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Agentes del Medio Natural y de la Guardia Civil, vigilando el valle del río Cibea. DAMIÁN ARIENZA

El Principado cree que el oso que atacó a una mujer en Sonande no era peligroso

Considera que es un macho que iba tras una hembra en celo y que trató de apartarla al sentirse amenazado

RAMÓN MUÑIZ

GIJÓN.

Miércoles, 2 de junio 2021, 04:54

El valle del río Cibea sigue bajo estrecha vigilancia. De la mañana a la noche, por turnos, agentes del Medio Natural y del Seprona de la Guardia Civil se apostan con los telescopios monoculares, atentos a cualquier movimiento que salga de los arbustos. El domingo a las 21.30 un oso cruzó una de las carreteras y, al encontrarse con Carmen S., vecina de 75 años, se incorporó sobre sus cuartos traseros y la apartó de un zarpazo. La dejó con la cadera rota y la piel de la cara desgarrada, y siguió su camino.

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Es el primer ataque de un plantígrado a un humano en Asturias en más de 30 años y la pregunta es por qué lo hizo. «En esta época están en celo y de hecho es la única parte del año en el que los machos dominantes se descaran y dejan ver», explica Miguel Fernández Otero, guarda mayor de la Patrulla Oso del Principado.

Los testigos describen a un ejemplar de gran tamaño, lo que sugiere que en efecto puede tratarse de un macho. La patrulla siguió las huellas que dejó sobre la alta vegetación, un kilómetro antes y después del suceso, y todo les lleva a la misma hipótesis: «Este macho igual iba detrás del rastro de una hembra y se topó con la señora», según Fernández Otero. «Creemos que pasó por ahí y no vio a la señora hasta que estuvo pegado a ella», indica. «En circunstancias normales la habría oído y olido, pero están en época de celo», explica.

Las labores de rastreo permitieron localizar distintas muestras de pelo del ejemplar que serán analizadas en el laboratorio para identificar genéticamente al animal. A golpe de prismático resulta complicado distinguir en la zona un macho de otro así que la información de ADN facilitará su identificación.

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Con todo, la misión del despliegue que realizan los agentes es múltiple. De un lado, procurar seguridad y tranquilizar a unos vecinos que han crecido entre osos pero no lo tenían como una amenaza directa. Del otro, el protocolo de actuación aprobado en 2019 les obliga a determinar si el animal supone un riesgo para la convivencia e intervenir si se cumplen una serie de parámetros.

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El plan de acción define como «oso problemático» aquel que se muestra «agresivo y peligroso», pero hace una salvedad: «No se considera oso problemático al que exhibe comportamientos agresivos defensivos como sucede con un oso herido, un oso acosado en una cacería o por la presencia humana, un oso sorprendido súbitamente en una vía de escape bloqueada, un oso alimentándose en una carroña o en un lugar de descanso (osera, encame) y particularmente una hembra acompañada de crías que se encuentra a muy poca distancia».

En caso de entender que el plantígrado que atacó el domingo es un animal habituado al ser humano pero que no supone un riesgo, el protocolo insta a localizarlo y evitar que vuelva a acercarse a los vecinos «mediante gritos y voces fuertes, elementos sonoros, perros atraillados, e incluso, mediante artefactos pirotécnicos, disparo de balas de goma o munición real de poco gramaje a corta distancia alrededor de los cuartos traseros».

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Si, por contra, se entiende que tiene «inequívocamente un comportamiento compatible con el de un ejemplar problemático» el protocolo habilita a su captura y traslado a otra zona o incluso su sacrificio. No es esa de todas formas la hipótesis con la que traba la Patrulla Oso. «Creemos que es un oso normal», valora el guarda mayor. La vigilancia busca verificar que en efecto «nada se sale de lo normal, que no es agresivo ni problemático».

Los agentes de todas formas siguen alerta y si observan que «se acerca a los pueblos y a la gente que está paseando, actuaremos y tomaremos medidas disuasorias para espantarlos y quitarle esa manía», compromete. Están listos para tirar de «pirotécnia y balas de goma», lo que sea preciso para «alejarlo de los pueblos y que coja miedo, incidir en esa molestia», afirma.

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Las primeras 48 horas de vigilancia no han obligado a intervenir, pero la única patrulla oso constituida en España seguirá así, al acecho y dispuesta a intervenir.

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