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Cirugías del alma

Viernes, 15 de diciembre 2023, 01:07

Debo decir que no está Paul Verlaine (1944-1896) entre mis poetas preferidos, pero sí considero a Sefan Zweig (1881-1942) entre los más sobresalientes ... escritores de la primera mitad del siglo XX. Sus obras se me antojan exploraciones del sentimiento humano heroicas y apasionadas, como tratados de psicología profunda explicados en el lenguaje de la literatura romántica. Este ensayo sobre Paul Verlaine se publicó en 1905, cuando Zweig tenía veinticuatro años. Antes había publicado poemas y cuentos y aún ninguna de sus grandes y numerosas biografías. Creo que la primera sería la de otro poeta francés, Émile Verhaeren, contemporáneo de Verlaine, publicada en 1910. Es pues Verlaine su primera incursión en la literatura de las biografías, en la que se conformaría como uno de los grandes maestros. Zweig hace con Paul Verlaine lo que haría durante toda su carrera literaria con cada uno de los personajes históricos sobre los que se decidió a investigar y escribir, desnudarlo y extenderlo sobre la mesa de las operaciones del alma. Zweig, al igual que su contemporáneo y amigo Sigmund Freud multiplica el análisis del biografiado hasta tal punto que, cuando ya parece terminada la operación quirúrgica, surgen nuevas complicaciones, nuevas sangrías e infecciones, y la herida tratada se hace abismal, y no termina la cirugía en la última página, no se agota con la última explicación, pues se alargará para siempre en la conciencia del lector más allá de la circunstancia narrativa. Stefan Zweig ya se muestra en 'Verlaine' como el escritor que va a ser en toda su grandiosa obra: elegante, preciso, repleto de originales recursos lingüísticos, arriesgado en ocasiones, seductor desde la primera línea narrativa, conmovedor en sus argumentos, tenaz e inteligente en la información que ofrece dosificada al lector, sorpresivo en la resolución y delicado en la exposición de los sentimientos. El maestro biógrafo Zweig aprovecha cada biografía para analizar y describir la condición humana. Desnuda, pues, en esta obra primera, al poeta francés, y analiza su vida, una sucesión de abismos y catástrofes, de elevaciones y purificaciones, y relata sus tormentosas relaciones con el poeta Rimbaud, y sus sospechoso catolicismo, su miserable dependencia de la bebida. Y, por supuesto, como el más certero e inteligente de los críticos, desmenuza el sentido de su poesía. Verlaine, peregrino del anhelo, católico y blasfemo, primitivo como poeta e imprevisible como ser humano, débil y sublime, infantil y borracho, aparece ante nosotros por la pericia narrativa de Zweig con las tripas abiertas. Como bien escribe Zweig, Paul Verlaine es «uno de esos prescindibles a los que uno no quisiera renunciar».

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