Roger Campione, ayer, en Oviedo.

«El 'caso Andrea' no fue eutanasia, sino una limitación de esfuerzo terapéutico»

profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Oviedo

Laura Fonseca

Sábado, 17 de octubre 2015, 01:10

Roger Campione (Avezzano, Italia, 1968), profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Oviedo, siguió muy de cerca lo ocurrido en su día con la italiana Eluana Englaro, la joven que entró en coma tras un accidente de tráfico y que permaneció 17 años conectada a una máquina hasta que su padre, tras una cruzada judicial que le llevó a enfrentarse al mismísimo Gobierno de Berlusconi, consiguió que dejaran de alimentarla artificialmente. Eluana fallecía finalmente en 2009, causando un gran revuelo mediático. Campione, doctor en Jurisprudencia por la Universidad de Pisa, lleva en Oviedo desde 1996, aunque su intención -recuerda entre risas- era estar aquí solo un año. Pese a estas casi dos décadas de 'ovetense' de adopción, aún conserva el acento y la verborrea italiana. Campione es uno de los mayores expertos en temas relacionados con la autonomía del paciente. Llegó a escribir casi un tratado sobre el caso 'Englaro', sobre el que todavía aún hoy le consultan.

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¿Cómo vivió el conocido como 'caso Andrea', la niña gallega para la que sus padres reclamaron por la vía judicial una muerte digna?

El 'caso de Andrea' es, en parte, parecido al de la italiana Eluana Englaro. La diferencia es que en vez de prolongarse durante 17 años, el conflicto sobre Andrea apenas duró unos pocos días, ya que fue el propio equipo médico el que acabó cambiando su actitud después de que los padres acudieran a la Justicia.

Pero si la ley española da cobertura a este tipo de situaciones, ¿por qué la familia tuvo que ir al juez?

Aunque esté la ley, siempre es necesaria la colaboración del equipo médico responsable, porque si no se puede acabar en conflicto, como ocurrió con los padres de Andrea.

Insisto, si hay una ley, ¿no debería simplemente cumplirse?

Sí, es verdad, y es una pena haber tenido que llegar a recurrir a la Justicia. Sinceramente, no me animo a pronunciarme más allá porque no conozco muy bien los detalles del caso, pero, en definitiva, lo que reclamaban los padres era una limitación del esfuerzo terapéutico.

Y eso, ¿en qué consiste?

Como paciente, como persona, uno tiene derecho a rechazar un tratamiento médico, aunque ese rechazo pueda derivar en consecuencias fatales para su propia vida. Esa es la filosofía y el resumen de la ley de autonomía del paciente.

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¿La voluntad del paciente está siempre por encima de todo?

En principio, sí, aunque hay tres excepciones a esa autonomía. Una es cuando la decisión del enfermo puede tener consecuencias para la salud pública. La segunda excepción es la urgencia vital: cuando no hay tiempo siquiera a preguntar al enfermo. Y la tercera es cuando el paciente no tiene capacidad de decisión y tiene que hacerlo a través de representantes, como fue Andrea.

¿Y la autonomía del paciente se debería respetar siempre, incluso si esa decisión va en contra del bienestar del propio enfermo?

Le contesto con otra pregunta, ¿quién sabe cuál es el bienestar del enfermo? Si funcionamos con la lógica tradicional, enseguida tendemos a dejar la decisión en manos de los médicos, pero si asumimos la autonomía del paciente, que es un giro bioético muy importante, soy yo mismo quien decide sobre mi bienestar.

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Insisto, ¿aunque vaya en su contra?

Incluso. El médico puede intentar persuadir al paciente, pero no puede ir en contra de su voluntad.

¿Tuvo Andrea una muerte digna?

Sí, porque, cuando hablamos de limitar el esfuerzo terapéutico y no incurrir en un ensañamiento, todo eso debe ir acompañado de unos cuidados paliativos. Se trata de acompañar al paciente en ese momento final, de aplicarle sedación, no de dejarlo ahí y decir: «Ahí te mueres».

Hay gente que dice que la muerte de Andrea fue eutanasia. ¿Lo fue?

No. Lo de Andrea fue una limitación del esfuerzo terapéutico, que es cuando se deja de insistir con el tratamiento y la enfermedad. Por tanto, sigue su curso. Es lo que se conoce como 'dejar morir'. Luego está la sedación terminal, que es otra cosa.

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¿En qué consiste?

Es cuando suministras a un paciente opiáceos para paliar su sufrimiento, aun a sabiendas de que ese fármaco le acorta la vida.

¿Y el suicidio asistido?

Eso es cuando pones al alcance de una persona los medios para poder poner fin a su vida. Fue el caso de Ramón Sampedro. Es ayudar a morir.

La eutanasia sería entonces el último escalón, ¿no?

Sí, es cuando se suministra a un paciente sustancias que provocan directamente su muerte. Respecto a esas cuatro categorías (limitación del esfuerzo terapéutico, sedación terminal, el suicido asistido y la eutanasia) todas tienen distintos tratamientos jurídicos. De hecho, las dos últimas están consideradas delito en España. Pero lo que yo digo es que, desde el punto de vista moral y filosófico, no son planteamientos tan diferentes porque todos se centran en la compasión hacia una persona que no puede seguir con ese sufrimiento, para la que ya no hay una esperanza de mejora y que desea poner fin a su vida de forma digna. ¿Qué diferencia hay entre retirar una sonda o poner al alcance de una persona la sustancia letal?

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¿En qué países está permitida la eutanasia?

En Holanda, Bélgica y Luxemburgo, y recientemente en Colombia, Canadá. En algunos estados de EE UU se permite el suicidio asistido.

¿Llegará a España?

Me gustaría pensar que sí. Yo deseo que lo haya.

¿Hay miedo a hablar abiertamente de la muerte?

Es una cuestión cultural, ideológica y religiosa, pero hay cosas que están cambiando. Hace años, el 'caso Andrea' no hubiera acabado como acabó.

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