Momento en el que el público que cubría la plaza de Carlos Lobo y adyacentes levanta el ramo para recibir la bendición, otorgada por Fray Tito, el último guardián del ya clausurado convento franciscano de Avilés

Domingo de Ramos y multitudes

Las plazas de Carlos Lobo y El Carbayo se colapsaron para seguir la tradicional ceremonia

J. F. GALÁN

Lunes, 30 de marzo 2015, 00:22

La imagen que representa la entrada triunfal de Jesús de Nazaret en Jerusalén recorrió ayer las calles del centro histórico de Avilés en la primera procesión de la Semana Santa, la de la Borriquilla. Justo antes de partir la multitud que, animada por el sol y pese al adelanto horario, poblaba el entorno de la iglesia de San Antonio de Padua, la plaza de Carlos Lobo y adyacentes, levantó de forma simultánea palmas y ramos de olivos, símbolo de la paz, para cumplir con la tradición.

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Tras el paréntesis del año pasado y con religiosa puntualidad, justo a las doce menos cuarto de la mañana, Fray Tito, último guardián del convento franciscano de Avilés, clausurado en 2013, fue una vez más el encargado de bendecirlos. «Iniciamos la Semana Santa, y debemos vivirla en profundidad. No nos quedemos en el ámbito externo», solicitó Fray Tito, que apeló a «cultivar la bondad, la caridad y la solidaridad». Tras unos breves acordes del himno nacional comenzaron a sonar los tambores y timbales de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de La Esperanza, marcando así el inicio de la procesión.

Talladas en 1955 en Santiago de Compostela, las imágenes del paso pertenecen a la orden seglar franciscana de Avilés. El elemento central es Jesús de Nazaret a lomos no de una burra, sino de un manso pollino junto al que cabalga la borrica que da nombre a la procesión. Delante aparecen dos niños y tras la caballería, San Pedro y San Juan. El paso fue portado por miembros de la cofradía y escoltado por tres agentes del cuartel de la Guardia Civil de Piedras Blancas que, fuera de servicio, se prestaron voluntariamente a la labor.

Junto a los seglares franciscanos, unos veinte, mayoritariamente mujeres, y los cofrades, unos ochenta, de verde y blanco, muchos de ellos descalzos, completaban la procesión dos grupos de niños, unos vestidos de franciscanos seglares y otros con atuendos de la época, representando a los apóstoles, miembros de la Corporación, entre ellos el concejal de Cultural, Román Antonio Álvarez, y de las otras ocho cofradías avilesina que procesionan en Semana Santa y un largo rosario de fieles. Cerraba la Banda de Música de Avilés.

Tras abandonar la plaza de Carlos Lobo la procesión transcurrió por La Ferrería, La Muralla, calle y la plaza de Pedro Menéndez y plaza de La Merced para regresar a través de La Cámara, la Plaza de España y La Ferrería hasta Carlos Lobo. Fue seguida por mucho público, con destacada presencia infantil y juvenil.

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A su término, en torno a la una de la tarde, se celebró una misa oficiada por Fray Tito, que ha regresado a Avilés para disfrutar durante unos días de su Semana Santa, de cuyo crecimiento ha sido testigo durante los catorce años que sirvió en el convento de Avilés. Tras el cierre, decretado por la propia orden franciscana ante la escasez de vocaciones y la necesidad de concentrar recursos, él y Fray Uxío, los últimos franciscanos de Avilés, fueron destinados a Galicia. Queda la comunidad seglar, formada por unas veinte personas y presida por Manuel Albuerne, con sede en el antiguo convento y el firme compromiso de seguir atendiendo a los más desfavorecidos.

Fue un Domingo de Ramos multitudinario, y no solo por la gran cantidad de gente que acudió a bendecir la palma o el ramo a la iglesia de San Antonio de Padua y que participó o presenció la procesión de la Borriquilla. Los fieles de la parroquia de Santo Tomás de Cantorbery y los más madrugadores se concentraron en gran número a las diez de la mañana en la iglesia vieja del Carbayo para bendecir el ramo y marchar después en procesión hasta la iglesia, donde se celebró la eucaristía.

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Igualmente concurrida estuvo la bendición de ramos de la parroquia de San Nicolás de Bari, a las once de la mañana en la plaza de Álvarez Acebal, con procesión hasta el cercano templo y, tras la misa, lectura de la Pasión, los episodios evangélicos que narran los sucesos protagonizados por Jesucristo entre la última cena y su crucifixión, muerte y resurrección.

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