Una familia de Bucaramanga con dieciséis miembros afincados en la Pola
J. C. D.
POLA DE SIERO.
Martes, 16 de febrero 2021, 00:48
El matrimonio formado por Hugo Gil Figueroa y Nelly Marín Méndez lleva dos décadas afincado en Pola de Siero con sus dos hijos Marvin, de 26 años, e Iker, de 17, quien ya nació en Asturias. Naturales del municipio colombiano de Bucaramanga, primero vino Hugo a trabajar en la construcción con un contrato que le consiguió un hermano, que ya residía aquí, y después se trasladó el hijo mayor y su esposa, quien se dedica a tareas de limpieza en viviendas y al cuidado de personas mayores.
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Cuentan que en la actualidad residen en la villa polesa hasta dieciséis miembros de la misma familia, con los que solían reunirse antes de la pandemia para pasear o disfrutar de asados. Los cuatro miembros de la familia Gil Marín han vivido en primera persona la infausta experiencia del coronavirus. El peor parado fue el padre, Hugo, quien permaneció ocho días hospitalizado.
El matrimonio se encuentra muy feliz en la Pola y plenamente integrado en la vida local. «Estamos muy contentos y no me puedo quejar, porque la gente siempre me aceptó muy bien», asegura Nelly. Marvin trabaja en una bocatería e Iker estudia 2º de la ESO en el Instituto Escultor Juan de Villanueva. «No destaco, pero sacar, lo voy sacando», comenta este último sobre los estudios. El joven visitó Colombia en dos ocasiones, aunque la primera vez tan solo tenía dos años. Regresó a los quince: «Fue un choque muy distinto, porque yo estoy acostumbrado a esta vida y a la Pola», comenta sobre la experiencia. Curiosamente, una de las cosas que menos le agradó fue la cercanía de sus ancestros. «Allí la gente es más abierta y familiar y yo estoy acostumbrado a ser más frío», afirma.
La familia reconoce que después de tantos años en Asturias «ya no echamos nada de menos de Colombia». Nelly extrañó hasta la comida de sus coterráneos en uno de sus viajes. Hugo sí añora a su madre, de 77 años.
Con quien sí mantienen un contacto asiduo, aparte de los familiares, es con los colombianos afincados en el municipio. Según explican, la mayoría de las mujeres colombianas se dedica al cuidado de personas mayores, incluso como internas, y a las tareas de limpieza. Mencionan el caso de una compatriota que prepara y vende comida típica colombiana, como tamales, empanadas o buñuelos.
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Y los varones trabajan, principalmente, en el sector de la construcción. Esos reencuentros para disfrutar de la charla suelen estar regados con producto autóctono. «Somos muy sidreros», asegura Hugo.
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