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Pablo Corzo desinfecta el interior de un vehículo en la sede de Transinsa. ÁLEX PIÑA

El año de los 20.000 traslados covid

Intenso. Casi el 60% de la plantilla de Transinsa trabajó en una ambulancia covid en estos doce meses. La edad media del paciente es de 74 años, mujeres en su mayoría

Domingo, 14 de febrero 2021

«Hijo, ¿qué me tienen que incinerar?». La pregunta se la hacía a Roberto Menéndez Joglar una mujer de avanzada edad a la que ayudaba ... a subir a la ambulancia para trasladarla hasta el Hospital de Cabueñes. No es una pregunta cualquiera. Ni un caso aislado. Porque este técnico en emergencias sanitarias que lleva desde septiembre trasladando a enfermos covid en Gijón tiene grabada a fuego la reacción de pacientes y familiares: «Es lo que más me impacta cuando vas a un domicilio: la reacción de la familia. Se despiden de él. Es como hacerle un funeral en directo. Es muy duro». Porque, además, Joglar sabe que hay vuelta. Mucha más de la que se cree. Y ese regreso es un chute de energía para todos.

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La plantilla de Transinsa, la empresa concesionaria del servicio de ambulancias en Asturias, ha convertido este año de pandemia en un año de cierre de filas y de duro aprendizaje. No hubo pasos atrás ni descoordinación ni tiempo para el desaliento, aunque las imágenes que pasaron ante sus ojos fueron duras, «durísimas», y a pesar de haber perdido efectivos por el camino. Primero fue su directora general, Begoña Martínez Argüelles, que les dejó en mayo después de haberles preparado anticipadamente y de la mejor manera posible para afrontar esta pandemia. Y hace poco más de un mes fue Pablo Cortijo, cuando la 'Covid Beta 5' sufrió un grave accidente por las calles de Gijón. Son dos de los rostros cuya sonrisa y especialmente su entrega no se olvida en el Polígono del Espíritu Santo, sede de la empresa, cuando se ponen sobre la mesa los impresionantes números del trabajo de este año de pandemia.

La fecha de referencia es el 24 de febrero de 2020. Ese día a Pablo Corzo le encargaron el traslado de una joven italiana recién llegada de aquel país a Asturias y que esperaba en el Hospital de San Agustín su derivación al HUCA por sospechas de covid. «Iba muy nerviosa, llorando», recuerda. Su cara cambió de vuelta a casa. Había dado negativo. Pero con ella empezó una senda que no se ha podido dejar de caminar y que ha tenido innumerables curvas peligrosas y cuestas muy pronunciadas. Tras ella llegó el paciente número de 1 de Asturias: Luis Sepúlveda, que Corzo trasladó, junto a su mujer, Carmen Yáñez, el 29 de febrero al HUCA. «Salieron de casa andando y hablando y ellos subieron y bajaron solos de la ambulancia». Por desgracia, para el escritor chileno fue un viaje sin retorno.

Desde esos casos hasta el pasado viernes 12 de febrero, las ambulancias asturianas habían realizado un total de 19.570 traslados. Para el aniversario, por tanto, se habrán superado los 20.000. Una cifra que podría parecer pequeña en ese total de 400.000 servicios anuales que habitualmente realizan Transinsa, pero que trasciende mucho más allá, tanto por el número de vehículos implicados en el covid, como por la propia complejidad de cada traslado. Actualmente hay diez coches covid (4 UVI y seis ambulancias convencionales) destinadas a estos servicios –la flota es de 250 vehículos en total– que, en momentos de pico asistencial, se refuerzan. Cada traslado implica una preparación previa, de personal y coche, y una posterior, de rigurosa y exhaustiva tarea de limpieza y desinfección. «En una guardia de 24 horas, el récord de traslados fue de 23». Y esa cifra que se dice casi a lo ligero, implica un auténtico sinvivir para estos técnicos. Los servicios por coronavirus suponen el 15% de los traslados diarios.

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Roberto Menéndez Joglar, en la puerta de entrada de Urgencias del Hospital de Cabueñes. ARNALDO GARCÍA

Tipología del paciente

Los datos que maneja el Centro Coordinador de las ambulancias es que la edad media de los trasladados es de 74 años. Más mujeres (57,5%) que hombres (42,5%). Gente, por tanto, mayor. Pero que empieza a no ser la única en esta tercera ola. El jefe de operaciones de Transinsa y responsable del centro, Fernando Benavides, conoce al milímetro cada etapa de esta crisis sanitaria. Se remonta a la primera ola y, antes de analizarla, remarca una de las grandes lecciones siempre repetidas por el consejero delegado de la empresa, Carlos Paniceres: «Tienes que ir siempre un paso por delante». «Y eso es lo que nos ha allanado el camino», dice Benavides, porque «cuando solo se había oído el caso de La Gomera, nosotros ya nos estábamos formando y cuando las cosas pasaban, ya íbamos por delante».

Aún así, reconoce que los acontecimientos de la primera ola «fueron imprevistos y de una magnitud que daba la sensación de que nadie estaba preparado». Eso les obligó a aprender sobre la marcha. E, incluso, podría calificar aquellos primeros meses de «tranquilos». Todo el mundo en sus casas y sin casi actividad sanitaria de otro tipo, el que prácticamente todo fuera covid lo hizo «más fácil de afrontar». Aquellos traslados fueron, fundamentalmente, «de los güelinos de geriátricos y residencias». Abril fue el peor mes en esa primera ola, 2.922 servicios, en una gran mayoría en las áreas IV (Oviedo) y V (Gijón).

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Los meses pasaron, las cifras covid de los 'ambulancieros' mejoraron pero... llegó la segunda ola, «la peor». «Fue salvaje, con números desbordantes a todos los niveles. Además se mantuvo la actividad ordinaria (rehabilitaciones, tratamientos, consultas...), y tuvimos que crear dos circuitos, porque la actividad covid fue intensísima», recuerda Benavides. «Guardias de 24 horas malísimas, traslados sin parar, nos desbordó totalmente a todos los sectores», corrobora Roberto Menéndez Joglar. Octubre y especialmente noviembre fueron meses negros. 4.097 servicios covid se llegaron a contabilizar en el penúltimo mes del año, con otro triste récord alcanzado el día 13 de noviembre: 200 traslados. Oviedo y Gijón (obviamente por volumen de población) volvían a ser las áreas de mayor impacto «Psicológicamente era matador. Días seguidos de 170-180 traslados, sin bajar nunca de los 150... Ibas sacando trabajo pero te seguía entrando, dando la sensación de que no avanzas, que nunca lo terminas», rememora. Y ya no fueron solo güelinos de residencias, también hubo mucha gente mayor que vivía en sus casa. Se había modificado el perfil.

La Navidad

Superado el mes negro, y con un diciembre en el que la curva por fin empezaba a descender, la Navidad dio al traste con las esperanzas de control. «Si nos hubiesen metido en casa en navidades quizá no hubiéramos estados otra vez como estamos», afirma Pablo Corzo. Y lo dice sabiendo que era difícil porque el cansancio mental de la población que ahora afronta la tercera ola, que vuelve a ser intensa (el día de más traslados fue el 29 de enero con 147) con una nueva sensación, «la de que esto se va acercando a ti, que cada vez lo tienes más cerca». Y así lo atestigua que la edad de los pacientes ha bajado. Hay gente mayor de 65 años, «pero muchos de mediana edad y más jóvenes». Los propios profesionales de la ambulancias lo vivieron. De los dos positivos que registró la plantilla en la primera ola, se pasó a 28 en la segunda y once en esta tercera. Además otros 105 trabajadores tuvieron que ser aislados por contactos estrechos en distintas circunstancia, sobre todo en el ámbito familiar. De hecho, no tienen constancia de ningún contagio por contacto con pacientes.

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Avanza febrero. Los casos empiezan a frenarse, pero la presión hospitalaria continúa siendo muy elevada. La plantilla de primera línea ya está vacunada. Una vacuna en la que confían aunque, lanzan una pregunta al aire, «qué más da que para el verano estemos vacunados al 70% en Asturias si en otras provincias lo estarán al 20%».

Tres olas. Un bucle de sentimientos. Miedo-cansancio-hatazgo-más miedo. Y un lamento con mucho trasfondo: «¡Qué pronto se olvidaron las caravanas de ambulancias! Y los aplausos. Demasiado pronto». Y es que se quiere poner el punto final a lo que ahora es un interminable punto y seguido.

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