«Si uno entraba en la mina, estaba hasta la jubilación»
'La Asturiana'. La escritora Caroline Lamarche es heredera de los fundadores de la Real Compañía Asturiana de Minas y repasa la parte más humana de la historia en un libro
Caroline Lamarche (Lieja, 1955) nunca había hecho caso a esas cajas llenas de documentos que se amontonaban en el sótano de casa de sus padres. ... Nunca le habían interesado esos antiguos papeles que dormían el sueño de los justos, hasta que una tarde –de hace una década– estaba cuidando de su madre y el aburrimiento la hizo sumergirse entre esos viejos archivos, en busca de algo de emoción. «Me puse a mirarlos y descubrí un tesoro», reconoce ahora y no exagera porque allí su familia había guardado muchísimos documentos sobre la Real Compañía Asturiana de Minas, hoy Asturiana de Zinc, una empresa fundada y capitaneada por sus antepasados hasta que le llegó el final. «Cuando Azsa absorbió a la RCA, mi abuelo materno, Paul Laloux, le dio a mi padre, Freddy Lamarche, todos los papeles que recuperó de la oficina de París», indica. Lo hizo así «porque a él le apasionaba la historia y sabía que iba a cuidarlos».
Publicidad
No los defraudó, los conservó y, gracias a sus esfuerzos, su hija los convirtió en el libro 'La Asturiana'. «Cuando me sumergí en ellos, pensé que teníamos que transmitir lo que teníamos a las generaciones siguientes y, como yo soy escritora, pues me puse a hacer una historia de todo eso», se ríe y reconoce que hay un poco de todo: «Es una historia muy familiar, pero también tiene tintes políticos y sociales».
Todos esos matices son fruto de ocho años de un incansable trabajo, que la llevó a leer «muchísimos libros de historia y hasta de fabricación del zinc», confiesa. «Hay que entender que todos esos asuntos eran muy nuevos para mí. Yo soy escritora de relatos breves, pero no había hecho nunca un libro así, así que fui haciéndolo poco a poco». Sin pausa, pero sin prisa y con la necesidad de seguir avanzando porque «cada vez que me ponía con los archivos, me daban tanta energía, que no los podía abandonar».
«Muchos trabajadores dejaron la tierra por la mina porque así tenían un salario fijo»
Se iba abriendo ante sus ojos un mundo que le era muy ajeno porque, en su casa, poco o nada se hablaba sobre la Real Compañía Asturiana de Minas. «Era la vida de mi padre y su trabajo, no lo comentaban mucho, pero, una vez que empecé a investigar, tuve la suerte de poder hacerle muchas preguntas a mi madre, que sin duda tenía una memoria fantástica».
Publicidad
Ella la ayudó a construir el relato y a saber más sobre la vida de aquellos trabajadores que sufrieron muy pocos accidentes laborales. «Parece que los belgas eran muy cuidadores con la minería, pero también con la seguridad», señala. «En Arnao, había casas para los trabajadores y también una escuela, ejercían un paternalismo ejemplar».
Además, los niños no podían acceder a la mina hasta los catorce años. «Antes de esa edad, chicos y chicas iban al colegio, pero luego ya podían trabajar». Y muchos de los que empezaban de adolescentes «se quedaban hasta la jubilación». Serían unos años de muchísimos esfuerzos porque, tal y como reflexiona Lamarche después de visitar Arnao, «debía ser un trabajo muy difícil porque hay un desnivel muy importante y mucha humedad».
Publicidad
Tenían que hacer frente a situaciones muy extremas, pero muchos de los profesionales estaban curtidos por las inclemencias, venían de trabajar en el campo. «Muchos dejaron la tierra por la mina porque así tenían un salario fijo en la familia, pero tenía que ser un cambio enorme pasar del aire libre a la mina», indica. «No tenemos testimonios escritos de eso, pero me los puedo imaginar», prosigue, convencida de que «en el campo los ingresos eran muy irregulares».
Esa inestabilidad hizo que la Real Compañía retuviera a los empleados «con buenas condiciones», que hacían que se establecieran allí con sus familias. Eso sí: la RCA era muy contundente con las huelgas y en este libro todo sale a la luz.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión