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Luis Enrique aplaude a la grada durante su etapa como seleccionador. Efe
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Luis Enrique: de Pumarín al olimpo del fútbol mundial con su personalidad por bandera

De la Escuela de Mareo a los Campos Elíseos tras haber sido fiel a unos principios que lo hacen único

Iván García

Gijón

Miércoles, 8 de octubre 2025, 11:03

El 24 de septiembre de 1989 El Molinón asistía, sin saberlo, al nacimiento futbolístico del que iba a ser uno de los más ilustres representantes de su escudo. Luis Enrique Martínez (Gijón, 1970) era el elegido por Chuchi Aranguren para reemplazar a Antonio Sierra, en un duelo que los gijoneses perderían por 0-1 frente al Málaga. «Para mí entrar a El Molinón era... Nunca olvidaré el primer día que vi el césped en un Sporting-Cádiz. Entré por el vomitorio, subí, vi aquello tan verde... Me maravilló. Increíble. Jamás me habría podido imaginar que iba a jugar allí». El Premio Deportes de ELCOMERCIO 2025 recordaba así su primera experiencia en el templo rojiblanco en una entrevista a este diario en mayo, en la víspera de la final de la Champions que conquistaría su PSG.

«Recuerdo que hice una chilena y que fue al larguero. Debutar en Primera y con el equipo de tu ciudad es muy especial». Pocos imaginaban aquella tarde de finales de los ochenta que detrás de ese espigado y flaco delantero con cara de guaje y melena jovial se escondía no solo uno de los mayores talentos del fútbol asturiano, sino el que se iba a convertir, 36 años después, en el mejor técnico del mundo según ratificaron en la última gala del Balón de Oro. En Luis Enrique no hay posturas forzadas ni ambages. Desde la cima del fútbol mundial a la que ha llegado con esfuerzo mantiene la esencia de ese niño que con once años tuvo que hacer las maletas de la Escuela de Fútbol de Mareo para hacerse un camino en el mundo del fútbol. «Era el que mejor entrenaba, el que más corría, el que más goles metía y el que más disfrutaba jugando», recordaba a este diario en una entrevista Ismael Fernández, su entrenador en edad cadete en el Club Deportivo La Braña. En el equipo del barrio gijonés, Luis Enrique se hizo hombre. Regresaría al Sporting siendo ya mayor de edad para ingresar en su filial, donde coincidiría por segunda vez con Abelardo. La primera había sido en fútbol sala, en el extinto Xeitosa. Las vidas entrelazadas de ambos los llevaría tres años después a conquistar el oro olímpico con la Selección Española de fútbol en los Juegos de Barcelona 1992. «De Pumarín somos pocos, pero bien elegidos», bromea 'El Pitu' cuando se le pregunta por las trayectorias de ambos.

Luis Enrique alternó el filial y el primer equipo en su año de regreso al Sporting. «Lo recuerdo como un gran jugador. Un chaval con carácter, pero buen compañero. Nunca dio ningún problema ni se arrugaba ante nadie». En su segunda temporada (y última en Gijón) el Sporting se clasificaría para jugar la Copa de la UEFA. Gracias, en buena medida, a Luis Enrique, quien convirtió catorce goles a las órdenes de Ciraco Cano, asentándose en el primer equipo rojiblanco. Su buen hacer no pasó inadvertido para los grandes del fútbol español. El Real Madrid desembolsó 250 millones de pesetas para hacerse con sus servicios. En Concha Espina darían buena cuenta de la polivalencia del jugador de Pumarín. Delantero, centrocampista e, incluso, lateral. De la casa blanca saldría tras cinco cursos, rumbo al Fútbol Club Barcelona, donde volvería a reencontrarse con Abelardo. En 2004, tras conquistar todos los títulos nacionales en sus ocho cursos en la ciudad condal, Luis Enrique tomaba la decisión de colgar las botas a los 34 años.

Triplete y Selección

«Éramos de las personas que veíamos todos los partidos y que nos gustaba hablar de fútbol», recuerda Abelardo de su época conjunta en las filas blaugranas. «Aunque tiene su vida en Barcelona, él se siente tan gijonés como el que más», prosigue el Pitu.

Con la llegada de Pep Guardiola al banquillo del primer equipo del Barcelona en verano de 2008 a Luis Enrique se le abrirían las puertas de entrenar al filial blaugrana. 19 años después, otro Luis Enrique volvía a nacer. Ahora, el técnico. «El mejor equipo que entrené o, al menos, con el que más disfruté fue el Barcelona 'B'» se sinceraba 'Lucho' este verano. A los mandos del filial culé consiguió el ascenso a la división de plata en su segunda campaña. En su única temporada en Segunda al frente del segundo equipo barcelonista terminó en tercer lugar, despertando la atención de varios clubes de la élite. Roma y Celta serían sus equipos puente antes de regresar, en verano de 2014, al primer equipo del Fútbol Club Barcelona para recuperar la gloria perdida tras la marcha de Guardiola dos veranos atrás. Y lo consiguió. En su primera temporada, conquistó el segundo triplete en la historia del club, levantando la quinta —y por ahora última— Champions de los azulgranas el 6 de junio de 2015, en ese histórico equipo que juntaba en la delantera a Messi, Neymar y Luis Suárez. Casualidades de la vida, un día después, Abelardo y su Sporting lograban el que también es hasta la fecha el último ascenso del club.

Arriba, momento en el que Fabio Capello anuncia su nombre como mejor técnico en la gala del Balón de Oro; a la izquierda, con sus hijos –Pacho y Sira– y su mujer Elena, junto a la Champions; y a la derecha, en el palco de El Molinón, en noviembre de 2022. AFP / Arnaldo García
Imagen principal - Arriba, momento en el que Fabio Capello anuncia su nombre como mejor técnico en la gala del Balón de Oro; a la izquierda, con sus hijos –Pacho y Sira– y su mujer Elena, junto a la Champions; y a la derecha, en el palco de El Molinón, en noviembre de 2022.
Imagen secundaria 1 - Arriba, momento en el que Fabio Capello anuncia su nombre como mejor técnico en la gala del Balón de Oro; a la izquierda, con sus hijos –Pacho y Sira– y su mujer Elena, junto a la Champions; y a la derecha, en el palco de El Molinón, en noviembre de 2022.
Imagen secundaria 2 - Arriba, momento en el que Fabio Capello anuncia su nombre como mejor técnico en la gala del Balón de Oro; a la izquierda, con sus hijos –Pacho y Sira– y su mujer Elena, junto a la Champions; y a la derecha, en el palco de El Molinón, en noviembre de 2022.

Un año después de dejar el banquillo culé en 2017, tras el Mundial de Rusia, Luis Enrique tomaba los mandos de la Selección Española con una papeleta de nuevo nada sencilla, la de enterrar definitivamente a la generación campeona del mundo en 2010 y poner los cimientos de la que estaba por venir. Lo hizo también. De su mano debutaron con la absoluta los Pedri, Gavi, Unai Simón, Nico Williams o Dani Olmo que ahora lideran a la Campeona de Europa. Fue en esa etapa cuando la vida le golpeó con más dureza con la enfermedad y la muerte de su hija Xana, durante la fase de clasificación para la Eurocopa de 2020. Motivo por el que el asturiano se ausentó durante varios meses del banquillo de 'La Roja', al que regresó a finales de 2019. Consiguió recuperar la competitividad de España. Los penaltis le apartaron de la final de la Eurocopa –postergada a 2021 por la covid–, contra Italia. En la Nations League de ese mismo curso, caería también en la final tras un polémico gol de Mbappé en un posible fuera de juego. Tras el Mundial de Qatar, en el que España cayó en octavos, Luis Enrique puso punto y final a su etapa en el banquillo nacional.

Durante su concentración para la gran cita mundialista, Luis Enrique decidió 'acercarse' a los aficionados haciendo todas las noches directos en la plataforma de 'Twitch' donde conversaba con los usuarios acerca de sus impresiones. Fue entonces cuando el técnico asturiano se ganó el cariño de buena parte de la afición, que descubrieron que, tras el gesto serio y muchas veces arisco que 'Lucho' muestra en alguna rueda de prensa, se escondía el Luis Enrique bromista, cercano y transparente. Firme en sus convicciones, intenso y trabajador como el que más. Su documental en 'Movistar' del pasado año, en el que explica que su PSG, sin Mbappé, va a ser mejor el curso que viene se hizo viral cuando el tiempo le dio la razón y los parisinos conquistaron su primer triplete, Champions incluida.

Luis Enrique aterrizó en verano de 2023 en la ciudad del amor, en un momento de inestabilidad dentro de la entidad francesa. Messi y Neymar acababan de partir del club y, tras una década de desembolso millonario de la propiedad catarí, el PSG seguía sin conquistar su primera Champions League. Su estrella, Kyllian Mbappé, amenazaba cada verano con partir rumbo al Real Madrid –como terminaría ocurriendo el verano pasado–. En esa tesitura, el director deportivo Luis Campos depositó en Lucho la consigna de conseguir lo que ninguno de sus predecesores habían hecho. La 'orejona', como se conoce por su inconfundible forma a la Champions, le había sido esquiva a Mauricio Pochettino, Thomas Tuchel, Unai Emery o Carlo Ancelotti, entre otros.

De nuevo, Luis Enrique iba a ser el encargado de bañar en gloria al club parisino. Tras quedarse a las puertas de la final de la Champions en su primer curso cayendo en semifinales ante el Borussia Dortmund, el PSG estrenaría el nuevo formato de la Copa de Europa coronándose en Múnich tras un largo camino, apeando a Brest, Liverpool, Aston Villa y Arsenal en las eliminatorias. Con la goleada en la final al Inter de Milan (5-0), Luis Enrique volvía a tocar el cielo futbolístico diez años después, conquistando su segundo triplete y dando al PSG lo que en más de una década de inversión de Nasser Al-Khelaïfi nadie había logrado: ganar una Champions. El secreto estaba en ser un equipo. Para eso, nadie como Lucho.

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