Fallece el actor ovetense Juanjo Otegui
Era imprescindible de la escena española, recibió un premio Max, dos Ercilla y otros dos de la Unión de Actores y trabajó junto Almodóvar, Trueba y Fernán Gómez
M. F. ANTUÑA
Martes, 13 de abril 2021, 22:04
Era un grande de la escena. Un hombre de teatro de los pies a la cabeza que también se dejó ver y querer en el cine. Una de esas voces y esas presencias escénicas que permanecen, que el tiempo engrandece. El actor ovetense Juanjo Otegui falleció este martes en Madrid a los 85 años. Y lo hizo dejando en su casa como herencia a su hijo Sergio, también actor, y su hija María, todo el ejemplo de una vida en las tablas premiada con un Max, tres Ercilla, dos galardones de la Unión de Actores y las 107 vidas de las que se apropió sobre el escenario.
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Un 5 de junio de 2010 se subió por última vez al Teatro Campoamor, el lugar elegido para su adiós, con 'La marquesa de O'. Cerraba así un círculo en la ciudad en la que nació en 1936 y lo abrió en los tiempos de teatro universitario y lecturas dramatizadas en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo, donde estudiaba Derecho y la cosa de actuar llegó por casualidad. Él lo contaba así: «Yo quería ser jugador de fútbol, estaba a punto de fichar por el Vetusta, filial del Oviedo. No tenía la mayoría de edad y mi padre no me dejó, así que empecé Derecho y estando en tercero, el director del Teatro Español Universitario me dijo que quería contar conmigo por mi voz. '¿Qué dices de teatro? ¿Estás loco?', fue mi respuesta, pero me convenció. No era una actuación, eran lecturas con un flexo y yo hice un policía en 'Luz de gas'. Pero ¡oh cielos!, resulta que hasta ese momento era imposible que ligara y de pronto todas las chicas de Filosofía se acercaron a mí para felicitarme. Pensé, 'con esto se liga', y de esta manera tan frívola empecé. Cuando a los dos años hubo recortes y no había presupuesto para hacer teatro, lo eché de menos profundamente. Definitivamente había tragado el veneno y es irreversible, es la droga más potente de todas las conocidas. Hay un dicho que dice que si gastas unas alpalgartas dentro del teatro ya no sales nunca».
Y él quemó suelas por decenas. De aquella lectura al viaje a Madrid ya sin vuelta salvo para disfrutar de su Asturias. La aventura comenzó con 'La última cinta' de Samuel Beckett. Fue el suyo un periplo largo y heterogéneo de «107 sustos», unos mejores y otros peores. «De todos los personajes me he quedado con cosas. Y a todos estoy muy agradecido, incluso a los más flojitos, porque de todos me he aprovechado y enriquecido. Yo no podría elegir uno, ahora quizá me quedaría con el judío de 'El precio', de Arthur Miller, o con el viejito de 'Visitando al señor Green', pero porque están cercanos», decía en una entrevista con este periódico en 2010.
Solo en el Campoamor, que en 2019 pisó por última vez por el puro placer de hacerlo, interpretó con el Centro Dramático Nacional obras de Valle Inclán, de Buero Vallejo, de Delibes y de Jeff Baron. Trabajó con los grandes directores, de Lluís Pasqual a Magüi Mira, e hizo títulos diversos: de 'Julio César' a 'Madre coraje', pasando por 'La enamorada del rey', 'Los cuernos de don Friolera', 'Fuenteovejuna', 'La vida es sueño de Calderón', 'Don Juan Tenorio'...
Era un todoterreno que tampoco le hizo ascos a la pantalla grande, que también le puso al servicio de grandes nombres del cine español. En su haber: 'Tiempo de silencio' y 'Asesinato en el Comité Central', de Vicente Aranda; 'El vuelo de la paloma' y 'La noche más larga', de José Luis García Sánchez; 'Las autonosuyas', de Rafael Gil; 'Tacones lejanos', 'La flor de mi secreto' y 'Todo sobre mi madre', de Pedro Almodóvar; 'Belle Époque', de Fernando Trueba, y 'Fuera de juego', dirigida por Fernando Fernán Gómez. La pantalla chica no le tentó tanto, pero le trajo de nuevo a Oviedo donde rodó 'La regenta'.
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Tenía buen humor, un carácter afable, solía decir que el fútbol y el teatro se parecían y sabía que las tablas fueron su porqué en la vida. Para él, el teatro era la madre de todo, era una profesión maravillosa en la que vivió feliz: «Lo que el teatro me dio como ser humano para engradecerme ha sido tanto que me siento suficientemente pagado».
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