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Marta Álvarez, de Mercería Marta; Alfonso Díaz, de La Pandiella; Begoña Esteller, de Calzados Chimeleta; y Alejandro Ruisánchez, de La Barbería. Raquel Fidalgo
Mi negocio en la calle El Cortijo de Oviedo

«Es la calle más comercial de La Corredoria»

Comercios con más tradición y otros recién abiertos conviven gracias a una clientela fija en este joven barrio

Lunes, 11 de agosto 2025, 07:42

A principios de siglo, La Corredoria aún mantenía rasgos de área periférica: poco más que una carretera de paso y un puñado de casas. En ... 1996 se impulsó un plan urbanístico que permitió que comenzasen a construirse bloques en zonas como Cuatro Caños, La Estrecha y El Cortijo. Precisamente la calle El Cortijo de Oviedo lejos de ser una simple vía en una zona residencial, funciona como el verdadero centro comercial y social de un barrio joven, con más de 20.000 habitantes, que se niega a ser un mero dormitorio. Sus aceras son un hervidero de actividad, donde el comercio tradicional y los nuevos negocios crean un ecosistema único que sobrevive gracias a la clientela fija y a una capacidad de adaptación constante.

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Mercería Marta

Aunque Marta Álvarez lleva año y medio como dueña, su rostro es familiar para los vecinos. «Yo trabajaba con Kati, la anterior propietaria, y cuando se jubiló decidí seguir con el negocio», explica. La clave del éxito de la vía, explica, es su diversidad. «Es la más comercial del barrio. El supermercado que hay aquí hace mucho, y también los colegios, de donde vienen a comprar mandilones, uniformes y botones», detalla. «Hay de todo, desde la misma clientela de siempre hasta gente joven que viene a por arreglos». Incluso el cercano aparcamiento de autocaravanas le reporta beneficios: «Vienen mucho a por arreglos rápidos». Su negocio vive de los ciclos de la vida del barrio. «La época de las graduaciones es un boom». Solo en agosto baja el ritmo, cuando «la gente que queda se va para el pueblo».

Calzados Chimeleta

A pocos metros, en Calzados Chimeleta, Begoña Esteller observa la calle y a sus gentes desde una perspectiva de casi veinte años. «Abrí en 2006, yo trabajaba en televisión, pero me enamoré de esto», recuerda. Su negocio ha sido testigo de la evolución de las costumbres. «Al principio pensé que iba a ser una tienda de niños y ahora son la mitad. Hemos cambiado el hábito de vestir, ya no vamos tan arreglados. Los tacones van bajando y la gente no compra tanto zapato como antes». Pese a los cambios, su veredicto es claro: «Era la calle más comercial y sigue siéndolo. Este es un barrio joven, no del todo dormitorio».

La Barbería

Esa energía atrae a nuevos empleados como Alejandro Ruisánchez, de 29 años, que lleva un año en este negocio. «Esta es la calle más comercial sin duda. Por aquí entra de todo: gente mayor, joven y hasta turistas», confirma. Él mismo es vecino: «Vivo en el barrio y tengo mucha clientela fija». Sin duda, con risas, lo que más le molesta «es que todos me piden el mismo corte de pelo», dice sonriente sin más que añadir a una calle que para él es «perfecta».

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La Pandiella

El crecimiento es una constante. Alfonso Díaz, de la tienda de alimentación La Pandiella, es el mejor ejemplo. «Llevamos diez años y hemos ido de menos a más. Cuando empiezas nadie te conoce, pero vas haciendo clientela», explica. Una decisión clave fue diversificar: «Hace tres o cuatro años pusimos la lotería, y eso nos dio un gran impulso». También se han convertido en un punto de paquetería, una necesidad en el barrio. Empezó solo y ahora tiene tres empleados. Su éxito se basa en escuchar al cliente y ofrecer un producto diferenciador, como el famoso pan que trae cada semana. «Los jueves traemos hogazas de un pan de Zamora excelente. El pan bueno no cambia», afirma. Sin embargo, señala las demandas de la zona: «Falta aparcamiento y se podría hacer porque acera hay de sobra».

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