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En un Oviedo que mira al turismo y con grandes superficies, algunas vías siguen latiendo al ritmo de su comercio local, de sus vecinos y de su clientela fiel. La calle Asturias es una de ellas. En apenas unos metros conviven negocios que suman décadas de historia con otros que apenas llevan semanas abiertos. Todos coinciden en algo: en esta calle «se vive bien» y los negocios encuentran su sitio.
Aromas en flor
Ángel Castro es un buen ejemplo de lo que representa la calle Asturias. Al frente de Aromas en Flor, su floristería, no paró en los últimos días por el Día de la Madre. «Tenemos encargos hasta por WhatsApp, esto es un no parar», cuenta mientras prepara un ramo. «En fechas así apuramos la producción y no cerramos ni el domingo». Conoce bien la calle Asturias. «Trabajé muchos años en otra floristería aquí y decidí abrir la mía en la misma calle, porque es estupenda. De aquí no me muevo», afirma con una sonrisa. Su clientela es fija, vecinal, pero en campañas señaladas el trasiego crece y la floristería se convierte en un ir y venir de encargos. «Cierro en agosto porque no hay nadie ese mes, pero el resto del año la calle tiene mucha gente».
Gretel
Unos metros más arriba otro negocio tradicional sigue escribiendo su propia historia: Gretel, la tienda de ropa infantil que en 2025 celebra ya 50 años. María Artola, que tomó el relevo de su madre, recuerda los orígenes: «Mi madre la abrió en 1975 en la calle Doctor Casal, que era la más transitada de Oviedo». Hace 18 años un cambio de local las llevó hasta Asturias. «Queríamos venir hacia la zona alta de la ciudad, donde los vecinos tienen más poder adquisitivo», explica. El traslado fue una apuesta que salió bien. «Aquí es más tranquilo, no suben tantos turistas, pero la clientela es muy fiel. Gretel es una referencia para muchas madres». Y esa lealtad es lo que mantiene viva a esta tienda, que resiste sin apenas necesidad de publicidad.
Aimakato
La calle también está saboreando nuevos aires. Hace apenas dos meses abrió sus puertas Aimakato, una tienda de comida japonesa que ya es un pequeño fenómeno. César Rodríguez, su dueño, es economista de formación pero cocinero de vocación. «Dejé mi trabajo para montar esto y la verdad es que la respuesta ha sido fantástica, sobre todo de clientes extranjeros, algo que no esperaba», relata. La elección de esta ubicación fue fruto del azar. «Contacté con una inmobiliaria y me ofrecieron este local. El precio no me echó para atrás, no es tan caro como la gente piensa». Ahora, con apenas semanas de vida, ya planea proyectos para dar a conocer Aimakato más allá de las paredes de su tienda. «Aquí me quedaré una buena temporada», asegura con entusiasmo.
Markina
Si hay un negocio popular en la calle ese es Markina, el local regentado por Dani Menéndez, conocido como El loco de las tortillas. Con 20 años de trayectoria, sus tortillas, que se venden por encargo o se degustan allí mismo, han conseguido una clientela que va «de 0 a 99 años», como dice con humor. «Es un lujo ver venir gente de todas las edades, familias enteras», comenta. También agradece un fenómeno poco visible pero crucial: el turismo sanitario. «Son las familias que vienen por tratamientos al hospital y que dejan dinero aquí. Se nota y se agradece». Como sus vecinos de calle, tiene claro que no piensa irse: «Aquí quiero quedarme».
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