La sidra, más cara que nunca

El cálculo era tan fácil como dantesco, para la época, su resultado: si la botella de sidra subía a 300 pesetas, y de cada botella tradicionalmente salen seis tiros, el culín, en el Gijón de 1998, iba a ponerse a diez duros. Lo nunca visto. Ocurría que la cosecha de manzana, sobremanera al compararse con la de 1997, que fue excelente, había sido escasa, y, por tanto, se preveía que la materia prima subiese. Previéndolo, en Casa El Cartero, «uno de los templos de la sidra no solo de Gijón, sino de toda Asturias». ya habían subido cinco duros la botella, de 275 a 300 pesetas. Fue polémico, cuanto más porque hacía muy poco de la última subida de precios.

Aún quedaban chigreros que consentían las 250 pesetas por botella, pero se les hacía cuesta arriba. Se trataba de Jesús Castelao, de Valentín, a quien las 300 pesetas le parecían «un precio abusivo, y va a ser un perjuicio para el negocio, porque los sueldos no han subido igual», y de Modesto Gómez, de Chez Fidel. «Hace tres años, cuando la botella subió a 250 pesetas, ya dije que no era rentable», se quejaba. «La gente ya no viene a las sidrerías a comer, como hacía antes, y vender solo sidra resulta ruinoso, porque, además, un camarero te sale por 250.000 pesetas al mes». Al cambio, hoy estaríamos hablando de un incremento en las botellas de 1,50 a 1,80 euros para sostener un gasto en la mano de obra de 1.500 euros por camarero.

Solo El Globo, de todos los entrevistados por EL COMERCIO, se manifestaba a favor de las 300 pesetas. «Para nosotros, como para los lagareros, la vida sube: sueldos, los impuestos, la luz». Desde Casa Ataúlfo, su propietario se resistía. «Siempre prefiero subir otra cosa antes que la sidra, aunque hay que reconocer que da mucho trabajo». Había que saber escanciarla, exprimir su escaso margen de beneficio, pero para otros hosteleros el problema no era para tanto. Así, Arturo Muñiz, propietario de Casa Arturo, aseguraba poder subsistir con el sobrante del año anterior. «Además, han hecho sidra este año con manzana de fuera de Asturias. A lo mejor en vez de subir tenían que bajar». ¡Qué tiempos aquellos!

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