Multitudinario adiós en Cudillero a 'Don José', «el cura que se puso del lado de los marineros»

Ningún pixueto quiso perderse la ocasión de despedir a su paisano 'Don José', en una ceremonia que mas que un funeral fue una «celebración de vida». El féretro, amparado por doce sacerdotes y cubierto con la casulla, presidió una emotiva eucaristía en la que no faltaron palabras de agradecimiento al mítico párroco. «Ponemos en este altar, ante Dios, una biografía que tiene contrastes, y en eso Dios tiene la última palabra. Homenajeamos la labor de Don José, por su servicio y su humildad, por ser buena persona» proclamó el arzobispo de la región, Jesús Sanz.

«Tenemos que dar luz a lo que 'Don Jo', como cariñosamente le llamábamos, significó para nuestro pueblo» señaló uno de los vecinos. «Fue un hombre que supo tender la mano a aquellas personas que pasaban malos momentos, sin importarle la ideología», añadió, resaltando el papel del párroco en la lucha contra la drogadicción de la juventud pixueta a finales de los años ochenta.

Natural de Nogueira de Muñiz, en la Galicia interior, Cudillero lo nombró su hijo adoptivo en el año 2007. Y lejos del mero simbolismo el concejo pesquero lo acogió de verdad. «Aquí, entre vosotros, entendió y amó todo lo que era marinero. Sabía que la gente del mar era gente por la que merecía la pena luchar», aseguró Sanz.

En memoria de ese vínculo que 'Don José' supo crear con el mar cantábrico, la soprano Patricia Martínez, junto al coro San Pedro de Cudillero, entonó la 'Salve Marinera', emocionando a muchos de los presentes. «Debemos recordarle como el cura que se puso del lado de los marineros cuando reclamaban con fuerza sus derechos, y así en protesta cerró las puertas de la iglesia hasta que no fueran resueltas sus reivindicaciones» señalaron, agradecidos, sus vecinos.

Cincuenta años en Cudillero, en los que 'Don José' apoyó numerosas actividades socioculturales. «De su empeño nació el coro mixto del concejo, y la Cofradía de Jesús Nazareno y San Pedro Apóstol, que hoy vela por que se mantengan las tradiciones».

A los 81 años, termina para el párroco «la travesía de la vida, y llega a la otra orilla». Sin duda su recuerdo vivirá en Cudillero, al menos otros cincuenta años más.

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