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Encuentro. Eduardo Matos conversa con estudiantes en Pola de Lena. Junto a él, la profesora Graciela Álvarez.

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Encuentro. Eduardo Matos conversa con estudiantes en Pola de Lena. Junto a él, la profesora Graciela Álvarez. DAMIÁN ARIENZA
Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales

Eduardo Matos, en busca del arqueólogo del futuro

Entre estudiantes. El Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales viaja al año 7022 para analizar los elementos que describirían la sociedad actual

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Martes, 25 de octubre 2022

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Qué es lo que encontrarían los arqueólogos del futuro, dentro de cinco mil años, de la sociedad actual. Este es el reto al que se enfrentaron escolares de Secundaria de ocho centros educativos de la región -el Colegio María Inmaculada de Laviana; Corazón de María, La Asunción y Patronato San José de Gijón; el IES Juan José Calvo Miguel de San Martín; el IES Alfonso II de Oviedo; y el anfitrión, el Colegio Sagrada Familia-El Pilar de Pola de Lena-. Cada grupo presentó una escena con un tema concreto de actualidad o de identidad cultural, como el coronavirus, la guerra, el deporte o la religión. Los alumnos explicaban el motivo de su elección para poder transmitir el mundo de hoy.

Los trabajos fueron inspeccionados por el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales, el arqueólogo mexicano y padre del Templo Mayor, Eduardo Matos Moctezuma. «Estoy emocionado, impactado y sorprendido. Cuánta imaginación derrochan ustedes en estas presentaciones», manifestaba durante su recorrido por las aulas del centro lenense. «El arqueólogo es lo que hace, remontarse hacia atrás, como se haría en ese año 7022 que se plantea en este ejercicio. Pero no es solo encontrar, hay que interpretar, ver qué es lo que nos dicen los elementos hallados».

Ya en el salón de actos, el gran investigador de Tenochtitlan, la antigua capital de los mexicas, se enfrentó a las preguntas de los estudiantes. ¿Por qué se hizo arqueólogo? El galardonado contó que estaba acabando el Bachillerato y que todavía no tenía decidido su futuro. «Leí un libro, 'Dioses, tumbas y sabios'. Cada capítulo abordaba alguna sociedad de la antigüedad y me apasionó la de Egipto». Fue en ese momento cuando se decidió y se lo contó a sus padres. ¿Químico, médico, abogado? «No, quiero ser arqueólogo. Hubo un silencio espantoso. Y mi mamá me dijo que si no estudiaría en la escuela comercial a la vez. Me daba a entender que me iba a morir de hambre. Se lo conté a un amigo, y me dijo que igual sí, pero que me moriría contento». Fue cuando se matriculó en la Escuela Nacional de Antropología.

Y les lanzó un mensaje claro a los estudiantes: «Lo que más me gustaría es que de entre ustedes surgiera un arqueólogo, que se dedicara a esta profesión que es apasionante, para traer ese pasado al presente». Y añadía: «Y no me he muerto de hambre».

Matos, además de cercano con los estudiantes en Lena, también se mostró humilde. Destacó que el reconocimiento mundial que ha logrado «da orgullo del bueno». Pero destacó, sobre todo, «que este premio es para todos los maestros que me formaron, para las instituciones en las que estudié y para todas en las que pude trabajar como arqueólogo; eso es lo que voy a decir en el discurso del día 28, que este galardón implica gratitud».

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