El mito que une a Pelayo con la Cruz de la Victoria se adelanta cuatro siglos
«Hasta ahora se creía que la conexión con la batalla de Covadonga se había creado en el siglo XVI», dice la historiadora de arte que hizo su hallazgo en la Biblioteca Nacional
PACHÉ MERAYO
Sábado, 25 de marzo 2017, 00:17
La Cruz de la Victoria lleva once siglos en la Catedral de Oviedo. Traspasó su umbral al comenzar el X, en el año 908, gracias a una donación de Alfonso III el Magno y su esposa Jimena. De eso no hay duda alguna. En su recubierta de oro, al dorso, luce una inscripción que no hay leyenda que quiebre. ¿Pero cuál fue su historia antes de llegar a la Cámara Santa? ¿Cómo se convirtió, primero en objeto destinado a la liturgia y finalmente en el principal símbolo de Asturias con lugar propio en bandera y escudo? Se cree que estuvo presente en el siglo VIII en la batalla de Covadonga, que el mismísimo Pelayo la enarboló vencedor. Y esa creencia que los estudiosos definen, lejos del concepto histórico, como «tradición» o «mito», surge por interés eclesiástico, que necesita hacer y hace de la Cruz de la Victoria el signo de la lucha contra el islam. Un objeto con una significación religiosa y política que aparece como tal cuatro siglos antes de lo que establen las referencias conocidas hasta ahora. Así lo afirma un estudio reciente desarrollado por la profesora de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo Raquel Alonso, que data el establecimiento de lo que ella evita llamar leyenda («por las connotaciones negativas del término») en el siglo XII.
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Hasta ahora el punto de partida de esa conexión nunca probada entre Pelayo y la Cruz se creía surgida en el siglo XVI, ya que no se habían hallado referencias documentadas antes. Pero ya las hay. Durante una investigación, la profesora, que estaba trabajando sobre el 'Corpus pelagianum' (libro de las crónicas realizado por Pelayo, el obispo, no el rey), halló un manuscrito del siglo XIV, en el que aparecía el primer monarca asturiano con la famosa Cruz. Un manuscrito que guarda celosamente la Biblioteca Nacional y que es «en realidad, reproducción de un códice del sigloXII, incluido en el conjunto de códices encargados por el obispo Pelayo de Oviedo».
Del original no se conserva nada, por lo que Raquel Alonso tampoco pone la mano en el fuego sobre el hecho de que en él estuviera también esa representación de Pelayo, rey, «aunque lo lógico es pensar que sí». Como también lo es, dice, «asociar esta tradición con la de la Cruz de los Ángeles, que se remonta igualmente al siglo XII». El estudio conecta las dos «con la operación memorial que recontextualiza la primera».
Vindicación ante Toledo
Su revisión de esta «interesada conexión» ha sido publicada por el 'Journal of Medieval Iberian Studies', arrojando luz sobre esta joya de la Cámara Santa, recordando cómo la tradición «se habría iniciado como reivindicación de la importancia de la sede episcopal asturiana ante el intento de arzobispados como el de Toledo, recién liberados en la Reconquista y con afán de expansión. Es decir, de integrar la de Oviedo bajo su dominio».
Lo novedoso de esta investigación radica no solo en el cambio de datación de una leyenda creada a imagen y semejanza de los intereses de reyes y obispos, sino además en el método utilizado por la investigadora, que no se conforma con el estudio estilístico de las piezas, sino que aborda «la función que los objetos desempeñaron en el discurso de las instituciones que los poseían».
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