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Eduardo Mendoza con su habitual estampa sonriente. FOTO: YVONNE ITURGAIZ
Eduardo Mendoza. Premio Princesa de Asturias de las Letras

Teoría y práctica del escritor bienhumorado

Media docena de tesis doctorales analizan la obra del Princesa de las Letras. Transgresión, humor, posmodernidad y Barcelona son sus claves

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 16 de mayo 2025, 18:41

Los premios pueden ser una buena medida de la calidad literaria de un escritor. Y Eduardo Mendoza atesora hasta un Cervantes y es ya Princesa de Asturias de las Letras. Otra medida pueden ser las tesis doctorales, y este barcelonés cosecha de 1943 ha propiciado nada menos que media docena. Mucho decir es si tenemos en cuenta que en el portal Teseo, donde se recogen todas las tesis doctorales en España, solo figura una dedicada a Leopoldo Alas Clarín.

Pero es que, además, solamente esos seis títulos que han requerido horas de estudio para convertir en doctores a sus autores se revela muchísimo sobre el creador. Allá van todos: 'Teoría de la parodia. El mundo narrativo de Eduardo Mendoza'; 'Humor y posmodernidad: el humorismo en la narrativa de (...)'; 'La verdad sobre el caso Savolta (...): cartografía literaria de una ciudad o vivir en Barcelona entre 1917 y 1919'; 'La narrativa de Eduardo Mendoza: Paradigma de la transgresión 1975-1996'; 'La concepción del mundo de Eduardo Mendoza: una estrategia para la postmodernidad', y 'La narrativa de Eduardo Mendoza y la postmodernidad: un análisis textual'.

Recapitulando y resumiendo: Barcelona, posmodernidad, transgresión y humor. Doctores tiene la literatura y ahí están las claves de un autor que tiene un activo más que añadir a su mágica escritura: que sonríe con los ojos, que cae bien, que oírle hablar da tanta alegría como leerle. Eso no está en las tesis doctorales, está en la calle, en las librerías, en las bibliotecas y en la satisfacción colectiva que produce saberle el próximo octubre caminando por Oviedo y hablando en el Campoamor.

Su narrativa

Mezcla el folletín, lo policiaco y lo histórico y lo aliña con la parodia y el disparate

Pero volvamos a las tesis, a la teoría, que a buen seguro el propio Mendoza observa con cierto humor e ironía. María José García, en una tesis presentada en la Universidad de Murcia en 2019, busca en realidad elaborar una teoría de la parodia, pero lo hace sirviéndose de los textos de Mendoza «por su trascendencia en el panorama contemporáneo y su singular tratamiento de lo cómico como posición interpretativa», ha quedado escrito en ese texto que habla también de cómo «la locura, el ostracismo y lo picaresco-detectivesco» están presentes en una disposición «narrativa disgregada y espacio-temporalmente determinada».

Puede que al propio autor le superen análisis tan detallados y sesudos que se adentran con lupa en todo lo escrito. Lo hace Miguel Boto Bravo en la tesis que leyó en 2017 en la UNED y que profundiza en el uso del humor. «El humorismo en Eduardo Mendoza es el resultado a partes iguales de una vocación personal y de la tradición presente desde nuestras primeras manifestaciones literarias, pero principalmente vinculadas al nuevo humor español de vanguardias y al humor tradicional novecentista y de posguerra. A través del estudio narratológico, temático y estilístico de la narrativa de Mendoza desde una perspectiva humorística podremos comprobar el vínculo entre humorismo y posmodernidad, la capital importancia del humor en la configuración discursiva de la ficción mendocina, así como la actualización de los valores artísticos y literarios del humor como componente narrativo en el contexto de la posmodernidad». Ahí es nada.

El homorismo

Es el resultado de su vocación personal y de la tradición de nuestra literatura

Años antes, en 2001 Eduardo Ruiz Tosaus hacía otro complejo análisis de la obra hasta entonces escrita por el barcelonés con un objetivo que acabó por confirmar: «(...) todas las novelas de Eduardo Mendoza se rigen por un mismo parámetro: la transgresión absoluta en aras de un cuestionamiento general de los principios que mueven las sociedades occidentales. La vida en las grandes ciudades como Barcelona, la integración del individuo en la sociedad moderna, los mecanismos de poder y su enfrentamiento con el ser humano, la reinterpretación del hecho histórico o la reinvindicación de la intrahistoria como disciplina que permite un mayor acercamiento a la realidad son puntos de un eje común que es el choque entre la realidad y la ficción o la imposibilidad de la mente humana de acercarse a una única realidad posible».

Los motivos esenciales de su escritura se dejan ver en esa tesis doctoral que se leyó en la UNED. Miguel Herráez Serra, en la Universidad de Valencia, apuntó antes, en 1997, en dirección similar pero de una manera radicalmente diferente en su estudio. Él revela «los calados en la picaresca, el folletín, la policiaca y lo histórico» de sus novelas, además de adentrarse en lo que denomina recursos nacionales que emplea en su construcción literaria. A saber: «El pastiche, la parodia, la descreencia, y los disparates», que son, a decir del autor, «formas de la postmodernidad».

El método de trabajo

«Consiste en empezar y echar para adelante con la idea inicial»

Esa palabra que la RAE acepta con 't' y sin ella [aquí se reproducen los textos tal y como la escriben los autores en sus tesis] y define como «Movimiento artístico y cultural de fines del siglo XX, caracterizado por su oposición al racionalismo y por su culto predominante de las formas, el individualismo y la falta de compromiso social» siempre está presente cuando se habla de Mendoza. Elena Santos Botana, en la Universidad de Barcelona en 1997, llevó igualmente ese término al enfoque de su tesis.

Hay trabajos genéricos y otros más concretos. Mame Malamine Gaye quiso adentrarse en el universo Mendoza desde la perspectiva más académica y llevó a la Universidad Complutense de Madrid una obra, la primera, la que ahora celebra el cincuenta aniversario de su publicación, que es una radiografía de la Barcelona de principios del siglo XX. Fue en 2008 cuando leyó una tesis que revela aspectos claves de 'La verdad sobre el caso Savolta' y lo que supone de rupturista en la narrativa. «Aprovechando las peripecias de la vida cotidiana en la tumultuosa Barcelona del bienio 1917-1919, Eduardo Mendoza nos propone, en su primera novela, un acercamiento entre historia y fantasía, literatura y periodismo, crónica de tribunales y autobiografía, intriga policial y amena crítica». Más ingredientes que añadir a un cóctel siempre múltiple que es mucho más que un retrato de Barcelona: «Son todas 'las españas' (locos, funcionarios, vagabundos, revolucionarios, prostitutas, ricos, pobres, soplones y mirones, etcétera) las que acompañan a Eduardo Mendoza en este peregrinar novelesco. Gente tan abigarrada, de modales y actitudes tan dispares que legitiman el cambio frecuente de lugares, momentos, personajes y temas en la novela». ha quedado escrito.

El filtro

«Desde que empiezo estoy a merced del libro y todo lo que veo pasa por el procesador de la escritura»

Eso dicen otros de un hombre capaz de contar su ciudad a través de los ojos de un alienígena. Él, Mendoza, que escribe a mano, muchas veces con una pluma de su padre, emborrona y corrige, ha dejado dicho que disfruta tanto escribiendo como vagueando y que su manera de crear tiene mucho de dejarse llevar. Las novelas se apoderan de él y son las que mandan. Es metódico y obstinado y también ciertamente un tanto obsesivo en esa práctica de la literatura. He aquí su proceso para parir un libro: «Siempre es el mismo, consiste en empezar y echar para adelante con la idea inicial. Yo trabajo pocas horas, sentado delante del papel, escribo la primera versión a mano, con la pluma que robé a mi padre, porque me gusta luego tachar, ver la construcción, las tripas del libro…, pero todo mi mecanismo de elaboración es rutinario. Desde que empiezo a escribir un libro estoy a merced de él, voy por las calles viendo cosas, leo periódicos para empaparme de la realidad, las noticias de la televisión, el cine, todo eso va pasando por el filtro, procesador de la escritura… Y, a veces, pues uno llega a cansarse mucho de estar todo el día con el libro a cuestas… Pero si no es así, las novelas no saldrían».

Punto y final

«Cuando un libro se termina para mí acaba, mientras que para el libro y para el resto empieza»

Las novelas salen y punto final. Ahí se quedan para los demás. Este hombre que nunca pensó ganarse la vida como escritor no duda: «Cuando termino un libro, no tengo nada más que añadir. Si se me ocurriera algo más, ya lo habría puesto en él. Es cierto que todos los libros tienen un origen y una evolución, pero para mí cuando un libro se publica, se acaba, mientras que para el libro y para los demás empieza: estamos en dos lados distintos del libro».

Barcelonés errante

Nació Eduardo Mendoza Garriga un 11 de enero de 1943 en una familia de funcionarios con orígenes en Asturias. Su abuelo, destinado en Oviedo, conoció a una asturiana de Avilés y ella habría de ser la madre de su padre, Eduardo Mendoza AriasCarvajal, y su abuela. Pero poca vinculación ha tenido con esta tierra el escritor, que se licenció en Derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona, pero pronto se mudó a Nueva York, donde entre 1973 y 1982 ejerció como traductor en la ONU y donde alumbró su primera novela, 'La verdad sobre el caso Savolta'. Cuatro años después llegaría 'El misterio de la cripta embrujada' y en 1982 'El laberinto de las aceitunas', 'Campo de la verdad' y 'Los soldados de plomo'. Pero fue en 1986 cuando vio la luz una de sus obras más emblemáticas, 'La ciudad de los prodigios'. 'Sin noticias de Gurb', 'El año del diluvio', 'Una comedia ligera', 'La aventura del tocador de señoras', 'El último trayecto de Horacio Dos', 'Mauricio o las elecciones primarias', 'El asombroso viaje de Pomponio Flato', 'Tres vidas de santos' y 'Riña de gatos', con el que en 2010 obtuvo el Planeta, forman parte de una narrativa amplia. 'El rey recibe', 'Baroja y yo: por qué nos quisimos tanto', 'El negociado del yin y el yan' y 'Tres enigmas para la Organización' son, asimismo, obras con la firma de quien también ha frecuentado el teatro.

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