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Honor «al héroe que dio su vida por salvar a unos niños»
Cientos de personas arroparon a la viuda y a la hija de Dámaso Guillén, agente de la Guardia Civil arrollado el sábado por un conductor a la fuga
Gijón
Martes, 4 de abril 2023, 03:25
Silencio absoluto. Pese a que, poco antes de las once de la mañana, una muchedumbre se arremolinaba en la plaza de la catedral de Oviedo, lo único que se oía era el silencio. En el centro de la plaza, un coche fúnebre. Frente a él, ocho miembros del Sector de Tráfico de la Guardia Civil de Asturias. Firmes.
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Observados por casi un centenar de miembros de la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Policía Local (de Oviedo, Gijón y Avilés) y del Ejército (Regimiento Príncipe, V Batallón de la UME, Aviación, Naval) todos en perfecta formación. Todos pendientes del ataúd, cubierto por la bandera de España, que permanecía en el vehículo. Con los restos mortales de Dámaso Guillén, el agente de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil de Asturias que perdió la vida el pasado sábado. Fue arrollado por un conductor a la fuga que había robado un coche. El agente interpuso su moto entre el fugado y un pelotón de jóvenes que participaban en una carrera ciclista.
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Por ese motivo, tantas personas y tanta emoción contenida que se disparó cuando, a la orden de 'saluden', el féretro con los restos mortales de Dámaso Guillén fue sacado del vehículo y llevado a hombros por esos ocho compañeros que aguardaban a pie firme.
Mientras la Banda de Guerra de Regimiento Cabo Noval interpretaba 'La muerte no es el final del camino', desde la puerta de la catedral, donde esperaba la familia, la viuda de Dámaso Guillén, Ainhoa Aparicio, se venía abajo. Sujetada por su hija, Aitana Guillén, aferradas cada una a unas rosas blancas. Algunas de las cientos de flores con las que Asturias ha querido rendir homenaje a un agente del Sector de Tráfico de la Guardia Civil de Asturias que «dio su vida por salvar las de unos niños». Una frase que ayer tuvo muchos bocas, porque es la perfecta definición de lo que ocurrió poco antes de las seis de la tarde en la carretera que une Grado con Las Regueras.
El funeral se celebró en una abarrotada catedral, con la presencia de la delegada del Gobierno, Delia Losa y del director general de Tráfico, Pere Navarro, junto a la consejera de Presidencia, Rita Camblor y el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli.
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Asistieron, además, la jefa provincial de Tráfico en Asturias, Raquel Casado; Jesús María Chamorro, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA), José Ignacio Criado García-Legaz, general de división, jefe de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil; Fernando García de Béjar, teniente coronel jefe de la Plana Mayor de Mando del Regimiento Príncipe; Miguel Ángel Ramos, comisario jefe regional de Operaciones de la Policía Nacional; Daniel Constantino, teniente coronel jefe del V Batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME); Ignacio de Dompablo, coronel jefe del Aeródromo Militar de León; Luis Vicente Vázquez, capitán de navío comandante naval de Gijón; Juan Luis González, coronel delegado de Defensa en Asturias.
Todos ellos y muchos más, recibidos por el anfitrión, Francisco Javier Puerta, jefe de Zona de Asturias. Anfitrión de un funeral tras el cual, familia y muchos compañeros de la Guardia Civil iniciaron viaje hacia Bailén, donde será enterrado.
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El féretro, cubierto con la bandera de España, estuvo custodiado durante todo el funeral por cuatro de los ocho compañeros del Sector de Tráfico de Asturias que lo portaron. El tricornio que reposaba sobre el ataúd era el punto fijo al que miraban tanto su viuda como su hija.
Arcipreste y agente
Para ambas tuvo palabras de cariño el arcipreste de Oviedo, Joaquín Serrano Vila, que presidió una ceremonia concelebrada. «Me toca el honor de presidirla porque el arzobispo está fuera de Asturias», explicó, a la vez que daba lectura a las palabras que dejó escritas para la familia Jesús Sanz Montes.
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«A diario vemos necrológicas de personas que fallecen, las esquelas suelen ser anónimas para los que no conocemos a quien muere. Pero hay un momento en el que se despierta interés, gratitud, por alguien que muere en acto de servicio, defendiendo lo más querido, como ha sido el caso del guardia civil Dámaso Guillén».
De él dijo Sanz Montes que es «un ejemplo tan heroico gesto: salvar la vida de unos niños aunque la suya propia se la lleven por delante». Para el arzobispo, «el dolor es inmenso cuando se impone un adiós tan indeseado e injusto, infligido por un desalmado e inconsciente del mucho daño que ha causado».
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Unas palabras que hizo suyas el arcipreste de Oviedo, amigo personal del fallecido y exmiembro de la Guardia Civil. «A quienes conocíamos a Dámaso y le teníamos por amigo, se nos heló la sangre la tarde del sábado cuando nos llegó la fatal noticia de su fallecimiento en acto de servicio», confesó.
Porque, dijo, «su primera y principal característica era su sonrisa y una visión positiva y siempre optimista de la vida. Su estilo coloquial y dicharachero, que emanaba de su esencia andaluza, ha sido para todo y en todo su principal carta de presentación», afirmó Serrano Vila.
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En su opinión, «en tiempos de penitencia, en los que los fariseos han querido ensombrecer el nombre de la Guardia Civil», la muerte de Dámaso Guillén «es un ejemplo de lo que la Guardia Civil hace cada día en cada rincón de España. Algo que hombres y mujeres lo hacen por pura vocación y por servicio a la patria».
Respecto al accidente, tiene claro el arcipreste que «Dámaso evitó una gran tragedia que no estamos hoy lamentando con muchos más féretros aquí presentes». Lo hizo «interponiéndose entre un descerebrado y unos críos. Habiéndole conocido no me cabe la menor duda que lo tuvo claro, no lo pensó dos veces, prescindiendo de cálculo personal alguno y sin importarle tampoco ninguna consecuencia». Aunque la consecuencia fuera perder su propia vida.
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