Pedro Mora | Presidente de la Plataforma Tecnológica Española del CO2 (PTECO2)
«Asturias es la segunda comunidad con más emisiones de difícil abatimiento»«España debería tener como objetivo la captura y almacenamiento de 5 millones de toneladas de CO2 en 2030. Vamos tarde, pero se puede»
Sostiene Pedro Morán, presidente de la Plataforma Tecnológica Española del CO2 (PTECO2), que Asturias es uno de los lugares de España con más potencial «para el desarrollo industrial del futuro». El jueves estará en Oviedo en el 'Workshop Tecnologías CAUC en Asturias' que la plataforma organiza en colaboración con la Consejería de Transición Ecológica, Industria y Desarrollo Económico y la Agencia Estatal de Investigación (AEI) para hablar de las tecnologías de captura, transporte, almacenamiento y usos y transformación del CO2 (tecnologías CAUC). El objetivo es «sensibilizar sobre la necesidad de desarrollo de estas tecnologías para lograr la descarbonización en toda la UE, en España y en Asturias».
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–¿Qué papel deben tener las tecnologías CAUC en el proceso de descarbonización?
–Aproximadamente el 20% de las emisiones de la UE son de CO2 de difícil abatimiento. Es decir, proceden de emisiones de proceso o de combustión de alta temperatura que no es electrificable ni sustituible por hidrógeno o biomasa. Para ese 20%, la única solución son las tecnologías de captura, transporte, usos y almacenamiento de CO2. Son tecnologías maduras y seguras, pero caras. La UE ha decidido que hay que utilizar todas las tecnologías disponibles para llegar a una neutralidad climática en 2050.
–¿Y en qué momento está esta tecnología? ¿Puede ser ya económicamente viable?
–Estas tecnologías requieren inversiones enormes. Probablemente es el último escalón, y el más caro, para conseguir esa neutralidad. La UE ha acordado que tanto la Unión como los diferentes Estados deben desarrollar sus estrategias de cuantificación de CO2 de difícil abatimiento, sus capacidades de almacenamiento geológico, cómo diseñar esa red de transporte de CO2, los ceoductos y cuáles son los posibles usos para no tener que almacenar la totalidad del CO2 que se capture. Necesitamos una curva de aprendizaje. Por eso la UE las está apoyando a través del Fondo de Innovación, con grandes inversiones, y también pide a todos los Estados que desarrollen su estrategia para apoyarlas. Son proyectos de larga duración; tardan entre seis y ocho años en poder estar activos. Por lo tanto, tenemos que empezar ya. La Unión Europea ha planteado que en 2030 tiene que haber cincuenta millones de toneladas de CO2 capturadas y almacenadas geológicamente para poder llegar al objetivo de unos 400-450 millones de toneladas en 2050.
–¿Y qué parte le correspondería a España?
–España supone como el 10% de las emisiones de difícil abatimiento de la UE. Deberíamos tener como objetivo la captura y almacenamiento de cinco millones de toneladas de CO2 en 2030 y aproximadamente unos cuarenta millones en 2050. Es un trabajo duro, pero que hay que hacer.
–¿Vamos tarde o todavía hay margen para llegar a ese objetivo?
–Vamos tarde, pero podemos llegar. Necesitamos acelerar. Necesitamos una estrategia de país. Italia, Dinamarca, Suecia, Alemania, Reino Unido, Noruega u Holanda llevan años trabajando en el desarrollo de estas tecnologías. Son países que consideran que en 2030 tienen que estar ejecutando ya esa captura y almacenamiento. Aquí nos quedan solo seis años. Deberíamos ir muy deprisa. Con apoyo estatal, con una hoja de ruta (como se ha hecho con el hidrógeno) y con la colaboración de las comunidades autónomas, se puede lograr.
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–¿Ha influido la posición del Ministerio para la Transición Ecológica en que su desarrollo no haya sido tan rápido aquí como en esos países que menciona?
–Sí, probablemente el ministerio ha tenido sus dudas. Es cierto que nuestra Administración quiere que estas tecnologías se apliquen a las emisiones de CO2 de difícil abatimiento. En la revisión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima de España (PNIEC), se mencionaban como medidas de mitigación en la industria. La Comisión Europea, tras evaluar el plan, indicó al Gobierno español que debía profundizar más. Llevamos un par de años de retraso, dos años en los que la situación no ha sido favorecedora para que aceleremos por los distintos procesos electorales que hemos tenido, pero tenemos la esperanza de que en el PNIEC definitivo que se va a enviar a Bruselas el 30 de junio se haga caso a las recomendaciones de la UE y se profundice en el despliegue de las tecnologías CAUC.
Oposición ecologista
–¿Y a qué responde la oposición de los ecologistas?
–Responde a la historia. Los ecologistas siempre han entendido que la mejor vía para descarbonizar la energía eléctrica era la de las renovables. Para el sector eléctrico eran más competitivas, porque las CAUC son energías caras. Por eso hemos seguido un camino que ha llevado a cerrar centrales de carbón y sustituirlas por energías renovables. Quizá del pasado viene algún mensaje de 'oiga, no quiero que estas tecnologías sirvan para el mantenimiento de los combustibles fósiles'. Pero esto es algo totalmente superado. En la última COP, uno de los grandes acuerdos, avalado plenamente por la industria, fue el abandono de los combustibles fósiles de forma progresiva. La industria española emite en total en torno a 62 millones de toneladas de CO2 y, aproximadamente, entre 38 y 40 millones de toneladas son CO2 de difícil abatimiento. No estamos hablando de perpetuar el uso de combustibles fósiles, sino de algo distinto, de una aplicación para unas emisiones que, aunque no se utilizasen combustibles fósiles, seguirían existiendo.
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–¿Qué proyectos son los que están más avanzados?
–Tenemos un nivel avanzado en la parte de innovación: hay proyectos, como plantas piloto, ya funcionando en Asturias, en la central de La Pereda, con una patente del CSIC; también en Cataluña, en La Rioja, en Almería... Hay más de siete proyectos sobre captura, transporte y almacenamiento presentados al Fondo de Innovación Europeo. Y ahora lo que estamos esperando es que haya una estrategia estatal porque, en el fondo, esto son infraestructuras estratégicas de país para el mantenimiento de la industria. Hay que ser claros. En un futuro próximo no habrá industria si no es descarbonizada. Y recuerdo que dos tercios de las emisiones de la industria son de difícil abatimiento. Por lo tanto, tenemos que aplicar tecnologías para descarbonizar estas emisiones porque si no, no solo perderemos la industria que tenemos, sino que dificultaremos que la industria que tiene que usar ese CO2 se aproxime a nuestro país. Tenemos que ir abandonando progresivamente la materia prima fósil (gas, petróleo, etcétera) y sustituyéndola por CO2 capturado. Estoy hablando de poder hacer combustibles sintéticos, plásticos, toda esa cadena de valor de la industria petroquímica que es fundamental y que liga con la economía circular.
–¿En qué posición diría que se encuentra Asturias con respecto al resto del país y de Europa?
–Asturias tiene una posición clave por dos motivos. El primero porque, al ser un región con una industria básica potente, es la segunda comunidad autónoma, tras Cataluña, con más emisiones de difícil abatimiento. Por lo tanto, para su neutralidad, tendrá que aplicar estas tecnologías sí o sí. Por otro lado, está en una posición de conocimiento muy buena: hay centros de investigación, como el Incar, del CSIC, y hay desarrollo e innovación por parte de empresas privadas (cementeras, siderúrgicas, químicas, cal... incluso de fabricación de bienes de equipo). Por tanto, tenemos la tecnología y tenemos el conocimiento. Pero mientras no tengamos esa red de transporte y almacenamiento geológico profundo es difícil que alguien quiera invertir porque no sabe qué va a hacer luego con el CO2. Asturias está en una buena disposición, pero necesita, igual que el resto de España, que haya una estrategia con unas infraestructuras globales que den ese servicio que se requiere.
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–¿Y veremos aquí algún posible almacenamiento geológico?
–Eso no soy yo quien lo puede decir. El Instituto Geológico y Minero de España hizo un trabajo hace unos años identificando estructuras geológicas potencialmente seguras y viables para el almacenamiento. Salieron 103 'on shore', en territorio continental. Además, se conocen otras tres o cuatro 'off shore' viables. Serán los científicos y los técnicos los que, ligados a nuestro liderazgo como país, decidan dónde tienen que estar esos almacenamientos de CO2. Le diré una cosa: Enagás hizo una 'call for interest' en enero preguntando a empresas su interés por el transporte de biogás, hidrógeno y amoniaco verde y de CO2 y aparecieron empresas que aportaban once millones de toneladas de CO2 de difícil abatimiento a las que les gustaría tener un ceoducto que las uniera con los puntos estratégicos de almacenamiento y usos. Es decir, hay una voluntad empresarial por descarbonizarse, por capturar ese CO2. Ahora hay que desarrollar la estrategia para las infraestructuras críticas.
–Se prevé que en el puerto de El Musel entre en funcionamiento en 2026 una planta de metanol que funcione con dióxido de carbono ya capturado por la industria del entorno. ¿Podemos tener tan pronto ejemplos de captura de CO2 a gran escala?
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–En plantas piloto, haciendo modularmente el desarrollo, pudiera ser. No es fácil. Creo que poder tener grandes cantidades de CO2 capturado va a llevar unos años, pero la ventaja de estas tecnologías es que pueden ir aplicándose de una forma modular. Ojalá sea posible llegar a esas fechas.
El caso de Arcelor
–ArcelorMittal, que había anunciado el apagado de sus hornos altos en Europa de forma que se sustituyeran por plantas de reducción directa del mineral de hierro, con menos emisiones, está virando su estrategia y apuesta ahora más por la captura de CO2. ¿Es un síntoma de que algo está cambiando?
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–Probablemente están viendo que la madurez de estas tecnologías y su competitividad puede hacer más viable su negocio en los próximos años.
–¿Puede salir adelante el proyecto 'Pycasso' para almacenar CO2 en los Pirineos, en el que participa precisamente Arcelor?
–Es muy probable que salga adelante, pero desconocemos los plazos. Probablemente, igual que el proyecto italiano 'Rávena', los de Dinamarca o los de Reino Unido o Noruega, pueda tener un interés grande para las empresas emisoras, pero también debemos contemplar que la industria al final está más cómoda donde tiene los recursos cerca. Lo que estamos promoviendo es que España se dote de infraestructuras competitivas que hagan que la industria valore permanecer o incrementar su presencia aquí. Es la clave. ¿Qué sentido tiene tener una industria donde no hay infraestructuras estratégicas?
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–Más allá de la industria pesada, ¿qué oportunidades cree que puede tener Asturias en el desarrollo de la cadena de valor de la captura, transporte, reutilización y almacenamiento del CO2?
–Enorme. Asturias es una región con una mentalidad industrial potente, con un conocimiento tecnológico importante, con unos procesos de innovación a la altura y con una industria que cree en la sostenibilidad. Por lo tanto, puede ser una región no solo pionera e innovadora, sino estable a la hora de consolidar su industria y de atraer a esta nueva industria de la transición. Asturias tiene una oportunidad con esta transformación.
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