Que levante la mano quien no haya entonado, a altas horas de la madrugada e invadido por la euforia, y quizás algunas otras sustancias de ... más, la canción del genial José Alfredo Jiménez, convertida con el tiempo en himno noctámbulo, tonada de interminables juergas que llegan a su punto álgido. Ese momento en el que nos venimos arriba cuando, sin nosotros saberlo, están a punto de mostrarnos la puerta de salida del garito de turno, de momento por las buenas, pero rápido, que estamos cerrando.
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Pocos artistas latinos de renombre se han resistido a incluir en su repertorio 'El rey', la madre de todas las rancheras, epicentro de cualquier buen mariachi y símbolo de nuestra hispanidad, cultura, sabiduría y vivir. Desde Vicente Fernández a Julio Iglesias, pasando por María Dolores Pradera, Calamaro, El Puma o Maná, gigantes de los escenarios la han tomado prestada en sus conciertos, sabiendo que es un monumental cheque en blanco. El artista siente que su público se le rinde de inmediato, y la canta al unísono porque es fácil y nos la sabemos todos. Como si se parara el reloj, caemos en la trampa y nos abrazamos con desconocidos, movemos nuestros hombros agarrados al compás, y si tenemos un día sensiblero, hasta nos emocionamos. Cuando se acaba la canción, la gente resetea y se vuelve a separar, la vida sigue. Dejamos de ser entonces unos disfrutones humanos y volvemos a refugiarnos tras nuestra careta de civilizados ciudadanos. En medio de ese efímero clímax, los 'guiris' nos miran con envidia, y piensan que ojalá pudieran ser hispanos por un rato, y sentir esa chispa, ese genio, ese calor caótico en sus venas, esa salvaje anarquía en el alma, y ese color en la piel.
Estos días nos han contado que nuestro Rey, el ya no tan joven Felipe, ha hecho público su patrimonio. La gente se ha puesto contentísima al averiguar lo justo que anda de pasta, quiero decir para ser todo un Rey de España, rey de reyes. En un país como el nuestro, en el que la pobreza es virtud y se tiende a pensar que el que tiene tela es porque alguna habrá liado, estamos encantados de que la nuestra sea la Corona más modesta, y esté a años luz de otras monarquías de países más pequeños en tamaño, gentes e historia, que son casi todos los demás. El Rey nos ha dicho que tiene 2,5 millones de euros amasados en un ejercicio de ejemplar transparencia. Aunque sea feo hablar de dinero, y peor aún hacer comparaciones, resulta que tiene menos que algunos ministros, muchísimos empresarios y casi todos los futbolistas de La Liga, por poner algunos ejemplos del día a día.
Habrá quienes se sientan orgullosos al conocer esta revelación, e incluso algunos a los que les parecerá hasta mucho patrimonio para lo que hace. A mí, qué quieren que les diga, me da cierto apuro ver ciertas cosas, por no decir vergüenza patria. Cuando leí la noticia acababa de hojear la crónica del pelotazo de ese día, unos tíos que se habían levantado 6 'kilos' de un plumazo en mascarillas y guantes de silicona, es decir más del doble de lo que nuestro monarca lleva acumulado en su vida profesional. Entonces no supe muy bien qué cara poner, y sigo así, sin saber qué pensar. Supongo que mañana nos enteraremos de otro contubernio comisionista en cualquier otro lado, el cierre de una instalación que había costado un ojo de la cara, o la firma de un mega contrato con un tipo de veinte años para que de unas patadas a un balón. La pasta vuela cada día en múltiples direcciones acompañada de un montón de ceros y favores, y es seguro que tan solo nos enteramos de la mitad de la mitad. Mientras tanto, nuestra Corona pasa por un público fotomatón y se retrata sin adornos ni Photoshop, con la ropa de andar por casa.
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La presión de ciertos sectores de la opinión pública parece aconsejar a nuestro Jefe del Estado que declare ser el menos adinerado de los monarcas de largo pedigrí. Nuestra Monarquía está de saldo, y la Historia de España, de rebajas en el todo a cien. Menos mal que nuestro Rey tiene una planta magnífica, y derrocha amabilidad, clase y categoría, que tanto se echa en falta en otras instituciones del Estado. Demos gracias a que está preparado, habla idiomas y le sienta muy bien el traje. De no ser así, podría dar hasta un poco de penita. En fin, suerte tenemos de que en esto de la Jefatura del Estado no funcione el 'transfer FIFA', y no pueda fichar por otro país para ejercer como monarca, que parece ser que es lo que algunos quisieran. Cualquier día alguien se lo encontrará en la cola del bus, y entonces se le encumbrará a los cielos. El rey perfecto, dirán, peatón como los demás. España es un país grande y con mucha gloria a sus espaldas, cuna de hidalgos y de gente honesta y buen vivir, para andar ventilando estas cosas tan de poco gusto y delicadas. Como decía el gran José Alfredo, «...no tengo trono ni Reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el Rey».
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