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Joven a los sesenta

Andrés Presedo

Viernes, 5 de agosto 2016, 09:43

La Feria de Muestras de Asturias, nuestra feria, la feria de todos los asturianos, está de aniversario redondo. Sesenta ediciones. Se dice pronto. Sin embargo, en tal aniversario cabe preguntarse cuál fue, y es, el embrujo de este certamen para haberse mantenido firme con el paso de los años, para sobrevivir en épocas y coyunturas diferentes y, sobre todo, para haber sabido mantener una idiosincrasia tan reconocida como singular. Llegan las fechas centrales del verano a Gijón y, a la vez, como factor imprescindible, aparece de su mano la Feria Internacional de Muestras de Asturias. Y así, de forma ininterrumpida, desde el año 1965. Otra cosa sería impensable. Es probable que ni el gran valedor de esta nueva etapa, el recordado Luis Adaro Ruiz-Falcó, soñara con tan prolongado éxito, con haber creado de la nada uno de los actuales focos de atracción empresarial y social más importantes de los que se celebran durante todo el año en Asturias.

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Cumple la Feria de Muestras sesenta años y lo hace, a la vista está, plena de salud, con una demanda de presencia activa empresarial bastante por encima de sus posibilidades de espacio disponible, que no es poco, y, lo que aún es más importante, con un reconocimiento social que se dibuja, de manera incuestionable, a través de las cifras de visitantes. Empresa y clientes, público y venta, son factores que se conjugan en la Feria a la perfección, una fórmula que Luis Adaro intuyó y supo desarrollar, darle salida. Han pasado generaciones. Han cambiado los equipos. Se han vivido en la Feria, como no podía ser de otra manera, momentos de ventura y de desventura, pero ahí sigue firme, en un lugar privilegiado, y con la obligación de mantener no sólo la piel exterior, sino también la esencia que garantice su continuidad, por qué no, camino del centenario. Todo ello, preservando dos valores irrenunciables: identidad e independencia.

Y es que la Feria de Muestras que hoy se inaugura y que mañana abrirá sus puertas al público, encierra muchos secretos, mucho trabajo y no menos entrega por parte de un prestigioso equipo de profesionales que, sobre todo con cariño, recrean cada año un escenario único para todos los asturianos. Por ello, quizás en este momento de celebración sea bueno recordar que la Feria de Muestras no es fruto de una casualidad, de un golpe de suerte o, simplemente, del azar. Nada más lejos de la realidad. Crear y consolidar el certamen en Gijón costó muchos sudores. En aquel ya lejano 1965, la por entonces avenida de Fernández Ladreda (hoy avenida de la Constitución), albergó, como eje principal, la IX edición. Habían transcurrido nada menos que treinta y cinco años desde la anterior, tiempos convulsos en el terreno político y económico que no marcaban un camino propicio para acontecimientos de este calibre. Fue entonces cuando Luis Adaro dio un paso adelante. Tuvo que salvar las reticencias de la Administración central.

A regañadientes

En Madrid no tenían clara la conveniencia de una feria en Gijón. A regañadientes la concedieron para celebrar en verano. Era casi un misil para la iniciativa gijonesa teniendo en cuenta el descenso de actividad empresarial en época estival. Sin embargo, acababa de abrirse la puerta a un fenómeno social sin paragón en Asturias y, me atrevería a decir, a nivel nacional. Una fórmula, de forma aparente, difícil de conjugar: empresa-cliente bajo el mismo techo. El resultado, a día de hoy, casi 700.000 visitantes y lista de espera empresarial para exhibir sus productos.

Después de aquella primera Feria de 1965, conocido es el peregrinaje de los años posteriores por diferentes escenarios, algunos tan singulares como la grada Oeste de El Molinón, hasta dar el salto al actual recinto a la vera del río Piles. Y es que la Feria tiene mucha historia, muchas personas y personajes que dejaron lo mejor de sí mismos para consolidar el certamen en Gijón y ahora es precisamente Gijón quien debe defender ese legado para la ciudad y para Asturias, y debe de hacerlo desde la solidaridad, pero, también, desde la firmeza. Conocida la historia, hay mimbres más que suficientes para abrir un paraguas lo bastante grande que impida cualquier intento de desembarco de quienes llegaron a minusvalorar la importancia de la Feria Internacional de Muestras de Asturias, y ahora la sitúan como prioritario objeto de deseo para solventar sus particulares penurias económicas. Quienes así piensan, y actúan, deben de tener clara la respuesta. Gijón no va a renunciar, no puede renunciar, a algo propio como es la Feria de Muestras. La Cámara de Comercio de la ciudad y el Ayuntamiento de Gijón, ambos copropietarios del recinto ferial a través del consorcio ferial en el que también están, como socios más relevantes, el Principado y Liberbank (hereredo de Cajastur), deben mantenerse firmes en el tiempo. La Feria es de todos los asturianos, pero su eje, su gestión, nunca debe salir de los aledaños de El Molinón.

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Y sí, hoy se cumplen sesenta ediciones. La Feria se viste de gala y muestra el nuevo músculo de la actividad económica. No siempre fue así. En esta larga trayectoria hubo muchas dificultades que salvar. Incluso gestiones de alguno sus máximos rectores más que controvertidas que colocaron al certamen en una vía muerta que parecía conducirlo de forma directa al precipicio. A pesar de ello, de todo ello, la Feria siempre sacó la cabeza, y siguió siendo un escaparate de la Asturias laboriosa y empresarial, la misma que gusta de darse un paseo y, a la vez, el gustazo de un bocadillo de calamares o, por qué no, de asombrar a los concesionarios de automóviles con un volumen de ventas incluso por encima de sus más optimistas previsiones. Eso es la Feria de Muestras. Un conglomerado perfecto, una maquinaria engrasada que, a día de hoy, tiene la obligación de marcarse objetivos de futuro.

Chapa y pintura

Si alguna duda se cierne hoy en día sobre el futuro de la Fidma no es otra, depredadores aparte, que el peligro de morir de éxito. El recinto, justo es reconocerlo, no está en las mejores condiciones posibles. Hay amplias zonas que precisan algo más que un repaso de chapa y pintura. Tantos años a la vera de El Piles tienen su coste y el Consorcio, como propietario, tiene la obligación de tomarse esa remodelación en serio. Los diferentes planes directores diseñados para el recinto se quedaron siempre en los papeles, en dibujos más o menos imaginativos, de lo que podría ser, pero nunca fue. Se ha levantado un hermoso pabellón central (aún se está pagando) y ha habido algunas reformas menores, pero el recinto, a la vista está, necesita consolidarse, ofrecer una mejor imagen al visitante. Todo ello es tanto como hablar de inversiones, en tiempos en los que las arcas sobreviven con telarañas. Pensar en el futuro, sin embargo, debe ser una reflexión que futuras generaciones pueden llegar a agradecer.

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Y también, por qué no, hoy que es un día especial de celebración para la Feria, también es bueno recordar y celebrar el retorno de Oviedo, como institución, al certamen gijonés. Su ausencia durante años (tuvo que ser derribado su stand para la ampliación del pabellón central) no era justificable. Gabino de Lorenzo pasó se celebrar comidas multitudinarias con los jubilados en la Feria a abandonarla de forma absoluta. Oviedo empezó a tener pabellón con Antonio Masip como alcalde. Ahora, de nuevo, un alcalde socialista apuesta por retomar esa presencia, de momento sin pabellón, pero con las perspectiva de tenerlo de nuevo a breve plazo. La capital del Principado no debe, no puede, estar ausente en la Feria de Muestras de Asturias.

En suma, la Feria celebra hoy sus sesenta ediciones joven, con algunas canas y, fruto de la edad, con la imperiosa necesidad de planificar su futuro. En breve, más pronto que tarde, habrá un obligado cambio en la dirección del certamen, una pieza clave para su desarrollo. Alvaro Muñiz, aunque pudiera parecerlo, no es eterno. Pasan las personas, muchas ya dejaron su estela laboral, pero la Feria sigue. Y seguirá. Feliz cumpleaños.

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