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Julio Bruno se estableció en Reino Unido en 1993. E. C.
Asturianos en la diáspora: Reino Unido

«La niebla de Londres es un mito»

El empresario gijonés Julio Bruno está al frente del restaurante Soleado que ofrece cachopos y fabadas en el corazón del Reino Unido

ANA RANERA

GIJÓN.

Domingo, 11 de agosto 2024, 02:00

Julio Bruno (Gijón, 1965) se siente en Londres como en casa y por eso tiene que accionar la maquinaria de la memoria para recordar ese instante de 1993 en el que se instaló en la capital británica. Aquel día puede que lloviera sobre el Big Ben o puede que no porque este empresario tiene claro que «lo de la niebla en Londres es un mito». Está convencido de que esa bruma es una leyenda antigua, al igual que la extendida creencia de que, por esos lares, se come mal. «Es mentira, esta ciudad ha cambiado muchísimo. Es cierto que, cuando yo llegué a finales del siglo pasado, no había restaurantes buenos y asequibles, pero a finales de los noventa se empezaron a abrir sitios increíblemente buenos», asegura.

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De hecho, Bruno tiene claro que «hoy en día Londres es una capital culinaria mundial», en la que hay «estrellas Michelin por todos lados y una variedad importantísima». Entre toda esa oferta, está Soleado, el restaurante de gastronomía asturiana que este gijonés abrió hace unos meses y en el que comparte aventura con el cocinero Marcos Morán y con el empresario Javier Fernández Hidalgo. Son una tríada curiosa, que dan un paso más en sus carreras después de una larguísima trayectoria laboral.

En el caso de Bruno ya había sido «CEO de Time Out» y además es «presidente de Mercato Metropolitano, un mercado comunitario sostenible». Eso no es todo: es fundador de BeBeMe, «una marca de enotecas situadas en lugares emblemáticos de Londres», explica e indica que «a raíz de BeBeMe, pensé en abrir CoMeMe, que acabó resultando ser Soleado, un restaurante especializado en la gastronomía asturiana».

Tenía ganas Julio Bruno de llevar platos de cuchara como la fabada a Reino Unido y no se equivocó al hacerlo porque «los comensales flipan con la receta de Casa Gerardo que es la mejor». No es lo único que hace que a los clientes se les haga la boca agua porque también son un éxito las verdinas y los quesos azules. «La calidad es la misma que tendrías si estuvieras en el Principado, los precios son muy buenos y el sitio es espectacular porque estamos en una iglesia desacralizada en el exclusivo barrio londinense de Mayfair».

Un lugar idílico al que pronto se le sumarán otros porque, según adelanta el empresario gijonés, ya están en conversaciones para llevar el negocio hasta Marrakech, entre otros muchos lugares. «Posiblemente en un futuro no muy lejano el restaurante esté en más sitios», se enorgullece.

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En cada uno de esos enclaves, Bruno aprenderá sobre distintas formas de relacionarse con la comida, aunque ya es totalmente consciente de que la pasión que tenemos en España por la mesa y el mantel es muy difícil de igualar. «En Londres socializan de una manera distinta a la de nuestro país», apunta. «A Soleado vienen muchos españoles y, después de comer, te piden una copina, sin embargo, la mayoría de los ingleses comen y se van, sobre todo por semana que vuelven a trabajar».

No son ellos partidarios de las sobremesas que se alargan hasta bien entrada la tarde, sino que prefieren aprovechar el tiempo de otras maneras. Y eso que «Londres es una ciudad tan cosmopolita» que se puede ver prácticamente de todo.

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Tiene muchas ventajas la capital británica, aunque le faltan algunas bondades muy asturianas como los paisajes espectaculares. «La belleza del Principado es tan bestial que cada vez que llego de viaje alucino con sus mil verdes, es que me llenan el corazón».

Tanto le gusta al empresario nuestra geografía que está contando los días para aterrizar en nuestra región. «En una semana o dos estaré en Gijón porque tengo a mi familia allí», cuenta. Y su gente no es el único motivo por el que Julio Bruno viene habitualmente a Asturias, sino que también se acerca dos veces al año para hacer ayunos en las montañas. «Voy con un grupo de gente, nos alojamos en albergues y recorremos los montes, así que me conozco bastante bien nuestra región».

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En esos paseos en los que purifica su cuerpo y su mente –a base de agua y zumos–, toma conciencia de que, aunque su vida lo ha llevado por derroteros muy diferentes, su corazón es asturiano. «Yo nunca estoy en un lugar para siempre, pero sé que Asturias siempre va a ser mi casa». Y al hogar uno siempre vuelve, por mucho que los años pasen y que la vida cambie y te haga también un poco londinense.

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