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Natural de Trasona, Hugo Suárez se acercó a la banda mediada la segunda parte del partido de Primera Regional que disputaba su equipo, el Llaranes, en el campo del Miranda. Dijo que le dolía el pecho y se desplomó. Minutos después de llegar al hospital los médicos certificaron el fallecimiento. Tenía 28 años.

Vidas sin prórroga en el fútbol avilesino

La muerte súbita ha teñido de luto la trayectoria de tres equipos en los últimos 25 años

José Fernando Galán

Domingo, 20 de marzo 2016, 21:15

Lamentablemente la súbita muerte, el domingo pasado, del joven Hugo Suárez mientras jugaba un partido de fútbol con su equipo, el Llaranes, en el campo del Miranda no es un episodio único. Aún están frescos en la memoria casos como el de Antonio Puerta, defensa del Sevilla fallecido en 2007, a los 22 años, tras sufrir un fallo cardíaco; el del atleta Javier Suescun, que el pasado noviembre se desplomó poco después de cruzar la meta de la carrera Bilbao-Behobia; o el del españolista Daniel Jarque, de 26 años, que en agosto de 2009 sufrió un mortal infarto mientras hablaba por teléfono desde la habitación de su hotel durante una concentración en la localidad italiana de Coverziano. Hay más: el de camerunés Vivien Foé, muerto mientras disputaba un partido con la selección de su país; el del jugador del Livorno Piermario Morosini; el del húngaro Miklos Feher o el del asturiano Sergio Sánchez Pepío, fallecido en 2002 durante un entrenamiento con su equipo, El Berrón, son algunos más de los nombres de esta triste lista de jóvenes deportistas fallecidos de forma súbita.

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En la comarca de Avilés el último caso es el de Hugo Suárez, pero ha habido más y se remontan a la década de los noventa del pasado siglo. Son dos, el candasín José Ramón Cueva y el castrillonense Julio Rodríguez, un juvenil.

Cueva falleció en noviembre de 1993 mientras jugaba un partido contra El Berrón en El Palacio, el campo del Trasona, su equipo en aquel momento. Toño Noguerol estaba aquel fatídico día bajo los palos de la portería local. Entonces tenía 19 años. «Creo que era un sábado por la tarde y fui el primero en darme cuenta de lo que pasaba. Atacábamos nosotros, hacia la portería que hay junto a los vestuarios, y Cueva estaba en el centro del campo, lejos de del balón. Entonces se desplomó. Yo salí corriendo hacia él y empecé a gritar para avisar a la gente, que aún no se había dado cuenta de lo que pasaba. Estaban siguiendo el balón», recuerda.

Cuando llegó al centro del campo «estaba convulsionando. Luego llegaron los demás y yo me aparté. No sabía qué hacer». En aquellos tiempos la Guardia Civil estaba presente en todos los partidos que se disputaban en El Palacio. «Lo cogieron y se le llevaron al hospitalillo de Ensidesa», a poco más de un kilómetro del campo, y el partido continuó. «El resultado no lo recuerdo», puntualiza Noguerol. Al término, todos se dirigieron inmediatamente al hospitalillo. «Cuando llegamos ya había fallecido. Fue impactante. Es algo que no se te olvida. Cuando el domingo me enteré de lo que había pasado en Miranda el domingo pasado me acordé de aquel día de tan triste recuerdo. Es algo que se te queda grabado, no se te borrará nunca».

José Luis López Medero, el presidente, tampoco se olvida, aunque los detalles de su relato difieren ligeramente del de Noguerol. Él recuerda que «Cueva cogió el balón en nuestro campo y salió al ataque. Cuando iba por la mitad se desplomó. Lo sacamos en camilla y en el hospitalillo intentaron reanimarlo, pero no había nada que hacer. Seguramente ya salió muerto del campo». Medero asegura que la autopsia «reveló que le había reventado el corazón. Según nos dijeron lo tenía muy grande, pero con un tejido muy fino. Fue como si le explotase. Cueva llevaba dos temporadas con nosotros y era hijo único».

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Llega la triste noticia

Amadeo Rodríguez también vivió en primera persona la amarga experiencia. «Éramos vecinos y amigos. Yo estaba en el Hispano, pero como la temporada anterior había jugado en el Trasona y todos sabían de nuestra amistad me avisaron inmediatamente. Fui al hospitalillo de Ensidesa y al llegar me dijeron que no había nada que hacer, ya había muerto». Al día siguiente Amadeo tenía partido con su equipo. «Se guardó un minuto de silencio, el minuto más duro de mi vida».

José Antonio Pinto había sido la temporada anterior el entrenador del Trasona. Ese día estaba en El Reguerón, el campo del Cangas del Narcea, su equipo en aquel momento. «Nos avisaron y en cuanto llegamos al hospitalillo nos comunicaron la trágica noticia». Pinto recuerda que esa temporada el entrenador del Trasona era Manolín, de Gijón. «A Cueva lo había llevado yo el año anterior al Trasona. Venía del Miranda y tenía ofertas de otros equipos, pero estaba terminando la carrera de Derecho y no quería irse lejos. Entonces Medero habló con él y lo fichó», asegura.

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Y menos de dos años después, en agosto de 1995, Julio Rodríguez se desplomaba mientras entrenaba con el equipo juvenil del Hispano de Castrillón en el ya desaparecido campo de La Mina, en Arnao. Tenía quince años y jugaba de portero. Francisco Álvarez Quico, histórico defensa del Real Avilés, era el entrenador. «Fue en pretemporada. Los jugadores estaban haciendo carrera continua alrededor del campo y él me dijo que no podía dar ni una vuelta más. Entonces le dije que parase y al poco se desplomó. Un médico, que era el padre de uno de los compañeros y que estaba viendo el entrenamiento, lo atendió allí mismo de inmediato. Le hizo el masaje cardíaco hasta que se lo llevó la ambulancia. Murió ese mismo día y recibió sepultura el 18 de agosto, viernes, tengo la fecha grabada».

Quico también tiene la imagen grabada en la memoria. «Tardé mucho tiempo en superarlo, pero olvidar no se olvida. Cuando me enteré de lo de Hugo Suárez la imagen me vino inmediatamente a la cabeza, es algo que siempre vas a tener ahí».

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Algunos estudios cifran entre ochenta y el cien el número de deportistas que fallecen al año en España mientras practican algún deporte o poco tiempo después de terminar la sesión. Pero tampoco hay que alarmarse, estadísticamente el número de casos «es el mismo que puede darse en la vida cotidiana», afirma el doctor Nicolás Terrados, jefe de la Unidad Regional de Medicina Deportiva, que recalca la conveniencia de que los deportistas se sometan a controles médicos periódicos, especialmente si se trata de alta competición o de personas mayores de cuarenta años.

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