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Diamantina Rodríguez, a punto de soplar las velas de su tarta de cumpleaños. PABLO NOSTI

El siglo de la matriarca de la tonada

Diamantina Rodríguez cumple cien años rodeada del afecto y la admiración de las nuevas generaciones de la canción asturiana

AZAHARA VILLACORTA

NOREÑA.

Lunes, 21 de septiembre 2020, 00:31

Una barra de labios. Diamantina Rodríguez (Vil.laxime, Quirós, 1920), pionera, decana, matriarca de la tonada, cantadora en un tiempo en el que las voces femeninas eran una rareza, acaba de cumplir cien años entre visitas y felicitaciones de sus vecinos quirosanos -con su alcalde al frente, al que también se sumó el regidor mierense, Aníbal Vázquez-, flores, tartas, velas, cronistas oficiales, diplomas y, sobre todo, el amor y la rendida admiración de las nuevas hornadas de la canción asturiana.

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«Pero ella solo pidió un regalo: una barra de labios. Eso sigue siendo sagrado», cuentan antes de que le retoquen el carmín para las fotos las trabajadoras de la residencia del ERA de Noreña, donde vive la voz de diamante, «uno de los personajes más queridos y respetados» que ha dado la música asturiana, afirma el escritor y gestor cultural Ismael González Arias.

Hubo agasajos, sí. «Pero cinco duros no me los dejaron», bromea esta leyenda que, con su siglo y sus achaques a cuestas, no ha perdido la coquetería ni el sentido del humor a lo largo de una vida cuajada de adversidades: del abandono de su padre cuando solo era una niña a la Guerra Civil, pasando por varios abortos y un marido alcohólico del que enviudó sin tener descendencia.

Y, en mitad de la tierra, dura como el pedernal y «buena como pocas» -dicen en la residencia-, Diamantina, mandando en la asturianada, que, como explica González Arias, «al igual que el fado y el flamenco, es un género en constante evolución. Y en todos ellos existen personas que marcan hitos».

«Diamantina Rodríguez es una. Una de las madres de la tonada. Y lo es por muchas razones: porque renueva el género, porque compone nuevas canciones, porque se atreve a cantar al piano, porque es capaz de dedicar un disco a alguien que está en el exilio como Eduardo Martínez Torner, el gran folclorista. Y, con todo ello, en suma, porque crea escuela. Y con esa escuela está invitando a la gente de las nuevas generaciones a atreverse, como ella se atrevió, a hacer cosas diferentes».

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«Conocerla es un auténtico lujo. Es una mujer sabia y divertida y recuerdo con infinito cariño cada conversación con ella», confirma Marisa Valle Roso, hoy convertida en la estrella del género, que admite sin ambages: «Diamantina está sin duda entre mis referentes. Fue una mujer valiente en su época, con carácter y una voz imponente, con muchísima fuerza, personalidad y versatilidad».

Valle Roso, considerada la gran renovadora actual de la tradición, siguió como tantos otros la estela marcada por la quirosana, estudiándose «al dedillo» cada giro de algunas de las canciones que «brillaron en su voz, porque no había otra que las cantara como ella». Y, al oír aquellos títulos que ella volvió inmortales, Diamantina Rodríguez se arranca sin pensarlo con 'Arboleda bien plantada', quitándose importancia: «Ya nun merez la pena escuchame. Parezco un gatu miagando».

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