago, en cuanto uno muerde el anzuelo y llena su pequeño armarito con algunas cosas. Desde ese instante nuestra vida precisará de una nube donde agarrarse si no queremos caer al vacío, así que no queda otra que, al igual que hacemos con el wifi, los gigas, el 'hosting', el 'software', y la santa madre de todos ellos, pasar por caja y pagar. He ahí otro recibo más a abonar el día uno de cada mes, necesidad básica para sobrevivir digitalmente, te pongas como te pongas.
Hace unos días un buen amigo me preguntó por el asunto de la nube. Si yo soy un pitecántropo digital, él es el eslabón perdido, el pobre, así que haciendo uso del viejo dicho de que en el reino de los ciegos el tuerto es el rey, me adorné un poco. Quién no lo ha hecho alguna vez, aprovechándose de la ignorancia ajena. Le conté entonces que eso era como una especie de servidor, pero a lo bestia. ¿Y qué leches es un servidor?, me contestó, impaciente. Pues como un archivador, un armario gigante, que antes de que me lo preguntes, te adelanto que no tengo ni idea de quién es su dueño, ni dónde está, ni cómo es, su tamaño, forma o peso. Lo único que te digo es que presuntamente existe, y hay que pagar por usarla, pero tampoco me preguntes cuánto puede costar una dichosa nube, ni su mantenimiento, así que te voy avisando de que pagarás lo que te manden, te guste o no. O eso, o flotar a la deriva, a ver dónde acabas. En ese punto, mi eslabón perdido hizo un prolongado silencio, perplejo ante la novedad, y a continuación me reconoció que no lo veía nada claro. En tono burlón, me razonó que si cada vez había más gente que afirmaba no creer en la existencia de un más allá, que niegan que pueda haber 'algo más' por ahí, cómo era posible que creyeran tanto en la nube, y encima pagando. La verdad sea dicha, no supe entonces qué contestarle, y días más tarde, sigo dándole vueltas. Bien podría ser una de esas 'realidades imaginadas' que explica Yuval Noah Harari en 'Sapiens'. En lo que sí nos pusimos pronto de acuerdo es en que, visto como están las cosas por España y por el mundo últimamente, esa nube no sería mal lugar para quedarse por allí una temporada. Eso sí, con wifi, Spotify, y billete de vuelta garantizado, concluimos. Más vale lo malo conocido.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión