Soñar con dejar de soñar

Soñar con ser otro, vivir una vida diferente, volver atrás, cambiar el tiempo, pararlo incluso; soñar con otro amor, otro trabajo... ¿Quién no ha soñado alguna vez con cualquiera de estos aspectos? O tal vez con todos ellos. Quizá no queramos reconocerlo -y mucho menos en voz alta y que otros se enteren-, pero soñar con cambiar y dar unos cuantos portazos, volar a otro lugares, ser otro distinto, totalmente distinto, está a la orden del día.

En el libro, en su resumen, nos preguntan qué sueñan los europeos cuando están despiertos. Y es que la mayoría de estos sueños, que Miralles convierte en una especie de cuentos largos, ocurren despiertos porque es ahí, en nuestro estado consciente, cuando deseamos y deseamos de verdad; aunque después cerremos los ojos, durmamos y entonces soñemos con dejar de soñar. Y es que los sueños que se tienen despierto son más imposibles que los que muchas veces tenemos dormidos. Parece un galimatías, pero piénselo. Es totalmente sensato y totalmente, me temo, real.

El idealismo de los sueños convertidos en páginas que te transportan por distintas ciudades a través de curiosos personajes con los que piensas, ingenuo, cuando comienzas la lectura, que no te podrás identificar. Crees que son y serán ajenos a ti, lejanos, extraños, y luego resultan ser prácticamente tú en cualquier lugar del mundo.

Gente que sueña. Solo eso. Personas que todavía creen en el idealismo y deciden buscarlo. Intentan llevar a cabo sus quimeras, sus ensueños, sus imposibles. Quizá esa sea la mayor diferencia entre los soñadores de este libro, los soñadores de sus seis historias, y nosotros. Que nosotros no lo hacemos. Hemos bajado los brazos y hemos dejado de soñar.