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El drama de la supervivencia

Viernes, 9 de febrero 2024, 19:19

Una obra se hace grande cuando soporta impasible, serena y viva el paso del tiempo. Muchas novelas son importantes en su tiempo, pero al cabo ... de los años desaparece su encanto, se diluye su efecto. 'Las ciegas hormigas' mereció en 1960 el Premio Nadal y colocó el nombre de Ramiro Pinilla (1923-2014) al lado de figuras como Laforet, Gironella, Delibes, Sánchez Ferlosio, Martín Gaite o Matute, pero el escritor bilbaíno era un humilde trabajador de una fábrica de gas y su dificultosa labor como escritor volvió a la penumbra. Considero a Pinilla uno de los más importantes escritores de su generación y esta significación mucho tiene que ver con la perdurable actualidad de sus novelas. Las ciegas hormigas es una obra descarnada, asombrosa, sincera y de una intensidad dramática brutal. Y lo es a pesar de algunas imperfecciones que en nada desmerecen su grandeza literaria y su poderosa dimensión política y social. Y digo política porque, a pesar de nacer la obra en un ambiente de censura total, su planteamiento es muy político al mostrar de manera diáfana la inhumana supervivencia de una familia y de un pueblo que nada posee más que la fuerza bruta de su trabajo y una instintiva obstinación para luchar contra un destino adverso. Un barco inglés queda atrapado en las rocas y el carbón que transporta se dispersa en la playa de La Galea. Los habitantes del pueblo acuden en una noche de horrible tormenta a recoger unos sacos de carbón que alivien su sobrecogedora penuria. La familia de Sabas Jáuregui alquila una carreta de bueyes y va en busca del carbón antes de que lleguen los carabineros. Sabas vive con su mujer, con su suegra y con sus cuatro hijos. Cada uno de ellos aportará, con su carácter peculiar y sus circunstancias personales concretas, dramatismo y emoción a esta lucha singular por la supervivencia. Hay varios narradores, uno principal, que es el hijo de catorce años, y otros que se van incorporando aleatoriamente para mostrar los flujos de sus conciencias. Algunos críticos apuntan semejanzas entre la manera de narrar de Pinilla en esta obra y aquella que utilizó Faulkner en Mientras agonizo, y ciertamente las hay, pues en ambos casos la crónica se configura con lo que cada uno piensa y siente con respecto a los demás y a la ocurrencia vivida. La verdad se muestra esquiva, iluminada sólo tímidamente con lo que cada narrador aporta desde su posición subjetiva. También en ambos casos la información fluye hasta el lector inteligentemente dosificada en entregas sorprendentes. Pinilla configura una meticulosa radiografía de la condición humana. Las ciegas hormigas (cuyo título, explicado en la escena final, define su intención alegórica) posee, no obstante, muchas singularidades, una de ellas que el protagonista, el padre, no tiene voz. Y sin embargo, con lo que de él nos van mostrando todos los demás conformamos de manera inequívoca su carácter, sus motivos, su circunstancia dramática personal. La sombra debilitada del amor difuso, el valor simbólico de la obstinación y del trabajo ciego, la desesperanza de los miserables, la virilidad y la impotencia, la monomanía culpable, la ofuscación pasional, la maternidad herida y el sueño de la maternidad o la morbosa resignación son algunos de los temas de esta novela inmensa y de rabiosa actualidad.

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