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Asturianas que lograron abrirse camino en profesiones y cargos que se consideraban reservados para los hombres. E. C.

8M | «No me cogían por ser mujer»

Pioneras. Cinco mujeres que pelearon por abrirse camino en profesiones que, hasta hace poco, solo desempeñaban hombres se convirtieron en motores y testigos del cambio

ANA RANERA

Viernes, 5 de marzo 2021

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A lo lejos, desde la carretera, empieza a dibujarse el castillete del pozu Santiago y a Mar Sánchez se le agolpan las emociones en la mirada y los recuerdos se le instalan en la garganta. Ella fue minera -por derecho-, aunque su historia no es solo la de una currante que se jugó la vida cada día en el trabajo, sino que es también la del empeño, la lucha y la fuerza de una mujer que sacó las garras por defender lo que le correspondía y solo paró su lucha cuando ya había ganado la batalla.

Su padre falleció a los 47 años, en el pozu María Luisa, a falta de dos meses para que le llegara la tan ansiada prejubilación. Ella, por aquel entonces, tenía veintidós, una niña de dos años y la promesa de Hunosa, en torno a una mesa, de que «estaban para lo que nosotros necesitáramos», cuenta Mar. Y así podría haber sido, pero no fue. Pocos años después de la tragedia, esta gijonesa quiso entrar a trabajar a la mina y pasó todas las pruebas, «las mismas que les hacían a los hombres», pero se encontró la negativa para acceder a ese trabajo. «Me dijeron que no entraba porque tenía algo de astigmatismo en un ojo. Una excusa, porque mi hermano había entrado, unos años antes, con astigmatismo en ambos», detalla. «Ahí me di de bruces, por primera vez, con la realidad: no me contrataban por ser mujer. De hecho, no habían elegido a ninguna de las chicas que se presentaron, así que inicié mi lucha», relata.

Lola AbadConductora de Emtusa «Al principio, en el año 2000, a los pasajeros les chocaba ver conductoras, pero sobre todo porque fue noticia» carolina santos

Fueron dos años de pedir explicaciones, de no tener respuesta y de hacerse escuchar, aunque hubiera quien prefería hacer oídos sordos. Mar tuvo, eso sí, el apoyo de los mineros. «Nunca vi tanto compañerismo como en la mina. Ellos querían que entráramos porque éramos las hijas de sus compañeros muertos», relata. Tanto que todos, uno por uno, firmaron para que las contrataran. «Conseguí 12.000 firmas. Yo me iba a la puerta de los pozos y ellos hacían cola para apoyarnos. Nunca hubo una sola queja», asegura. «Me negaba a rendirme. Las mujeres tenemos que luchar, porque si no, no avanzamos».

Después de esos dos años intensos, llegó la orden de que tenían que contratarlas, a todas. «Les salió el tiro por la culata», resume Mar, que aún recuerda aquel día en que, por primera vez, bajó a las tripas del pozu y su vida empezó a cambiar. «El primer día impresiona, pero luego la mina te endurece porque sabes a qué hora entras, pero nunca si vas a salir viva», señala.

Mar SánchezMinera «Me di de bruces por primera vez con la realidad cuando no me contrataban por el hecho de ser mujer» j. c. román

A más de 800 metros de profundidad, «en unas condiciones infrahumanas», esa Mar veinteañera trabajó «haciendo de todo» porque «una mujer es tan capaz como un hombre de cualquier cosa o, incluso, más capaz», dice. Con esa convicción y con ese ejemplo en casa educó a su hija: «Siempre le dije que no podía depender de nadie». Como hizo su madre, que trabajó en la mina hasta que un accidente grave la separó de ella y le dejó en el cuerpo la marca inequívoca de haber sido y ser una guerrera desde las entrañas, las suyas y las de la tierra.

Años antes de que empezara la lucha de Mar, Laura González emprendió la suya propia que la llevaría a convertirse, en 1991, en la primera presidenta de la Junta General del Principado de Asturias. Ella llegó a la política «por herencia familiar», después de una infancia en una casa «dividida en dos bandos con unos debates continuos que me hicieron crear una conciencia que, en mi caso, se inclinó a la izquierda», relata González. Por eso, desde muy joven estuvo vinculada a la política, y alcanzar la presidencia del Parlamento asturiano fue «una evolución natural» de la que se siente «muy orgullosa, aunque no fuera mucho tiempo».

Laura González Primera presidenta de la Junta «A mí, al principio, me chocaba el tema de las cuotas porque creía que había mujeres con suficiente valía» mario rojas

«Me chocaban las cuotas»

Si ella echa mano de la memoria asegura que, desde entonces hasta hoy, «sigue habiendo reivindicaciones muy serias para conseguir una igualdad que todavía no existe», aunque también sabe que ha habido «mucha evolución». «A mí el tema de las cuotas, al principio, me chocaba porque creía que había muchas mujeres que tenían suficiente valía para llegar a los cargos públicos, pero desde el punto de vista práctico, sí que tuvieron que ver con que hoy en día haya más mujeres», reconoce.

En política y en cualquier profesión porque también hay mujeres cuya pelea fue por alcanzar el cielo, como la de la piloto Covadonga Martínez Viejo, a la que esta vocación le nació de niña y, contra todo pronóstico, de mayor no le desapareció. «Me fui a estudiar a la escuela de pilotos de Salamanca y en clase yo era la única chica», cuenta. Tiene 35 años y fue a los 22, una vez acabó sus estudios, cuando se fue a vivir a Panamá para trabajar en Copa Airlines. «Al principio, de 500 pilotos, no éramos ni veinte chicas», asegura. Pero la empresa fue creciendo y las cifras aumentando. «Llegamos a ser 1.400 pilotos, de los cuales unas cien éramos mujeres».

Covadonga Martínez Viejo Piloto «En la escuela de pilotos donde estudié, en Salamanca, yo era la única chica que había en clase» e. c.

Entró de copiloto y, desde hace cinco años, es comandante. «En Panamá, pese a ser un país del tercer mundo, aumentó bastante el número de mujeres en la aviación», asegura. Covadonga nunca sintió ninguna discriminación porque «cuando estás en la cabina, eres uno más». Pero es a los pasajeros a los que les llama la atención aún hoy que el avión lo pilote una mujer. «Se siguen sorprendiendo, porque todavía no es habitual», detalla.

Y las hay que eligieron pilotar en tierra, como Lola Abad, conductora de Emtusa. Entró en la empresa en 2000, cuando, por primera vez, hubo mujeres al volante de los autobuses urbanos de Gijón. «Al principio a los pasajeros les chocaba, sobre todo, porque fue noticia. Pero veinte años después deberíamos dejar de preguntarnos si la gente lo ve normal o no y centrarnos en problemas del día a día», considera Lola. Problemas que se acrecientan para las mujeres: «A estas alturas seguimos sin tener un baño a nuestra disposición. Depende de la línea que hagas, puedes tener a dónde ir o no y eso ya es cuestión de salud», se queja.

Esos inconvenientes son avatares que toca soportar en el día a día y los hay en cualquier ámbito. También en el de la medicina, como explica Belén Álvarez, jefa de servicio de Neurocirugía en el HUCA. «Si me ven con un médico residente, aun siendo él más joven, hay cierta tendencia a dirigirse al hombre», explica. Aunque son conductas cada vez más residuales. «Yo creo que son actitudes que van cambiando, pero alguna se ve todavía», afirma. Está avanzándose tanto que, en neurocirugía en el hospital ovetense, son seis mujeres y seis hombres y eso es, reconoce Belén, «algo inusual» y que se da gracias a que «cada vez hay más chicas en la medicina».

Las hay porque hubo muchas antes que, como Laura González, lucharon por alcanzar el poder para, desde ahí, cambiar las cosas. Y porque hubo otras que, a pie de calle, emprendieron su batalla particular hasta conseguir ocupar los puestos a los que los hombres llegaban con unos cuantos obstáculos menos.

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