En las entrañas de la Historia
Eduardo Matos Moctezuma ·
Por su excepcional contribución al conocimiento de las sociedades y culturas prehispánicasEl pasado y el presente de México tendrían muchísimos vacíos si no fuera por el trabajo que Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940) viene desarrollando, desde hace ya unas cuantas décadas. Este arqueólogo ha cambiado la historia de su país y, sin embargo, su brillante carrera no es fruto de sueños infantiles, sino más bien, de una llama adolescente, cuyo fuego ya nunca se apagaría.
Su apellido de emperador despista, pero realmente su sangre es una mezcla de República Dominicana y Puebla, los lugares de origen de sus padres. Aunque él realmente es de muchos sitios a la vez porque su carácter está marcado por una infancia nómada. Al poco de nacer, se fue a vivir a Panamá y, desde allí, a Venezuela, a Santo Domingo y, nuevamente, a Panamá. Con diez años, le tocó cambiar de aires otra vez –y otra vez por el trabajo de su padre– y la familia se estableció en Honduras. Ese fue su último destino antes de regresar a México.
De vuelta a casa, vivió unos años volcado en la religión y se imaginaba su futuro de la mano de Dios. Su hermano y el despertar a la edad adulta fueron arrancándole, sin embargo, esas ideas de fe, que se esfumaron definitivamente gracias a la literatura de Kafka y de Hermann Hesse. Igualmente, Matos no tenía nada claro su futuro durante el Bachiller, la Arquitectura le llamaba la atención, pero no sabía si tanto como para dedicar toda su vida a ella.
Especial Premios Princesa de Asturias 2022
Fue un amigo el que lo salvó de la confusión, cuando le prestó 'Dioses, tumbas y sabios', de C. W. Ceram. En el primer capítulo de ese libro, hablaban de la civilización egipcia y Matos ya no tuvo dudas: quería ser arqueólogo. Pero, como suele pasar con ese tipo de carreras, su madre le propuso que, además de estudiar para ello, se formara en la Escuela Bancaria y Comercial.
No le hizo caso y se matriculó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y posteriormente se doctoró. Fue catedrático durante más de treinta años, así como director del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social del museo Nacional de Antropología y del Museo del Templo Mayor.
Aunque, donde Matos realmente se siente a gusto, es a pie de campo, donde su trayectoria ha marcado un antes y un después en la historia de México. Comalcalco, Tepeapulco, Bonampak, Teotihuacán –donde excavó la Pirámide del Sol– y la ciudad de Tenochtitlán, con su recinto sagrado y el Templo Mayor, son algunos de los hitos de los que fue parte indispensable.
Con los muchísimos hallazgos que sacaron de allí, Matos ha comprendido la cultura mexica y la azteca y la ha acercado a la sociedad. Sus ritos, sus creencias, sus dioses y su día a día salieron a la luz, gracias a su inagotable trabajo, que dio como resultado más de quinientas publicaciones, entre artículos, reseñas, catálogos, guías, semblanzas y hasta libros.
Todos esos escritos han tenido como recompensa numerosos premios, a los que ahora se suma el Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. El jurado le concedió este galardón por «el extraordinario rigor intelectual para reconstruir las civilizaciones de México y de Mesoamérica, y para hacer que dicha herencia se incorpore con objetividad y libre de cualquier mito».
Él, al conocer que había sido distinguido, reconocía que ve «con enorme satisfacción los frutos de esa tarea, que me permitió conocer nuestra propia historia y cómo esta se unía con la de otros países».
Nada sería igual en México si no fuera por aquel amigo que le dejó un libro y le encendió la llama de su pasión por romper mitos, por buscar su santoi grial particular.
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