Su Majestad la recomendación (una breve antología)
El origen es muy variado: quizá una amistad aparecida en la escuela cuando eran niños, o haber practicado algún tipo de deporte; la pertenencia a un mismo pueblo, tener las mismas ideologías políticas o practicar el culto en la misma religión
Cuando el pueblo soberano llega a creer más en las recomendaciones que en el mérito para tener éxito en la vida, no se puede por ... menos de recordar las palabras de Ricardo Macías Picavea en su libro 'El Problema Nacional', publicado en 1889, en que nos dice, comenzando con las palabras del título de este artículo, lo siguiente: «¡Su Majestad la recomendación! Saludémosla: pero ya expliquémonos al fin, la depresión primero, el embrutecimiento después, el encanallamiento, por último, que semejante Moral y Majestad ha de producir, sin remedio en la vida nacional…», algo, que pese haber pasado más de un siglo, sucede en ocasiones en el año 2025.
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Son muchas las palabras y expresiones que se viene utilizando para poner nombre a la recomendación: fautor, el que favorece o ayuda a otro, 'tener hombre', estar respaldado y protegido por personas influyentes, 'tener brazos', que sirvan de espigón a los recomendados; tener padrinos, o quien tiene padrinos se bautiza, disponer de un enchufe que aporte facilidades para conseguir lo que se desea y, por supuesto también, el nepotismo, si el favor se hace principalmente a parientes, próximos o lejanos.
El que pudiéramos llamar origen de la recomendación es muy variado: quizá una amistad aparecida en la escuela, cuando eran niños, o haber practicado conjuntamente algún tipo de deporte, el paisanismo, es decir la pertenencia al mismo pueblo, región o provincia, tener las mismas ideologías políticas, reforzadas por disponer en la cartera el mismo carnet de un partido político y, aunque rara vez, el practicar el culto en la misma religión.
La literatura española, desde hace ya siglos, se ha referido también a las recomendaciones: Pedraja, en el siglo XVII, ya aconsejó al monarca no hacer caso de las recomendaciones y «no atender a la intercesión del deudo o amigo, que por sus intereses o respetos propone por digno y virtuoso al que está más lejos de la virtud. Vela, en 1675, en su obra 'Política real y sagrada', consideró que si se quiere que el apoyo surta los efectos deseados, será necesario «estar cerca de las aguas de la fuente de donde emanan las mercedes», observación, por cierto, muy cierta. Ugarte de Hermosa en su 'Origen de los dos gobiernos, divino y humano', exclama al pensar en los efectos que la recomendación puede llevar aparejado: «¡Sentimiento para llorar! Al ver tantos sujetos y tan grandes, que por no estar a los ojos de su Príncipe, acaban miserablemente sin premio ninguno, sepultados en el olvido, tantos servidores, tantos méritos y tan grandes talentos para todos estados, más a propósito que otros, para cualquier ocupación, y a los que alentadamente emprendes, surcando tantos piélagos y hallándose montes de dificultades…».
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El catedrático de Latín Macías Picaveda se preocupó por los efectos que las recomendaciones pueden producir si se atienden sin tener en cuenta la conciencia: «Se ganan los pleitos, se aprueba en los exámenes, se asciende rápidamente en la carrera política o civil, se ganan actas de diputados, senadores, concejales, se obtiene pingües concesiones de carreteras y aún siendo torpe o lego en cualquier clase de talleres públicos y privados, se obtiene una escuela, o aunque no se más que una portería o un estanco…».
No olvidemos tampoco a nuestro Fray Benito Jerónimo Feijoo, que en uno de sus más hermosos ensayos, que tituló 'Amor de la patria y pasión nacional' hace referencia a las recomendaciones: «Pero, la lástima es que, en la práctica, la eficacia de estas recomendaciones, aun en desigualdad de méritos, llegado el caso de una oposición, más trabajan los concurrentes en buscar padrinos, que en estudiar cuestiones… y llega a tanto el abuso, que a veces se trata como culpa el obrar rectamente… Y al que no admite la recomendación, tal como esperaba el recomendante, se considera como un hombre duro, inurbano y de ninguna policía, si no se dobla al ruego de lo que se pide, se queja de este de que es ingrato y si no se rinde a la intervención del amigo, reclama que falta a la deuda de la amistad».
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Quizá Feijoo, desilusionado al ver lo que sucedía a su alrededor, como profesor de Teología en la Universidad de Oviedo, decidió acabar su ensayo diciendo: «Mas si mis consejos no aprovechasen para enmienda del abuso, sirvan siquiera para el desahogo de mi dolor».
Finalmente, puede suceder en el mundo complejo y malicioso de las recomendaciones que en algún caso, el recomendante obtenga ciertos beneficios de su actuación si logra situar en un puesto de relieve al recomendado. Quevedo, que debió ver muchas situaciones parecidas a esta, nos lo dijo en verso, que nunca se debe olvidar: «Da los primeros puestos / a parientes y amigos, pues son estos / siervos tuyos y hechuras / las espaldas tendrá siempre seguras».
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