O 'sínior', como dice quien quiere hacerse el interesante. Estamos ante otra de las muchas palabras de nuestro diccionario que nos ha traicionado en los ... últimos tiempos. Hasta ahora, lo de ser sénior molaba, ya que denotaba cierta maestría profesional, buen saber hacer, como resultado de la edad y la experiencia acumulada. Supongo que estamos todos de acuerdo en que era un rasgo positivo, que aportaba confianza, seguridad en la persona con la que te jugabas los cuartos. Sénior era una aspiración, una meta, un llegar a ser cuando se empezaba y no se tenía ni idea. Un médico, un economista, un arquitecto, un electricista, un albañil sénior, más o menos confiabas en que no te la iban a liar, sabías que iban a cortar, medir, calcular, por el sitio exacto. Que no te ibas a electrocutar. Relax total. Por el contrario, júnior indicaba lo opuesto: desconfianza, inexperiencia, improvisación, juventud, aprendizaje y, por lo tanto, necesidad de supervisión. El júnior te la puede armar. Te cobre lo que te cobre, te obliga a andar con la guardia bien alta, a estar al loro. Al júnior conviene vigilarle de cerca, y de paso tener a mano el teléfono del sénior por si hay que arreglar con urgencia unestropicio.
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Pues bueno, todo esto ha dado un giro últimamente en asuntos profesionales, y ha adquirido tintes negativos. Ahora, en cuanto uno se descuida un poco, se le pasa el arroz y con displicencia se le mete en el saco de los séniors. Es de sobra conocido por todo el mundo las dificultades que encuentra una persona hoy en día para reencauzar su vida profesional si sufre un revés a mitad de camino. Muchas veces, con independencia de su trayectoria demostrable, de su valía, experiencias vitales, conocimientos, formación y excelencia profesional. ¡Bah!, chorradas carentes de valor. Da igual que el afectado tenga iniciativa, espíritu, curiosidad, energía, o ganas. No importa que se mantenga en plena forma, que aguante un maratón o que se llegue con los dedos de las manos a los de los pies. Ya puede tener frondosa melena, ser un máquina y cuidarse con más o menos esmero. Es un asunto de DNI, y como éste no te acredite de la década de los 70 para adelante, ya te puedes preparar. Eres sénior, amigo o amiga mía, bienvenido al club.
En tiempos de fomento de la inclusión y de avances contra la desigualdad de oportunidades profesionales entre sexos, tan injustamente desproporcionada durante siglos, nos estamos encontrando con un nuevo runrún, una sorda, pero creciente, discriminación en función de la edad. Al parecer, la aportación de valor, la experiencia, incluso la actitud están pasando a segundo plano, ya no están de moda. Ya no se lleva todo eso. Hay 'head-hunters' que lo dicen abiertamente: el problema es que eres un poco sénior. Hay que fastidiarse, por hablar finamente. ¿Me estás diciendo que me penaliza mi experiencia, mi valía profesional, mis conocimientos, mi 'calle', sin tan siquiera hablar de dinero, sin preguntarme antes cuánto quiero ganar?...Pues sí, exactamente eso te quiero decir, que no estamos buscando séniors. ¿Y qué quieres, que me haga un lifting? Yo lo que quiero es trabajar, y aunque suene extraño o increíble, te digo a ti, cazatalentos moderno, que me gusta trabajar. Como lo oyes. El mundo al revés: se descarta a unos por no tener experiencia, y a otros, por tenerla. Como sigamos así, la vida profesional de mucha gente será tan efímera como lo fue su acné, y sin posibilidad de cremas o tratamientos.
Hay que reconocer una sola justicia a esto del factor sénior, y es su igualitarismo. Aquí no hay distinción de sexos, el calificativo no tiene género, y vale por tanto para fastidiar a todos por igual, a ellas, a ellos, y a elles. Lo mismo da que te pongas tacones, mechas, maquillaje, o mascarillas 'fashion'. No importa que lleves corbata a la moda, pantalones 'slim fit', que moles mucho o te peines como un futbolista. Ya te puedes romper las piernas haciendo 'spinning' todos los días, y tener tus glúteos duros cuan mármol travertino. Eres sénior, por si no lo sabías. Aunque cambies tu foto en tu currículum vitae, o tires de 'photoshop', vas a tener que incluir en él coordenadas, fechas, pistas que delatarán tu edad. Si omites estratégicamente tu fecha de nacimiento, tendrás que incluir los años en los que estudiaste, o cuándo empezaste a trabajar, y a partir de ahí, amigo mío, el que mira tu CV va a hacer la cuenta de la vieja, y a continuación va a mandar tu candidatura con un solo clic a la papelera de reciclaje. Un clic que arrinconará tu esperanza de que te llamen para conocerte, y darte la oportunidad de convencer a tu entrevistador de que tu candidatura puede aportar valor a la empresa, organización o chiringuito de turno. Un clic que te hará esfumarte entre la espesura de la mediocridad. De manera que ya sabes, querido yogurín recién caducado, relájate, pon buena cara, y como decía Manolo García, que por cierto también es sénior, a galeras a remar.
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Si se miran las estadísticas, en España se ha triplicado la tasa de parados de larga duración en los últimos diez años. Analizando en detalle quiénes están ahí, nos encontramos con un creciente porcentaje de veteranos, de séniors, de ambos sexos. Nuestro país está creando prejubilados forzados, que al mismo tiempo no saben cuándo les tocará jubilarse legalmente. Menuda contradicción. El problema y la solución al déficit de la seguridad social, concentrados y en el mismo frasco.
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