Letras y trazos grabados en el alma
Entre los tesoros del Museo Casa Natal de Jovellanos, la obra gráfica de Orlando Pelayo, una faceta más desconocida de un nombre mayúsculo de la creación asturiana
M. F. ANTUÑA
Viernes, 28 de mayo 2021, 17:13
No es su faceta más conocida. Sus óleos le preceden siempre. Pero Orlando Pelayo (Gijón, 1920-Oviedo, 1990) está considerado como uno de los ... mejores grabadores españoles de la segunda mitad del siglo pasado. Y muchas de esas bellas ediciones están en Gijón, la ciudad donde nació y de la que se fue junto a su padre rumbo al exilio primero en Argelia y más tarde en Francia, en París, donde hizo carrera como artista.
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El trabajo pictórico y el escultórico, que tomó protagonismo el pasado año en el Museo de Bellas Artes de Asturias, quizá ha tenido más miradas y elogios, pero su obra gráfica -sostienen los expertos- es de una altísima calidad. Y no solo es eso: es personal, es lúcida y es única.
Unas trescientas obras, entre lienzos, dibujos y esculturas de pequeño tamaño, conserva el Museo Casa Natal de Jovellanos de este artista y, entre ellos, un conjunto notable de grabados y estampas, muchas de las cuales se emplearon para ediciones cuidadas y hermosas de clásicos de la literatura española del Siglo de Oro.
Desde que hace cincuenta años el museo de Gijón diera sus primeros pasos, los fondos no han dejado de crecer y en buena medida ha sido gracias a las donaciones. Esta colección es también fruto de uno de esos gestos de generosidad, en este caso de la viuda del artista, Isabel Rodríguez Laborda, quien en 1993 entregó el fondo que se hallaba en su taller y su archivo personal, incluida su biblioteca.
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Dice todo ello mucho de él, de su genio creativo, de su habilidad y capacidad como dibujante, de su gusto por combinar y experimentar con diferentes técnicas del grabado en función de cuál sea su búsqueda, de cómo incluso en la elección del procedimiento para el grabado estaba su propia forma de expresión.
También revelan cómo su vida en el exilio creó en él una nostalgia de España, un afán por recuperar su cultura, por eso gustaba de evocar de manera inquietante e incluso fantasmagórica la época del Siglo de Oro en un primer momento y más tarde en toda la literatura española que tanto admiraba y amaba. Pues bien, en la colección que conserva el museo están además de esos retratos de literatos, obras de contemporáneos y clásicos de las letras como 'Don Quijote', 'Once sonetos de Quevedo', 'Requiem por un campesino español' de Ramón J. Sender o 'El lazarillo de Tormes'.
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Conocía a fondo las obras y buscaba crear ilustraciones imaginativas, subjetivas, interpretativas de lo que él observaba. Lleva su propia visión a las planchas para interpelar a quien mira, para que el otro vea también lo que él ve.
El archivo es amplísimo y abarca desde ilustraciones de libros como las 'Oeuvres Complètes de Albert Camus' (1962), que se ajustan a lo que el texto ordena y que se publicaron dos años después de la muerte del autor francés, a quien había conocido en Argelia y de quien el museo conserva un retrato fruto de esa relación; libros de artista, donde los grabados o las estampas son libres y autónomas, realizadas para publicaciones de bibliofilia para textos como los citados de Quevedo o Cervantes, y carpetas con grabados unidos por la misma temática, como la del Arte Asturiano Contemporáneo, con textos de Francisco Carantoña. Existen también piezas que no se corresponden con lo anterior, obras sueltas como 'Los pasos comunicantes', 'Menina' y 'Glemingebo-Vikingos'.
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