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La ortografía, muestra del individualismo español

La redacción de la Constitución Española de 1978 dio lugar a una serie de vaivenes para decidir si los términos 'nación' y 'patria' debían escribirse con mayúscula o minúscula

Martes, 19 de noviembre 2024, 01:00

La verdad es que con lo que se ha visto, se ve y se verá en nuestra querida España, bien puede decirse que gobernar a ... los españoles resulta un poco dificilillo y, aunque no se hable mucho de ello, ninguno de nosotros lo podemos negar. Los más insignes estudiosos de la psicología del pueblo español, desde hace siglos consideran como nota típica de nuestra manera de ser el individualismo, que nuestro Diccionario de la Lengua Española define como «la tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás o sin sujetarse a reglas generales». Algo que se manifiesta en la falta de solidaridad y la escasa o nula colaboración entre los partidos políticos, aunque ello pueda ser positivo para la nación.

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Tal individualismo es algo que se pudo comprobar al redactar el art. 2 de nuestra Magna Carta, que comienza diciendo: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles…».

Pues bien, el llegar a ponerse de acuerdo sobre la ortografía de tales palabras, Nación y patria, dio lugar a una serie de vaivenes, fruto del individualismo, para decidir si tales vocablos debieran usar la mayúscula para las dos, o la mayúscula para Nación y minúscula para patria, o ambos con minúscula.

A continuación, expondremos el proceso, un poco agitado, seguido en este orden de cosas al redactarse nuestra Constitución de 1978.

a) En primer lugar, se presentó al Informe de la Ponencia una enmienda 'in voce' ante la Comisión correspondiente del Congreso, que, entre otras modificaciones de estilo, solicitó que ambos términos deberían escribirse con mayúscula.

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b) Ello dió pie a la Ponencia a proponer la redacción, que finalmente prosperó, en la que Patria y Nación aparecían escritas con mayúscula.

c) Sin embargo, al leer el señor letrado, como paso previo a la votación, la enmienda últimamente citada, nación aparecía con minúscula y Patria con mayúscula.

d) Pero no acabó aquí la cuestión, ya de por sí llamativa, pues al publicarse los textos aprobados por la Comisión y el Congreso volvieron a escribirse ambas palabras en minúscula, lo que igualmente acontecía al publicarse el Dictamen de la Comisión del Senado.

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e) No hubo más remedio, por tanto, que aguardar al Dictamen de la Comisión Mixta Congreso- Senado, para que definitivamente encontremos la actual versión: Nación con mayúscula y patria con minúscula.

f) Pero el individualismo no se dió por satisfecho e hizo un último y curioso pinito, al publicarse el texto oficial de la Constitución en las «distintas lenguas de España», según lo establecido en su Disposición Final, en que se produjeron curiosas diferentes versiones: la ortografía en cuestión fue la que aparece hoy en los textos castellano, gallego y euskera, pero en la versión mallorquina, catalana y valenciana tanto nación como patria se escribieron con minúscula. Como puede observarse, los gustos, son de lo más diverso para dar satisfacción a los inquietos españoles.

A la vista de todo lo anterior, llegamos al hecho de que el catedrático, que fue de la Universidad de Oviedo hace ya muchos años, don Rafael Altamira, calificó nuestro individualismo como «destructor», detrás del que hay un cierto egoísmo y ambición, que hace surgir un «aislamiento social», particularmente en la clase media, en que subyace una falta de solidaridad en torno a los intereses generales del país.

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Expone aquel profesor, en su libro titulado 'Los elementos de la civilización y del carácter españoles', apoyándose en Reich, que el llamado «éxito de las naciones» consiste, más que en la orientación de las leyes y el carácter orgánico de sus instituciones, en la posesión de ciertas cualidades relativas al sentimiento, al entusiasmo, al desinterés en aras del bien común, a la flexibilidad del espíritu. Notas todas que «no se crean a golpe de decretos, ni con cambio de gobernantes».

Estas palabras escritas en 1927, bien pueden considerarse totalmente actuales, y bien merece la pena, trabajar intensamente para lograr que se hiciese realidad durante los próximos años una nueva orientación de política española.

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