«Hay superpoblación de jabalíes, la Administración tiene que tomar medidas»

Maximino Miyar lleva más de dos décadas dedicándose a la cosecha de manzana asturiana que vende para la producción de sidra de Denominación de Origen. Es su pasión, pero los constantes destrozos que los jabalíes están provocando en sus pumaradas en los últimos años han empezado a desmoralizarlo. «Estamos intentando potenciar un proyecto económicamente atractivo para el Principado, en un sector que parece tener cierto futuro y es necesario tomar medidas por parte de la Administración, como sucede en otros sectores», afirma.

En un principio, los jabalíes se alimentaban de los frutos que crecen en la parte inferior del árbol, los primeros en salir, pero ante la escasez de manzanas ahora intentar alcanzar también las de la parte superior. Esto provoca la rotura y desgaje de las ramas ya desde el tronco del árbol y con ello se destroza el trabajo de formación de la futura estructura del pomar. Además, es más factible que los árboles tengan infecciones en aquellas zonas donde arrancan las ramas.

Ante esta situación, Miyar ha optado por centrar la producción en la parte superior, aunque la rentabilidad en muchísimo menor. «De los frutos que están por debajo de 1,70 metros no se salva ninguno. Para que un árbol sea rentable es importante la producción del piso inferior, sobre todo en una pumarada como esta, que solo tiene cinco años», explica. Además, los jabalíes causan daños en el terreno, lo que impide utilizar luego medios mecánicos para la recogida del fruto.

«Ahora mismo tener una plantación económicamente rentable es muy difícil. Quieren manzana de Denominación, segura, pero con los sistemas actuales no se puede», asegura. Por ello Miyar considera necesaria la implicación de la Administración para intentar frenar esta problemática. «Está claro que hay superpoblación de jabalíes. Esto hace unos años no pasaba. Deben tomarse medidas, hacer más controles o buscar una solución. Los llagares tienen capacidad para producir mucho más si hubiese demanda, pero necesitan tener producto de calidad», insiste. Una situación a la que se suma la falta de ayudas para este tipo de sucesos.

Los daños van acompañados, además, de la frustración y la desesperación por ver el trabajo destrozado en tan solo una noche. «Es una impotencia tremenda. Te desanimas y no puedes hacer nada por evitarlo. Nosotros tenemos cerradas todas las parcelas, pero siempre encuentran un espacio para entrar», reconoce.