El ritual de las ilusiones
En el origen de cada historia suele haber una idea. A veces sólo el escritor conoce esa idea y no siempre da cuenta de ella ... a los lectores. No sé cuál sería la intención original de Nick Laird (1975) a la hora de componer esta historia, pero me aventuro a suponer que tiene que ver con las escasas diferencias que existen en los fundamentos del comportamiento humano en las diversas sociedades, culturas o tribus que conforman el mundo. Escasas son, ciertamente, esas diferencias, si acaso ligeras variaciones en los sentimientos que a todos nos afectan y que no son otros que el sufrimiento, la desorientación y la pérdida, o, lo que es lo mismo, la búsqueda más o menos desesperada del sentido de nuestra vida. «Lo que nos divide -escribe Laird- no es nada en comparación con lo que nos une». Y para desarrollar esta idea el autor imagina una familia irlandesa convencional. La madre, laboriosa y ágil, sufre en silencio las acometidas de un cáncer, y el padre, indolente y hostil, hostigado por la vida, lucha sin éxito contra su animadversión contra todo cuanto le rodea e incluso contra sí mismo. Hay tres hijos, ya mayores, y cada uno busca un camino soportando sobre sus espaldas las mochilas de los fracasos, de los secretos y de los sueños. El varón, Spencer, anda a la deriva confundido y confundiendo. Sus hermanas lo adoran. Él es superficial, banal y preocupado por el tamaño de sus músculos. Las dos hijas, Alison y Liz, son las protagonistas de la historia. En realidad la novela nos expone dos relatos diferentes que se van alternando referidos a cada una de ellas. Alison tiene dos hijos de un matrimonio fracasado con un marido alcohólico, grosero e inestable, y busca una salida a su desamparo y a su soledad en un segundo matrimonio con un hombre que tiene un pasado oscuro y que ella se niega a conocer. A ella le bastan un puñado de normas sencillas para sortear el abismo. Liz es una mujer libre e independiente. Es antropóloga, experta en Lévi-Strauss y acude a la boda de su hermana antes de partir a realizar un estudio de campo en Nueva Guinea sobre un nuevo culto liderado por una enigmática mujer. El encuentro de Liz con esta mujer le provoca un cataclismo interior que pone de manifiesto un vacío que nunca ha sabido cómo llenar. Liz advierte que las ilusiones a las que nos aferramos son una forma de ritual. Así lo hace ella y así lo hace su hermana Alison, y los hacen sus padres y su hermano. Y la idea queda expuesta con maestría y originalidad: en la ilusión de la búsqueda nos aplicamos en sustituir los dioses antiguos por nuevos dioses. No pocas veces descubrimos la falsedad de los nuevos dioses. Dioses modernos es una buena novela sobre las profundidades de la condición humana.
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