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El 24 de febrero de 2020 la canción más escuchada era 'Tabú', de Pablo Alborán y Ava Max. Su estrofa «¿De qué manera puedo salvar todo el futuro que fuimos? ¿En qué momento borraste mi nombre de cada suspiro?» se convirtió en premonitoria. Porque ese mismo día ingresaba en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) una joven avilesina. Tenía 25 años, acababa de regresar de Venecia y su cuadro catarral hacía sospechar que lo suyo tenía menos que ver con una gripe al uso y más, mucho más, con un virus que tenía encerrada a media China desde finales de 2019. Algo que fuera de sus fronteras se seguía viendo y viviendo como algo lejano. Error.
Solo cinco días después, aquella enfermedad que tuvo mil nombres (SARS-CoV-2, covid-19, coronavirus, covid con mayúsculas y con minúsculas, en femenino y en masculino) aparecía de forma oficial en Asturias. Luis Sepúlveda, el gran escritor chileno afincado en Gijón, fue el primer caso diagnosticado en el Principado. Venía de un congreso literario en Portugal y tuvo que ser ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del HUCA. Ya no salió. Murió el 16 de abril.
En el momento de su muerte, la covid ya era una pandemia mundial, con muchas vidas perdidas y España confinada, con importantes restricciones de movilidad y abonada al teletrabajo y a la compra por internet. La primera vida asturiana ahogada por aquella ola inicial del virus fue la de Avelino Uña Gutiérrez, religioso salesiano de 68 años, que murió el 11 de marzo. Tras él, 3.555 asturianos más.
La última cifra oficial habla de 3.556 asturianos muertos por la pandemia y 120.000 en toda España. Unas muertes que se produjeron, en su mayoría, en las tres primeras olas de la pandemia, –las que comenzaron el 29 de febrero y el 28 de junio de 2020 y el 1 de enero de 2021, respectivamente–, y frente a las que la Consejería de Salud, dirigida en aquel momento por el socialista Pablo García, se convirtió en un dique de contención.
El departamento tomó el mando de la pandemia, con acciones no solo sanitarias, como multiplicar el número de UCIs en la región, habilitar hospitales de campaña o implantar la asistencia telefónica en Atención Primaria, sino también asumiendo la competencia de todas las residencias de mayores que, por su nivel de afectados, fuera necesario medicalizar.
De la noche a la mañana, la Consejería de Salud sumó los más de 200 geriátricos abiertos en Asturias, con más de 15.000 usuarios. Los centros de salud, por su parte, centralizaron las llamadas en 'call-center' en las que se efectuaba un triaje previo. En la mayoría de los casos, la consulta con el médico fue a través del teléfono. El rompeolas en que se convirtió la Consejería de Salud llegó a contabilizar 268.718 casos de covid en Asturias hasta julio de 2023. Sin olvidar las vacunas. Incluso centros deportivos se habilitaron para vacunar a la población, hasta llegar a más de 930.000 asturianos protegidos.
Un rosario de cifras que no esconde que, si todo el sistema sanitario tuvo su particular prueba de estrés con la pandemia, los servicios de atención intensiva, las UCIs, tuvieron que sumar a la intensidad de su trabajo diario con enfermos en riesgo de muerte el miedo a lo desconocido.
Mascarillas y guantes ya eran elementos conocidos por toda la población en 2020, pero el coronavirus incluyó en el lenguaje habitual, a velocidad de contagio, el 'palabro' EPIs. Los Equipos de Protección Individual, la prenda de tono blanco en la que se tenían que enfundar los sanitarios para acercarse a los enfermos, fueron el uniforme diario de los profesionales de las unidades críticas.
Con el HUCA como buque insignia, habilitando en él UCIs hasta en el gimnasio, los hospitales cabecera de cada área sanitaria ampliaron espacios para personas en estado crítico. En la primera ola, la Unidad Militar de Emergencias (UME) habilitó hospitales de campaña en los aparcamientos del HUCA, del gijonés Hospital de Cabueñes y del avilesino Hospital San Agustín. Las carpas militares sirvieron de particular triaje para paliar la saturación de las urgencias hospitalarias.
En la segunda ola, el 12 de noviembre, se volvió a levantar en el Pabellón Central del recinto ferial Luis Adaro un hospital alternativo habilitado en la primera ola, pero sin uso. Conocido como el Hospital de la Feria, el H144 fue cobijo para 355 enfermos hasta el 5 de marzo, cuando fueron dados de alta sus dos últimos pacientes. El equipamiento fue premiado por «su humanización», un trato personalizado a los enfermos que fue extensivo a todos los servicios.
«La pandemia por coronavirus supuso un desafío al que se respondió con un esfuerzo enorme del personal sanitario, y con la colaboración de todas las estructuras del sistema, desde los investigadores a todo el equipo asistencial», recuerda hoy el jefe de la UCI del HUCA, Guillermo Muñiz Albaiceta, que en julio del año pasado sustituyó a Lola Escudero, alma del servicio hasta su jubilación. Expresaba ella en plena pandemia que lo que estaba ocurriendo «ha sido el mayor caos que ha habido en cualquier sistema de salud del mundo».
Cinco años después, la jefa de la UCI de Cabueñes, Maite Antuña, tiene claro que ahora, el sistema sanitario, ha logrado «la recuperación de la ansiada normalidad», pero que lo han hecho los profesionales «reforzados como equipo y con la mochila cargada de experiencia y aprendizaje». Cree que «hoy, la covid-19 es un virus más en nuestras vidas».
Un virus más, pero que sigue presente. «Sigue entre nosotros, ahora mismo, tenemos un enfermo ingresado en la UCI por coronavirus», explica Manuel Valledor, jefe del servicio de críticos del Hospital San Agustín.
En la comparativa entre las imágenes de los equipos de UCI captadas hace cinco años y las de ahora se ven rostros sonrientes, en los que ya no hay mascarillas. «Pero seguimos alerta», insisten. Y con respuesta a la pregunta cantada por Pablo Alborán y Ava Max; «¿De qué manera puedo salvar todo el futuro que fuimos?». Con un rompeolas sanitario.
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Josemi Benítez
Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
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