La cebolla de la madre Rusia

Poder y pobreza a través de un viaje en tren, el Transiberiano, que nos deja tanta soberbia y orgullo de patria como odio por esa misma patria. Y para describir la situación y convertirla en palmaria, Liksom solo necesita una voz y un pensamiento. La voz del hombre que compartirá el compartimento nº 6 con una joven finlandesa que toma el tren para huir de Moscú. Ella, la chica, será los pensamientos.

Una convivencia forzosa que nos proporciona una visión completa de los últimos días de un imperio enfermo, en fase terminal, en la que la autora es capaz de aunar tanta belleza como fealdad puede alojar un Estado que se descompone. Y también tanta esperanza, los que así lo desean, quieren un cambio, dejar atrás la oscuridad y la amargura que ha forjado a la Madre Rusia en tantos años, enterrar a esa madre, como la pérdida que supone para los melancólicos ese mismo funeral. Complicado equilibrio que hoy nos ayuda a entender mejor qué es lo que está ocurriendo en Ucrania. A entender el hambre imperialista y el hambre sin más. Una terrible dicotomía entre lo que se quiere ser y lo que te dicen que debes ser.

Una novela que se abre ante nosotros por capas, como una cebolla, hasta llegar al corazón de una historia repleta de luces y sombras, las mismas que envuelven el origen y la muerte de algunas naciones, sean imperios o simples pueblos, y que permanece en el lector.