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La profesora Mirta Morán, con el nuevo cartel del colegio durante el homenaje, en Guimarán E. C.

Guimarán-Valle rinde tributo a cuarenta años de docencia

El colegio de esta zona de Carreño llevará el nombre de Mirta Morán, cuatro décadas volcada en la escuela rural

Pilar Gutiérrez

Guimarán

Domingo, 13 de julio 2025, 19:05

«Es toda una vida en este colegio, un baño de cariño que me quita las palabras». La maestra Mirta Morán, a las puertas ... de su jubilación, cuenta con emoción el homenaje que le dedicaron hace dos semanas todos sus alumnos del Colegio Público Guimarán-Valle, en Carreño, donde ha pasado sus últimos 40 años como docente «trabajando codo con codo con las familias».

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Cuando empiece el próximo curso, en septiembre, el centro pasará a llamarse formalmente Colegio Público Mirta Morán (Guimarán-Valle), una decisión que para la aún profesora fue «toda una sorpresa», confesando que le da «mucha vergüenza» pero que ella lo ve como un «baño de cariño» que llevará consigo, manteniendo el firme propósito de seguir vinculada al colegio aún después de su jubilación.

El acto tuvo lugar en lo que en teoría iba a ser una fiesta de fin de curso. Finalmente, en el centro se presentaron no sólo todo el alumnado de este colegio rural –especialmente el de Infantil, al que ella da clase– sino también las familias.

Estrecha relación

De hecho, dijo Morán, «algunos de los padres de los niños fueron alumnos míos, así que la relación es muy estrecha». Durante el acto se leyeron cartas, y se tuvieron presentes todas las vivencias de Morán en la parroquia, donde siempre ha estado «muy unida a la comunidad».

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El colegio ha sido una constante en su vida, «siempre en la cabeza» de una manera u otra. Estos años le han servido para acumular mucha experiencia en docencia y pedagogía, ganada gracias a los muchos «beneficios» que ofrece una escuela rural.

Su primera experiencia como profesora fue en Gijón, donde estuvo siete cursos en el colegio Lope de Vega, en la Calzada, dando clase de Primaria. La plaza definitiva se la dieron después, en 1985, cuando entró en el Guimarán-Valle, donde poco después empezó a dar clases de Infantil.

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Fue entonces cuando llegó a la conclusión de que «había que cambiar el chip y aprovechar el entorno».

Gracias a ello, participó «en el laboratorio humano más increíble», vio lo positivo de tener un alumnado de diferentes edades.

Esto fue así durante sus primeros años en Guimarán, hasta que el centro se dividió en dos aulas diferentes: Infantil y Primaria. Y aún así supo mantener nexos entre ambos grupos.

«Resulta una experiencia enriquecedora», defiende Morán, que asegura que de haber pasado después a un colegio urbano habría tratado de extrapolar el día a día del colegio rural agrupado en la medida de lo posible.

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Después de todos estos años, quienes fueron sus alumnos recuerdan con cariño sus clases y las horas de juego en el patio. Allí, a partir de ahora, hay una placa con su nombre junto al árbol que plantó «hace mucho tiempo», donde «siempre juegan y jugarán los niños».

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