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Extrabajadores de la Ciudad de Vacaciones, en una foto de familia, en el hotel Piedra. :: JORGE PETEIRO
CARREÑO

120 historias sobre Perlora

Más de un centenar de extrabajadores de la ciudad de vacaciones llegados de distintos puntos del país se reúnen en la parroquia

E. RODRÍGUEZ

Domingo, 21 de octubre 2012, 09:42

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El año pasado fue un éxito y quisieron repetir. Los extrabajadores de la Ciudad de Vacaciones de Perlora se reunieron ayer en el hotel Piedra de la parroquia para celebrar su segundo encuentro anual, consistente en una comida de hermandad. En esta ocasión, fueron menos -unos 120 frente a los 180 de 2011-, pero igualmente disfrutaron de la jornada, plagada, sobre todo, de «muy buenos recuerdos», tal y como señaló Ramón Fernández, 'Solo', uno de los organizadores. Y es así, porque, para la inmensa mayoría, el primer trabajo que tuvieron fue el de la residencia. «Fue una escuela de aprendizaje, pero también de vida», añadió 'Solo', como le gusta que le traten. De la Ciudad de Vacaciones «salieron noviazgos, que después se convirtieron en matrimonios consolidados», pero, principalmente, fue el origen de numerosas trayectorias profesionales, muchas de ellas vinculadas a la hostelería. Multitud de jóvenes -especialmente de los valles del Nalón, del Caudal y del Aller y del pueblo leonés de Gordoncillo- llegaron en los años sesenta a Perlora dispuestos a labrarse un futuro.

Según relata 'Solo', «nuestro trabajo era una gran ayuda para nuestras familias» y recuerda cómo «había gente de Candás y de Luanco que no quería trabajar aquí. A las mujeres las llamaban 'marmotas', por estar sirviendo. Parecía una deshonra, y luego, al final, se mataban por venir». Ayer, antiguos empleados llegados desde Valladolid, Segovia, León, Madrid y Bilbao, entre otros lugares, recordaban algunas de estas anécdotas. Una mujer, venida desde la capital vallisoletana y que se incorporó al personal del complejo residencial en 1969, se aproximó a ver las instalaciones. «La he visto llorar de pena», decía 'Solo'. «Conoció la residencia en pleno apogeo cuando tenía 17 años, y ver que ahora los chalés están llenos de maleza... cabrea. Ése es el sentimiento que tenemos todos», concluyó.

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