«Que nos dejen morir dignamente»
Un gijonés que puso fin a su vida en Suiza mediante suicidio asistido explicó sus razones previamente para un programa de la televisión asturiana
JOSÉ LUIS RUIZ
Viernes, 27 de septiembre 2019
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El gijonés Fernando Cuesta viajó hasta Suiza para morir por suicidio asistido en el mes de junio. A sus 65 años y enfermo de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), vio cómo durante el último año perdía la capacidad de andar, su mano izquierda estaba inmóvil, cada vez utilizaba peor su mano derecha y comenzaba a tener problemas para respirar y hablar.
En junio se trasladó a Suiza, donde un grupo internacional de apoyo a la defensa de la muerte digna le asesoró sobre la normativa del país, ya que en España todavía no hay una legislación sobre la eutanasia. Antes, se informó sobre las leyes de otros países europeos, como Holanda, donde la larga lista de espera le desanimó.
«Cada día me levanto pensando en qué movimiento más voy a dejar de hacer. La mano derecha ya está teniendo bastantes problemas, la izquierda es ya totalmente imposible que la mueva», explica en una entrevista a la TPA grabada antes de llevar a cabo su suicidio asistido. Los médicos le habían informado de que esa era la evolución habitual de su enfermedad. «Me dijeron que lo normal sería que me llegara la muerte por asfixia y por eso he decidido que no quiero llevar ese tipo de vida hasta el final», relata visiblemente emocionado.
«Mi padre siempre ha sido una persona de decisiones fuertes, claras. Una persona muy analítica que siempre veía los pros y los contras. Una vez que tomaba una decisión ya sabíamos que lo había valorado todo», cuenta su hija, Belén Cuesta, un mes después de su fallecimiento. Su exmujer, Mamen de Pablo, asegura que lo que Cuesta no quería «era estar prisionero, ni de su cuerpo ni de nada».
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En los últimos días, Fernando Cuesta se mostró «horrorizado» por el hecho de necesitar ayuda «incluso» para su aseo personal. Había tenido una vida muy activa, era ingeniero, dirigió su propia empresa y era muy aficionado al vuelo sin motor, al esquí y al aeromodelismo. Él mismo se definía como un manitas. «Creo que los políticos deberían pensar un poquito en los ciudadanos, sobre todo en los que están en estas condiciones. Que admitan que no todos tienen una expectativa de vida», solicitó en la entrevista. Tampoco le convencían los ejemplos que le ponían. «Algunos dicen: es que tengo un amigo que está muy mal, pero tiene unas ganas de vivir brutales. Oiga, es que la eutanasia no es obligatoria. Que viva, pero que nos deje a los demás morir dignamente».
Para poder llevar a cabo el suicidio asistido, la ley suiza exige que fuera él mismo el que se tomara un preparado que le facilitaban. Por eso, durante el mes de mayo se centró en ejercitar su mano derecha, la única en la que mantenía cierta movilidad, para poder hacerlo. Su esposa e hijos le mostraron en todo momento su comprensión y respetaron su decisión.
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Fernando Cuesta grabó su testimonio en la televisión pública asturiana con la condición de que el vídeo solo fuera difundido una vez que hubiera conseguido cumplir su voluntad, ya que no quería que nadie tratara de disuadirle. Cuesta murió en Zúrich el 5 de junio.
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