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Siempre hay un resto de luz

Jueves, 28 de marzo 2024, 01:00

Ante las noticias angustiosas del genocidio que tiene lugar en la Franja de Gaza y la constatada ceguera del mundo, recurro de nuevo a la ... esclarecedora alegoría del maestro Saramago. Dicen que 'Ensayo sobre la ceguera' fue una de las novelas más leídas durante la pandemia. Los seres humanos buscamos respuestas cuando nos sentimos atrapados por circunstancias horribles e inexplicables. Un hombre se queda ciego repentinamente y también quienes tienen contacto con él. En poco tiempo la ceguera pandémica afectará a toda la población, menos a una mujer. Los ciegos primeros son confinados en un manicomio abandonado donde se reproducen escenas de horror, miseria y violencia. Más tarde el fuego los empujará a una ciudad hundida en la oscuridad, la suciedad, el desamparo y el caos. Saramago quiere hablarnos, utilizando el procedimiento retórico de la alegoría, de la fragilidad de una sociedad que en cualquier momento puede caer en el caos. «Siendo seres que viendo no vemos podemos caer en la ceguera absoluta». La masacre de la población palestina, el desastre medioambiental, el tratamiento de la inmigración por parte de los países ricos o la última pandemia vírica evidencian esta ceguera. También juagando a la política selvática del hundimiento y el desprestigio del otro contribuimos a la ceguera total de la ciudadanía. Ante la obra de Saramago no podemos evitar preguntarnos qué haríamos nosotros ante tan angustiosa situación, cuál sería nuestro compromiso. Decían algunas voces que tras la pandemia seríamos mejores, pero el mundo acrecentó su egoísmo y su miedo. Saramago decía que el mejor gobierno es el que se hace con la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la mano. Propuso la redacción de una Declaración Universal de Obligaciones y Deberes. Algunas instituciones como la Fundación Saramago o la Universidad de México le tomaron la palabra. Él decía que nunca conseguiremos cambiar la vida si no cambiamos de vida. Ensayo sobre la ceguera es una novela imprescindible para entender el mundo actual. Esta novela, literariamente perfecta, forma parte de una trilogía distópica, junto con Ensayo sobre la lucidez y Las intermitencias de la muerte. La obra se desarrolla con precisión narrativa, saltando de ocurrencia en ocurrencia, en una secuencia calculada para sostener el interés y provocar el asombro. Los protagonistas no tienen nombres, porque en tales circunstancias de pérdida de la razón, el nombre no tiene importancia. El nombre que tenemos sustituye lo que somos, no es más que una especie de muro no voluntario que impide saber quién es el otro. En esta obra grande encontramos la vileza del ser humano, su instinto animal de horda primitiva, la corrupción, el egoísmo sin límites o la indigna condición de las mujeres. Pero hay una mujer que ve y en ella condensa Saramago el papel de los liderazgos, la necesidad del buen gobernante. Y es que siempre hay un resto de humanidad, de solidaridad, de generosidad. Este resto es una luz de la que se puede partir.

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