José María Olmedo, el ejemplo a seguir
Se va uno de los grandes del sindicalismo de este país, un ejemplo a seguir, en estos momentos en los que la imagen del sindicalismo ha sido denostada
Me llega de forma inesperada la noticia del fallecimiento de José María Olmedo, a través de su amigo Luis Ángel Colunga, que me pide: «hazle algo guapo en el periódico». E inmediatamente no se me ocurre otra cosa que pensar, no para «hacerle algo guapo», sino para hacer justicia, que con Olmedo se va uno de los grandes del sindicalismo de este país. Un ejemplo a seguir, en estos momentos en los que la imagen del sindicalismo ha sido denostada de forma tan brutal como injusta por quienes no saben discernir lo mismo que en la política entre lo inmundo y lo limpio, y entre los que no han entendido que los grandes avances de los trabajadores en este país se los debemos a la lucha sindical.
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Olmedo llegó de niño a Avilés desde su Valladolid natal, como tantas otras familias que acudieron al calor de las oportunidades que ofrecía Ensidesa. Pero Olmedo, a los 12 años, supo ya lo que era el esfuerzo diario, cuando a esa edad formaba parte del equipo de Casapesca, ese escaparate de lujo avilesino convertido en el icono de la pesca en esta ciudad y en Asturias. Con 20 años entró a trabajar en Ensidesa donde fue maestro industrial, más tarde graduado social, y en donde se presentó a las primeras elecciones sindicales bajo el paraguas ideológico de la ORT (Organización Revolucionaria de los Trabajadores) para poco después ingresar en la UGT.
Y desde ahí, desde la UGT, Olmedo demostró que otra forma de sindicalismo, frente a la reivindicación pura y dura, era posible. Olmedo significó reflexión, generosidad, templanza, lealtad a prueba de bomba, y, sobre todo, negociación. Y con esas premisas estuvo en todos los frentes en donde la dureza nunca significó excluir el acuerdo: en la siderurgia, en el Plan del 92, en la Marcha de Hierro, en los Acuerdos de Oviedo, en las auxiliares, en el futuro del Metal en definitiva.
Y Olmedo ejerció, también, de avilesino. De hombre preocupado por su ciudad, por los planes que dibujaban su futuro. Y supo disfrutar también de sus calles, de las tertulias con amigos y su familia, del vino en la Tataguya, del Carbayedo. Preocupado de vivir la ciudad de forma permanente incluso después de que hace algún tiempo le diagnosticaran una enfermedad de las duras, de las que aparentemente había salido con la solidez de siempre.
He dado la noticia de la muerte de Olmedo en el whatsapp de la Redacción de LA VOZ DE AVILÉS y la primera reacción ha sido la de una serie de emoticonos llorando. Me parece que es lo más «guapo» que podemos decir de Olmedo: lloramos por una excelente persona y por un sindicalista y ciudadano ejemplar.
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