«Las consecuencias de esta obra son un infierno para casi todos», lamenta la presidenta vecinal

Los vecinos de Campomanes viven una auténtica pesadilla desde el año 2004. La causante: la variante de Pajares. Ruidos, suciedad y tráfico constante de los camiones son las consecuencias de una obra que, aseguran, parece no tener fin. Además de los cortes de los accesos a las viviendas que sufren muchos residentes de la zona. «Estamos viviendo una auténtica pesadilla. Tengo una finca cerca de la ladera y estoy harto de arreglar los accesos. Llevo así más de diez años», apunta Arsenio Fernández, vecino de Campomanes. Las reivindicaciones de los vecinos de la localidad lenense también tienen que ver con la marcha de los trabajos: «No existe ningún tipo de orden. Es un descontrol absoluto y los únicos que lo pagamos somos nosotros», apostilla Félix Lorenzo. Y aunque hay algunos negocios que se quejan porque apenas les llega el turismo, algunos restaurantes de la zona, en cambio, han visto aumentar el número de clientes gracias al personal que trabaja en la variante.

La inestabilidad de la ladera de Campomanes es algo conocido desde hace décadas. La presidenta de la asociación de vecinos del pueblo, Dolores Martínez, asegura que están pagando las consecuencias de lo evidente. «Lo de la ladera se sabía de sobra, quisieron taparse los ojos y ahora no hay derecho que paguemos justos por pecadores», denuncia Martínez. Los vecinos aseguran que en la actualidad la obra está prácticamente parada. «Se supone que no hay dinero, pero al principio el despilfarro fue total. Se dio importancia a aspectos que no la tenían», dice la presidenta vecinal, quien asegura que son cerca de un millar las personas que sufren las consecuencias de una obra que, a su juicio, no tiene fin.