En estos días de permanente ensalzamiento del nuevo 'Golden boy', Carlos Alcaraz (lo de Carlitos lo dejo para su madre, novia y círculo íntimo del ... que no formo parte), sirva esta columna para rendir un tributo más a Don Rafael Nadal Parera, cuya marca registrada 'Rafa' transciende globalmente al tenis, al deporte, y a las hazañas humanoides en general. Creo que no exagero si digo que, quitando lo de Phelps, Bolt y pocos más, no se conoce una bestialidad mayor que la de ganar catorce veces el mismo Grand Slam, y en tierra batida, que es arte, pico y pala. Cuando un tal Björn Borg ganó seis, allá por mi adolescencia, se dijo que aquello era imposible de mejorar y ya ven. Lo de Rafa es como una película de dibujos animados, pero real.
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Carlos Alcaraz es un prodigio, no cabe duda de ello, y con un poco de suerte logrará objetivos impresionantes. La única chinita que se va a topar en su camino, de hecho se la está encontrando ya, es la tediosa comparación con el gigante Nadal. En un país como el nuestro, de frecuentes envidias, rencillas y palos al que osa asomar la cabeza, al nuevo chico del momento le van a estar tocando las fluorescentes pelotas todo el rato con las estadísticas del monstruo Rafa, y todo lo que logre será poco, me temo. Que se vaya armando de paciencia.
En todo caso, lo que me trae hoy por aquí es la otra parte de la frase, lo del 'trust'. Como es sabido, la archifamosa leyenda 'In God We Trust' aparece desde hace dos siglos en los billetes de dólar made in USA. Siempre me hizo gracia ésta cruda asociación Dios-Dólar, sutil mensaje que nos anuncia que no hay Dios más inmediato y evidente que la pasta, simbolizada por la imagen del Tío Sam, con su chistera estrellada y rojiblanca, apuntándote con el dedo. Hablamos de ese trozo de papel verdoso que vale como moneda de cambio en cualquier lugar del planeta, por muy remoto, anti gringo o bolchevique que sea. Poderoso caballero es don Dinero, nos decía nuestro genial poeta, y no hay mejor manera de comprobarlo que enseñando un billetito de esos en la Amazonía, en Siberia, en Cuba o en cualquier Corea. Las sonrisas aparecen de inmediato, y nuestro eventual conocido pasa de pronto a ser nuestro compadre, compañero del alma… Hasta que nuestro papel se acabe, claro. Una especie de 'In You I trust' se refleja en su mirada. Da igual que sea blanco, negro, amarillo; lo mismo da que vista taparrabos, guayabera o imponente uniforme. Ese asunto tuyo está arreglado, 'my friend'.
Esa 'trust', o confianza en cristiano, facilita las cosas, abre puertas de par en par, y hace las acciones válidas por bienintencionadas. La confianza es como el 'Ttres-en-uno': desatasca, moviliza, mejora, lubrica y alarga la vida útil. Además, y por si fuera poco, relaja, despreocupa, y permite dormir a pierna suelta. A una persona estresada o angustiada por algo, le aplicas un spray de 'trust' y se te duerme como un bebe, babea sin remedio. Por todo ello, es fantástica, lo hace todo más fluido y amable.
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Mas no todo es tan fácil, ya que es también escurridiza y volátil. Se trata de algo difícil de crear, que además requiere tiempo y obras, que son amores. La confianza es como una planta que tarda en crecer, y se marchita rápido si no se cuida y cultiva. Bajo mi punto de vista, nuestras decisiones y estado anímico en general tienen mucho que ver con ella. A diferencia de la energía, que según el axioma ni se crea ni se destruye, sino que tan solo se transforma, la confianza surge y desaparece, se esfuma de forma irremediable. Con la energía nos han tomado el pelo a lo grande. Unos pocos se forran y el resto padece. Lo mismo está ocurriendo con la 'Diosa Confianza', que entre 'fakes', bulos, redes, tuits y demás tecnología desinformativa, la están manoseando demasiado. La verdad parece tener hoy ya demasiadas aristas, y el célebre barquero se ha quedado sin trabajo. Quitando a los crédulos profesionales y a los inocentes niños, que cada vez son menos (ambos), aquí ya nadie se fía ni de su sombra. La añorada 'trust' que elimina ansiolíticos, antidepresivos y demás fármacos, está 'missing' y no se la espera. La única realidad conocida es la de la factura, el recibo, y el tique de cada día. Por eso, cuando nos hablan desde confortables despachos de 'Agenda 2030', 'Alianza de Civilizaciones' (¿se acuerdan?), 'Plan 0 emisiones', o 'España 2050' entre ruidos y fanfarria, nos ponemos de perfil, nos cabreamos, o directamente nos morimos de la risa, según el día que tengamos.
En resumidas cuentas, le deseo muchos éxitos a Carlos Alcaraz, que sepa que tiene en mí a un fan del tenis y a un guardia pretoriano. Por lo demás, y a la vista de cómo pintan las cosas por el mundo y por el barrio, mi lema es ya 'In God, and only in God, I trust'… And in Rafa, por supuesto.
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