Pablo Ignacio Taibo II. Arnaldo García
Semana Negra

Paco Ignacio Taibo II: «Me cabrea mucho que en países supuestamente civilizados vuelvan a aparecer los bárbaros»

Escritor y director del Fondo de Cultura Económica de México ·

Presentó en la Semana Negra de Gijón 'Sabemos que vamos a morir', la lucha de 200 jóvenes contra 12.000 nazis en el gueto de Varsovia

Pablo antón Marín estrada

Lunes, 12 de julio 2021

Paco Ignacio Taibo II (Gijón, 1949) vuelve a la Semana Negra con libro nuevo: 'Sabemos que vamos a morir', el relato ... de la insurrección del gueto de Varsovia en 1943. Un libro preciso, informado y apasionado que ayer presentaba en la Carpa de Encuentros del festival literario. Pero no solo de literatura habla este escritor, activista y, desde 2018, director del Fondo de Cultura Económica de México, una de las mayores editoriales del mundo.

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–Ha dicho que 'Sabemos que vamos a morir' es una historia que le perseguía para contarla.

–Hay libros que te persiguen para que los escribas y éste lo hizo muchos años. Desde que encontré la frase de Mordejái Anilevich, dirigente socialista y sionista del gueto de Varsovia: 'Hasta ahora los judíos sabíamos que vamos a morir, por primera vez sabemos cómo'. Es terrible esta frase de un joven de veintipocos años. Me persiguió. Es la historia de 200 muchachos que se van a morir y lo saben, no tienen posibilidades de triunfar. Son los últimos coletazos del exterminio, el gueto está siendo vaciado de gente a la que mandan a Treblinka. Los nazis mantuvieron un enorme secreto pero ya se filtró y las organizaciones juveniles del gueto deciden lanzar la insurrección del 43. El proyecto es loco: tienen 20 pistolas y 8 bombas molotov frente a la maquinaria de las SS, 12.000 nazis con artillería, tanques. Y durante 13 días los paran, hasta que los ultiman. Se salvan muy pocos. Anilevich muere en el último refugio porque han construido toda una red por las cloacas, depósitos con comidas, medicinas...

–Y además están solos ¿no?

–Claro, en el exterior no los quieren ver. Tanto los soviéticos, que hay un pequeño grupo de comunistas con ellos, violando las instrucciones de la Internacional, como el Comité Judío de Londres, a pesar de las advertencias, no lo quiere ver. Es la historia de una épica muy potente que, conforme la iba escribiendo trataba de crear y recrear, diciéndome: 'Ten cuidao, no se te vaya pa la novela'. Y no es una novela, es un reportaje histórico, usando técnicas de nuevo periodismo, narrativa directa. Hubo momentos emotivos, es lo que sucede con los libros que te persiguen. De pronto por la noche te despiertas azorado y te dice una voz en la cabeza: ¿y no me vas a contar?

–La memoria del holocausto se asocia siempre a las víctimas 'pasivas', pero hubo también lucha. ¿Eso también le perseguía?

–Cuando leímos historia durante tantos la cuestión era muy jodida: ok, el nazismo fue una máquina de matar brutal, sin sentido, al mismo tiempo altamente organizada, pero no se resistió. Eso es terrible, culpar a los asesinados de la culpa de los asesinos. Y de repente te encuentras este hecho, los 14 días de levantamiento del gueto y los cuentas bien –traté de hacerlo– en un libro que no tiene paja y es como un respiro ¿no?. Así como ellos dicen 'sabemos cómo vamos a morir', tú puedes decir: ellos también murieron por nosotros.

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–Lo escribió en lo más duro de la pandemia ¿esa angustia que todos sentimos lo impregnó?

–No. Era un contrapunto muy extraño, un libro sobre la esperanza de algo que no la tiene escrito en un momento en que la estábamos perdiendo por la enfermedad. Pero la historia era tan fuerte que estaba más allá del contexto en el que yo la estaba viviendo. Hubo momentos emotivos en la escritura, porque el personaje de Anilevich es admirable, fascinante. Y es un personaje colectivo, el de esos 200 muchachos del gueto.

«Ahora es pequeñita, pero sobrevivió a la pandemia. Volverá a ser un festival de masas, su pecado»

«Las transnacionales destruyen libros para despojarse de activos fiscales. Debería penarlo la ley»

–Recordarlos ante el resurgir del revisionismo y las ideas totalitarias ¿era inevitable?

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–¿Si influye el renacimiento del fascismo en Europa? Yo diría que sí, me cabrea mucho que en países aparentemente civilizados vuelvan a aparecer los bárbaros, una combinación de bárbaro-bobos, porque su sustento es la bobería. Enseguida enseñan el color. Lo expresan en términos de racismos internos, lógicas antimigrantes, descalificaciones, un lenguaje altisonante y una mirada hacia el pasado podrida: ¡mira que ponerse contentos cantando el cara al sol! O el neofascismo en Polonia. La tumba de Morjai fue destruida dos veces y eso te calienta todavía más.

–¿Esa es la utilidad de la literatura?

–Alguna de sus utilidades. No creo en los designios obligatorios. La literatura no tiene y no debe, puede y quiere, que es absolutamente diferente y en esa medida, te lo estoy contando para que no se te olvide, no te sumes a la legión de los que quieren olvidar, porque ese no es el antídoto al debate civilización/barbarie. Los bárbaros siguen ahí, vuelven y tienen un cierto arraigo en poblaciones juveniles dominadas por una mezcla de individualismo feroz y bobería.

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–La pandemia le pilló con todos los planes del Fondo de Cultura.

–Los pusimos en marcha. Tuvimos un año de respiro antes de pleno desarrollo y crecimiento, pero estamos publicando un libro diario o colecciones populares y ahí vamos bien, acumulando fuerzas para un relanzamiento cuando la pandemia ceda.

–La política de precios bajos que impulsó, ¿le ha creado enemigos en la industria editorial?

–Tuve choques brutales. Me decían: ustedes pueden hacerlo porque son del estado. ¿Y ustedes, han probado? Están yendo por el dinero seguro de la clase alta a riesgo de perder miles de lectores. Nosotros bajamos el precio de los libros en bodega (almacén) porque ahí valen cero y las vaciamos. Hoy el precio del libro ha bajado, les obligamos a sacar bodega en saldo. Las transnacionales destruyen libros para despojarse de activos fiscales. Debería penalizarlo la ley. ¿Hablan de fomento de lectura y tienen la máquina de hacer dinero estropeada?

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–¿Cómo ve su Semana Negra?

–Este trabajo de vender libros maravillosos y baratos es una extensión de la Semana Negra que viví tantos años, aprendí mucho aquí. La veo con presupuesto pequeñito, pero sobrevivió a la pandemia y hay que agradecérselo a Ángel de la Calle. Ahora es mínimo, pero el próximo año será más y en dos años volveremos a una Semana de masas, la teoría tan vilipendiada en Gijón del 'mano derecha compra churros y la izquierda libros', el pecado por el que recibimos tanta leña. Pues, ahí está.

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