«Los controladores aéreos no somos ningunos privilegiados»
«No cobramos millones, estamos diez horas solos hasta el punto de mear en botellas, y si pasa algo nos espera cárcel o más de 100.000 euros de multa» Ray Rodríguez y Marco Pidal, los veteranos de la torre asturiana, temen por el futuro del sector
CHELO TUYA
Domingo, 11 de agosto 2013, 12:29
«¿El Ferrari? Hoy no lo trajimos». Ray Rodríguez y Marco Pidal tiran de socarronería para responder a la pregunta/acusación planteada en más ocasiones desde 2010: ¿Son los controladores aéreos unos privilegiados que cobran nóminas millonarias y no atienden órdenes?
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Estos dos profesionales asturianos, los más veteranos de la torre de control del aeropuerto de Asturias, con 28 y 25 años de experiencia, respectivamente, a sus espaldas, ya son capaces de sonreír ante la pregunta, pero siguen sin estar convencidos de que salga su foto en ésta, la primera entrevista que conceden. «No por oscurantismo, es que hemos sufrido mucho. La presión fue brutal. Llegamos a no poder decir a qué nos dedicábamos. Perdimos amigos. Muy duro».
Se refieren al protagonismo que este colectivo obtuvo en 2010. La eterna fama de profesionales bien pagados que, como a los pilotos, siempre rodeó a los controladores aéreos -1.800 operativos en todo el país, de ellos 10 en Asturias- alcanzó sus cotas más altas en febrero de aquel año. Tras meses de tira y afloja con AENA vieron cómo el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero tomaba una decisión inédita en la España democrática: suspender, vía real decreto, su convenio y modificar tablas salariales -a la baja-, jornada de trabajo -al alza- y las condiciones laborales en su conjunto.
«Se dijeron muchas mentiras. Los controladores aéreos no somos ningunos privilegiados», asegura Rodríguez. Es él quien afirma que «no cobramos millones». La nómina media ronda los 3.000 euros. «Por trabajar 10 y 12 horas, muchas de ellas solos. El que entra de tarde puede salir a las 2 de la madrugada y está solo desde las 15.30. No podemos movernos del fanal y, aunque pueda parecer exagerado, hubo veces de mear en una botella. Esa es la realidad».
Pidal reivindica. «¿Que las nóminas son elevadas? ¿Comparadas con qué? ¿Con la responsabilidad que tenemos? De nosotros depende la operatividad del aeropuerto, la seguridad de las operaciones y la vida de muchas personas cada día». Rodríguez continúa: «Si pasa algo nos enfrentamos a cárcel o a multas de más de 100.000 euros. Porque, la Ley de Seguridad Aérea no diferencia entre personas físicas o jurídicas. A nosotros, como a los pilotos, nos pueden poner la misma multa que a una compañía aérea. Una multa que no pagas en la vida».
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«En aquel puente se trabajó»
Ambos creen que «nosotros no pusimos nunca una pistola en el pecho a AENA para que nos pagara más. Fue ella la que, durante años, prefirió pagar horas extra a contratar. Desde 2006 no hay oposiciones a controladores y cuando creció el tráfico aéreo, se nos dijo: 'trabajad más, que se os pagará mejor'. De hecho, las pocas incorporaciones que ha habido en la torre de Asturias llegaron cuando nos negamos a realizar más horas extra».
En su guerra abierta con los mitos sobre su colectivo, Ray y Marco -«es como nos conocen todos»-, tienen un claro objetivo: «Las falsedades que se dijeron aquel puente». 'Aquel puente' es el de diciembre de 2010, cuando el espacio aéreo del país se cerró y las torres fueron militarizadas. Miles de personas quedaron tiradas en aeropuertos y el sector turístico habló de pérdidas millonarias. «Se dijo que nos pusimos todos enfermos a la vez. Eso no es verdad. En Asturias, la compañera que le tocaba estaba trabajando y fue la primera sorprendida cuando le llegó la orden de AENA desde Madrid: 'rate cero'. Es decir, nadie vuela. Aquí quedaron atrapadas Air France y de EasyJet sin motivo».
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De hecho, en Asturias el fiscal ni siquiera llegó a pedir la apertura de diligencias. Ambos aseguran que «los jueces que ya han cerrado la instrucción, los de Tenerife, Málaga, Santiago y Bilbao, están confirmando nuestra versión. Ni hubo huelga salvaje ni nosotros cerramos el espacio aéreo. Un juez de Santiago sacó los colores a la empresa. Le dice que sólo le faltó poner de guardia a fallecidos: había recurrido a personal de baja por maternidad y al de descanso».
Unas respuestas judiciales favorables a los controladores que están llegando ahora, tres años después de lo sucedido, pero sin el tirón mediático del cierre del espacio aéreo y la militarización de las torres. Que llegan, también, en un contexto económico diferente, con una reforma laboral que afecta a todos y que hace pensar a los controladores que «de aquellos polvos, estos lodos. Nosotros fuimos los primeros. Luego, todos».
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Haber desaparecido de los focos no es sinónimo de tranquilidad. Ray y Marco reconocen que «nada ha vuelto a ser igual». Tanto que, pese a que se confiesan apasionados de su trabajo, ninguno lo recomienda. «¿Controlador? Nosotros somos hijos de obreros de Ensidesa, pasamos una oposición dura donde exigían licenciatura y nivel de inglés. Ahora obligan a pagar 60.000 euros por un curso que no garantiza el empleo. La minoría que logre trabajo en una torre privatizada cobrará 1.500 euros al mes y si se quiere ir, tiene que pagar ocho meses a la empresa como indemnización. No se lo recomiendo a nadie».
«Vinimos ganando menos»
Pese a ello, la vocación sigue ahí. Su discurso crítico no oculta la pasión que ambos reconocen por la torre asturiana. «Vinimos a Asturias voluntariamente, conscientes de que ganaríamos menos. Estábamos en centros de control con mucho más sueldo, pero apostamos por nuestra tierra y por disfrutar de la familia». Algo que, aseguran, no es exclusivo de ellos. «En la torre de Asturias todos piensan igual».
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Además, no sólo llegaron para quedarse, también para transformarla. «El espacio aéreo que nosotros nos encontramos era el organizado para cuando el vuelo que entraba era el que salía una hora después. Con el jefe de la torre, trasladamos nuestra experiencia -en Gran Canaria, ambos, aunque Ray estuvo también en Barcelona- para diseñar el espacio aéreo actual».
Un espacio aéreo formado por seis aerovías diferentes, y que disponen del moderno sistema de multilateración -10 antenas, de las que 6 están ubicadas en la pista y el resto en Cabo Peñas, Pico Gorfolí, Picu San Martín y Cudillero- que convierten la torre asturiana en una de las mejores del Norte. Y ellos la defienden con uñas y dientes contra el plan de traslado a Madrid, desvelado por EL COMERCIO. «Llevar el control aéreo a Madrid es un proyecto que, por razones económicas, ahora está en un cajón. Pero existe».
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En su opinión, que «controladores que desconocen las especiales características de la región», controlen el aterrizaje y despegue en Asturias ubicados en una sala en Madrid es «una locura, porque este aeropuerto es muy complicado, tanto orográfica como meteorológicamente». Una prueba es la reticencia de algunas compañías a utilizar el ILS-III -el sistema de aterrizaje sin visibilidad- «que funciona perfectamente, pero que nadie puede obligar a utilizar».
Con un ambiente de trabajo «magnífico en el que todos nos llevamos muy bien», y con momentos «espectaculares, como el Festival Aéreo de Gijón», con 16 aparatos bajo su control, aún reivindican más responsabilidad para la torre. «Hemos pedido que nos dejen guiar los aviones con el radar de multilateración, aunque sólo sea en casos de emergencia, para que el piloto pueda despreocuparse». Una petición aún no contestada, pero que sigue sobre la mesa. «Para que luego digan que no queremos trabajar».
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