La fiesta se desboca en 'La jaula de las locas'
El musical protagonizado y dirigido por Àngel Llàcer provoca carcajadas y diversión infinita ante el auditorio del Jovelllanos, donde se quedará hasta el día 14
Viernes, 5 de agosto 2022, 02:34
Qué bueno es reírse, qué maravilla dejarse llevar y mecer por la música, qué gusto salir del teatro sonrientes y felices cantándole a la vida, ... al amor y a la libertad. Cierto es, sin duda, que 'La jaula de las locas', aclamada comedia musical de Broadway de éxito planetario, tiene algo de terapia de grupo, que esas dos horas y media que salieron a escena anoche por vez primera en el Jovellanos son alimento para el alma absolutamente sabroso y nutritivo. Son píldoras de felicidad que funcionan con precisión científica las que receta el formidable elenco encabezado y dirigido por Àngel Llàcer, el actor y director catalán que ha creado un personaje televisivo histriónico del que aquí se desprende para mostrarse en plenitud como un artista integral capaz de cantar con emoción y magia, de desatar las carcajadas y, sobre todo, de coordinar ese afinadísimo reloj suizo que es la comedia que nos ocupa y cuya dirección musical corre a cuenta del también televiso Manu Guix.
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Se quedan hasta el día 14, de modo que hay tiempo para vivirlo y disfrutar del talento versátil, múltiple y bienhumoradísimo de Llàcer, que guía y protagoniza un montaje en el que le dará el relevo como protagonista en el papel de Zaza Iván Labanda. Su vis cómica y su saber hacer están ahí, como lo están también los de los 24 artistas y músicos en directo que se suben al escenario para llenarlo de coreografías y hacer de la coralidad bandera, deleite y divertimento. Pero cierto es que es que tras esta obra hay más talentos afinados, traducidos y adaptados en este periplo por el espectáculo sin fronteras. La francesa 'La Cage aux Folles', escrita por Jean Poiret en 1973, es la inspiración de la obra homónima que llegó a la cartelera de Nueva York en 1983 y que en 2010 vivió una nueva versión premiada con tres Tony. Es texto lo firman Roser Batalla y Roger Peña. De esos mimbres surgen las dos horas y media de show con la música siempre acompañando para derrochar alegría, optimismo y libertad, porque la función no deja de ser eso: un canto a ser quien cada uno quiera ser y amar a quien quiera mar. Y Llàcer lo canta espléndidamente bien al final de la primera parte a los sones de 'Soy lo que soy'. Aplaudidísimo. Y en ese optimismo, ese no juzgar, ese vivir se centra esta peripecia escénica que plantea el encuentro explosivo de dos familias dispares: una libérrima, otra ultraconservadora.
Pero, más allá de que el texto sea atinado y certero, de que el elenco artístico regale oficio y gracia, está todo lo demás: el vestuario, la iluminación, la escenografía. Es un espectáculo mayúsculo, es un grandísimo montaje, es uno de esos shows integrales capaces de sorprender a cualquier espectador y hacerle participar de la fiesta. Aunque lo que de verdad importa es que, cuando se apagan las luces, decaen los aplausos -que anoche fueron prolongados y gozosos- y el público abandona el patio de butacas, la sonrisa se ha quedado metida en el cuerpo. Pura medicina.
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